Cualquier amante del Séptimo Arte ha oído hablar de los hermanos Lumière, míticos inventores del cine, pero suele desconocerse la historia de los intrépidos pioneros del cinematógrafo que en su tiempo acercaron ese artilugio calificado de “diabólico” a la sociedad española de fines del XIX. Es el caso de José Sellier, fotógrafo francés nacido en Lyon y afincado en La Coruña, al que cabe el honor de ser considerado el primero en realizar proyecciones y filmaciones con una cámara Lumière en nuestro país, en mayo de 1897.
El autor vuelve a sorprendernos —seña personal— con un título especialmente acertado, La máquina de la eternidad, alusión metafórica al nacimiento de un invento tan extraordinario como fue el cinematógrafo.
La máquina de la eternidad, una obra singular
¿Por qué es una obra singular? Porque aúna la atracción por el ensayo, la biografía, la novela histórica y la pura literatura, convirtiéndose en un producto “apetecible” para los amantes cualquier género por el rigor de sus datos, el estilo cuidado y elegante, y la gran agilidad de un relato que es capaz de seducir desde las primeras líneas.
Paz Gago, catedrático de Literatura comparada, multipremiado y con una destacada carrera literaria, no disimula su guiño a Stefan Zweig, el autor de las grandes y fascinantes biografías publicadas en los años treinta. En aquellas obras inolvidables, el escritor alemán recurría a la narración imaginativa para acercarnos de una forma amena y sugerente figuras históricas como María Antonieta, María Estuardo o Erasmo de Rotterdam.
El modelo biográfico que comparte Paz con Zweig nos remite a una prosa brillante y un refinado estilo de época, en la que la profusa documentación archivística y hemerográfica convive con naturalidad con la poderosa imaginación del catedrático, que nos hace compartir con especial vividez la fascinante vida de Sellier, a caballo entre Francia y España, entre Lyon, París y la capital gallega.
Cinco espacios cronológicos
La novela se divide en cinco partes con títulos también muy sugestivos que, siguiendo un orden cronológico, nos introducen en la compleja peripecia vital del fotógrafo y cineasta galo trasplantado a Coruña ya en la edad adulta.
Mediante saltos temporales a su primera estancia coruñesa entre los cuatro y los quince años, la narración se sitúa en el viaje en tren que Sellier hace con treinta y seis, un regreso al paraíso costero de la infancia (época de su vida en la que recordaba “haber sido plenamente feliz”) y que marcará decisivamente su existencia y su carrera.
La segunda parte, El instante sobre un papel de marfil, narra sus inicios en el arte fotográfico, de la mano de su hermano y colaborador Luis Sellier. Se convertirá en un reputado retratista cuyas instantáneas aparecerán en las principales revistas ilustradas del país como Nuevo Mundo, Blanco y Negro o La Ilustración Española y Americana. En su establecimiento “Fotografía de París”, en la coruñesa calle de San Andrés, posarán los más destacados miembros de la ilustrada burguesía de la ciudad con los que entablará una relación de amistad: Eusebio da Guarda, los hermanos Ruiz Picasso o la familia Casares Quiroga, personajes de gran interés que por sí mismos. Brilla con luz propia —como no podía ser de otra manera— Emilia Pardo Bazán, no en vano Paz Gago es uno de los máximos expertos en su vida y obra de la insigne escritora. Pardo Bazán se muestra como una adolescente ávida de saber, “una chica desenvuelta que había leído de todo”, y sus pasajes con Sellier son perfectamente verosímiles. Mantendrán su amistad a lo largo de sus vidas. A través de la novela vamos percibiendo pinceladas de la personalidad arrolladora de la que llegaría a ser uno de los tótems culturales de su siglo.
La tercera parte, La eternidad sobre una pantalla de tela, nos sitúa en los tres últimos años del siglo XIX, cuando los Hermanos Lumière, sus convecinos lioneses, acaban de poner a punto el cinematógrafo. En 1897 ponen a la venta sus primeras cámaras y José Sellier se apresurará a adquirir una de ellas. Se dedicará a tomar proyecciones de vistas de la ciudad que serán el asombro de los coruñeses. El novelista nos describe con maestría las reacciones de admiración de los primeros espectadores ante la fotografía en movimiento, en aquella ciudad de provincias cosmopolita y liberal que descubre los adelantos técnicos y los espectáculos innovadores de la época.
