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La memoria del aire: milagrosamente viva

La memoria del aire: milagrosamente viva

Una semana después de terminar La memoria del aire (Tránsito) mantengo la sensación desagradable que me produjo su lectura. Caroline Lamarche redacta un monólogo de 100 páginas contándose cómo sobrevivió a esa relación tan tóxica siguiendo el curso marcado por la aparición de su propio cadáver en un sueño. También describe el intento de violación que sufrió en un parque, y la secuencia tiene la tensión de la cámara oculta. Desde una distancia segurísima, inalcanzable, se puede ver a Lamarche arrastrándose a sí misma otra vez hasta el arbusto, tirando de su vestido con la mano libre; en la otra blande un cuchillo.

"La estela amarga de La memoria del aire viene del valiente ejercicio de Lamarche entregando su historia al resto"

Siempre he pensado que los libros guardan las voces calladas de los autores mientras están cerrados. Se les puede intuir el sonido viéndoles sólo el lomo, son un ejército silencioso, apoyados el uno sobre el otro en la estantería. Al abrirlos el murmuro encaja con el subconsciente de cada lector.

La memoria del aire mantiene un barullo por fuera, porque dentro está Caroline contando lo suyo en una habitación claustrofóbica, como si recitara la lección en la estancia de al lado, pero no oposita, le habla a un espejo. El murmullo se hace vozarrón si uno pasa y se sienta a observar lo que sucede. Por eso hay que sacar al ejemplar traducido por Raquel Vicedo cada dos días fuera de casa: el lector debe intentar hacer sus necesidades, mantener la vida anterior a la lectura.

"Una semana después sigo intentando limpiar el rastro, abriendo las ventanas para airear el olor pútrido de la sinceridad"

La estela amarga de La memoria del aire viene del valiente ejercicio de Lamarche entregando su historia al resto. Va repartiendo sus cicatrices y por eso perdura. Es difícil leer a alguien desgarrarse a pedazos, conocerse tan bien para hablarse de forma directa, volviendo a aquella hipnosis cerrada a empujones. El libro mantiene el tono de los días que parecían felices al lado del tipo que la maltrataba, del que dependía salvajemente en ese trasiego de sábanas y lecturas. Y eso significa reconocer, al menos, un error: si fastidia la perspectiva, el amor no sirve.

En cualquier otra circunstancia lo habría dejado a medias. Continué, y los trozos de carne llegaban hasta mis pies rodando con distintos mensajes. Una semana después sigo intentando limpiar el rastro, abriendo las ventanas para airear el olor pútrido de la sinceridad. Lamarche se va complicando la vida escribiendo y escribiendo, y sin embargo consigue explicar pronto (página 15), sin darse cuenta, el porqué del libro, es decir, la suerte que tenemos y ella, describiendo su nueva vida de casada, por un tiempo no tuvo: “Hoy día es todo milagrosamente tranquilo”.

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Autor: Caroline Lamarche. Título: La memoria del aire. Editorial: Tránsito. Venta: Amazon

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