Marlowe es una película consciente de su escaso sentido. Recuperar en 2023 el personaje de Raymond Chandler (si bien versionado por el irlandés John Banville) en un policiaco voluntariamente puro y anacrónico, dirigido y protagonizado por dos estrellas setentonas (e irlandesas) coquetea comercialmente con la imbecilidad. Y, sin embargo, la película de Neil Jordan protagonizada por Liam Neeson es rematadamente honesta y hasta necesaria en su asumida inutilidad. Qu’est-ce que c’est?
Resulta una alabanza un tanto mísera en tiempos de contenido constante, de entretenimiento transversal, de franquicias multimillonarias todas ellas destinadas a la misma futura indiferencia, solo que ahora ésta parece llegar en apenas dos semanas y no dos décadas. Pero por eso mismo, por moverse como asumida pero enérgica historia de investigación, la filosofía de Marlowe, algunos dirían que hasta su mera existencia, resulta medianamente refrescante.
Falta genio en la película de Jordan, y el guion de Monahan da la impresión de tropezarse con la estructura y de avanzar con cierto agobio, algo común a los libretos de obras tan interesantes como Infiltrados, Al límite, El reino de los cielos…. Pero su capacidad para resultar respondona y gestionar su propio acartonamiento desde luego hace gracia.
Liam Neeson impone su apariencia física al personaje, sin olvidar que esto tiene un poco de reunión de irlandeses, y exprime lo que puede las pocas oportunidades que el texto le ofrece de reunirse con Jessica Lange. Hay algo irreprochable y honrado en este reencuentro con el noir clásico en una película que trata de enchufar algo de energía al clasicismo, a la pureza de un género todavía presente pero diluido en otros formatos y tendencias.
Que uno, como el propio Philip Marlowe, pueda dedicarse a buscar y encontrar la historia en un relato de cien minutos sin ironía pero con cierto humor (ese episodio en los subterráneos del club, donde Marlowe encuentra un inesperado aliado…) supone un razonable consuelo, un corte de mangas al progreso que se antoja necesario en un filme que, por otro lado, mira con sumo desprecio la fundación de los grandes estudios de Tinseltown que ahora rechazan el cliché de recuperar a Marlowe mientras buscan nuevas formas de explotar la palabra remake.
Si es Marlowe, habrá que verla, aunque solo sea para olvidar al malhadado Mitchum, quien nunca me dio la nota marlowiana.