Para dar mayor nervio a la intriga, el relato nos revela la dura competencia que Sellier encontrará en pioneros cineastas franceses, españoles y portugueses. Adelantándose a todos ellos, será él el primero que en territorio español filme vistas como Orzán, oleaje o actualidades cinematográficas como El entierro del general Sánchez Bregua, cintas que desgraciadamente no se conservan.
La fascinante Belle Époque coruñesa
Paz Gago sumergirá al lector en el ambiente fascinante de La Coruña de la Belle Époque. Al ser especialista en teoría e historia de la moda, el escritor se recrea en estos aspectos menos conocidos de la intrahistoria, describiendo —cual experto que es— aquella sociedad finisecular coruñesa con sus gustos artísticos, sus costumbres y modernos hábitos indumentarios,
Porque paralelamente a que los Sellier y Avrillon traigan a la ciudad las últimas novedades fotográficas, como la estereoscopia o el cinematógrafo, sus mujeres importarán la última moda de París. Las boutiques ofrecerán sus modelos a las elegantes coruñesas en la Calle Real, la sombrerería y modistería Meli Sellier, Moda Parisina de Mme. Avrillon y posteriormente La Villa de París, un edificio modernista a imitación de los grandes almacenes parisinos inmortalizados por Émile Zola. Paz Gago, apasionado de la historia de la moda, no se resiste a describirnos un temprano desfile de modelos.
Sin embargo, este análisis en absoluto es localista o provinciano. Su dominio académico del tema hace que adquiera una dimensión universal y nos traslade a otros ambientes y atmósferas europeos y norteamericanos que compartían ese furor por las tendencias. Una extrapolación muy lógica, ya que el escritor es también autor del ensayo El Octavo Arte, reseñado en Zenda y considerado obra única en su género.
Obra de referencia sobre la historia del cine silente
En varios momentos, el narrador reitera una reflexión que justifica el adecuado título de una novela que sin duda se convertirá en una obra de referencia sobre la historia del cine silente, tan poco tratado en la Literatura. Se trata de las sensaciones que sintieron los cineastas pioneros y sus primeros espectadores ante aquel prodigio de la imagen animada:
«La sensación de realidad y de vida era perfecta. En aquel momento sintió el joven fotógrafo lionés afincado en La Coruña que estaba ante un portento capaz de plasmar el anhelo de todo ser humano: la eternidad.
Las personas que aparecían en las películas mostrando sus destrezas o simplemente paseando por las calles de su ciudad, ejerciendo sus profesiones o dedicadas a las labores del hogar, jugando, cantando o llorando, estarían allí para siempre jamás. Podríamos contemplarlas tal como eran por los siglos de los siglos gracias a aquella máquina: la máquina de la eternidad» (p. 69)
Eternos, pero no inmortales
La última parte —Eternos, pero no inmortales— relata los últimos años de Sellier, en los que se muestra decepcionado por un cinematógrafo balbuciente que no enganchaba al público. Todavía no había aprendido a contar las historias de fantasía que encandilarán décadas y décadas después a los espectadores. Por ello, volverá a su pasión, el arte de la fotografía, hasta su muerte, acaecida en noviembre de 1922. Una etapa en la que conocerá la evolución hacia el cine mudo clásico, sobre el que mantendrá jugosas conversaciones con su amiga Emilia Pardo Bazán, pero ya muy lejos del suyo, aquel cinematógrafo primitivo que él conoció y practicó.
Un centenario
Las efemérides suelen ser un revulsivo y la oportunidad de reivindicar personajes olvidados que por ende alcanzan el reconocimiento. En este caso, acaba de cumplirse el centenario de Sellier, hasta ahora casi ignoto cinematografista afincado en la capital gallega. Y qué mejor homenaje que la publicación de esta apasionante biografía novelada. Su gran eficacia narrativa, la pericia y delicadeza en la descripción de contextos y sentimientos y la elegancia de un estilo muy ad hoc para los hechos narrados, la convierten en el justo homenaje histórico y literario a un pionero del Séptimo Arte y extraordinario fotógrafo. El legado de un francés, coruñés de corazón, que José María Paz Gago reivindica con valentía y brillantez en cada una de las mágicas —y casi cinematográficas— líneas de La máquina de la eternidad.
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Autor: José María Paz Gago. Título: La máquina de la eternidad. Editorial: Hércules. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Magnífico artículo de María Fidalgo que nos anima a sumergirnos en el ambiente coruñés de principios del siglo pasado, tan bien estudiado por José maría Paz Gago.