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La memoria y los nombres

La memoria y los nombres

Una mujer enseña a una escritora la carta que su tío redactó poco antes de morir fusilado frente a la tapia del cementerio de La Almudena. Le acusaron de participar en un crimen, le sometieron a un juicio sumarísimo y le pegaron cuatro tiros sin darle tiempo a defenderse. Entonces la escritora decide investigar y descubre que, 80 años después del fin de la Guerra Civil, los obstáculos administrativos para desentrañar la verdad histórica siguen siendo demasiado altos.

En este making of, María Castro Hernández cuenta el origen de Es tan fuerte la noticia (Tres Hermanas). 

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“Es tan fuerte la noticia que no he querido comunicársela a mi queridísima madre porque me falta valor para ello. Sufrir yo, pero que no sufran mis criaturas queridas. Díselo como puedas y sé fuerte tú también para resistirlo”. Es lo que escribe Vicente Rueda Fernández a su tía María Rueda la madrugada del 9 de agosto de 1940 poco antes de morir fusilado en el Cementerio del Este en Madrid. Es la carta que pude leer una soleada mañana de primavera en Barcelona cuando Marori León Rueda, sobrina de Vicente, me la enseñó temblorosa. Y ahí arrancó una investigación que me llevó durante cuatro años a recorrer diversas ciudades, hurgar en diferentes archivos, patear calles, fotografiar edificios, muros, paisajes, documentos y entrevistar a varias personas cercanas a los protagonistas de la historia. Es tan fuerte la noticia nace pues de una apelación personal, la que surge cuando uno es consciente de que todos estamos hermanados en esta frágil historia y de que desde la injusticia no se puede construir nada fértil ni, menos aún, digno.

"Somos la última generación que todavía ha estado en contacto, o puede estarlo, con testigos directos de la Guerra Civil. Las siguientes generaciones ya no tendrán a quién preguntar"

Los obstáculos administrativos y burocráticos que ralentizan y dificultan la investigación de manera silenciosa al constituir una resistencia muda e inmutable, un muro disuasorio contra el que resulta agotador luchar, forman parte importante del relato y, de manera más amplia, de nuestra historia, porque hablan de nosotros casi tanto como los largos listados de represaliados que esperan en esos archivos a que alguien los nombre. Han pasado más de 80 años del final de la guerra y casi 50 desde la muerte del dictador y seguimos enredados en discusiones que no nacen del análisis de los hechos, del estudio de los documentos, de la escucha de los testimonios, sino de prejuicios enraizados.

Las diferentes políticas de acceso a los distintos archivos resultan un laberinto y cualquier persona que, bien por estudio bien por interés personal, quiera acceder a ellos, se adentra en lo que el historiador Francisco Espinosa tilda con cierta ironía como una “selva archivística”, por la que yo también tuve que transitar. Por si fuera poco, una vez que uno accede a ellos, se encuentra, en muchas ocasiones, con documentos en un estado de conservación alarmante que requerirían una intervención profesional y rápida para su digitalización antes de que terminen por descomponerse y perdamos ya para siempre la oportunidad de preservarlos.

Sumario de Vicente Rueda. Se puede apreciar el deterioro de los documentos. Foto de la autora.

Retrato de Vicente Rueda. Foto realizada por su hermano Gonzalo. Archivo familiar.

"Ojalá la lectura de este libro nos lleve a preguntarnos ¿por qué no podemos leer los nombres de todos los represaliados?, ¿por qué los borramos?"

Somos la última generación que todavía ha estado en contacto, o puede estarlo, con testigos directos de la Guerra Civil. Las siguientes generaciones ya no tendrán a quién preguntar. Ya no podrán aclarar dudas más allá de lo que hayamos sido capaces de conservar por escrito. Cuando mueran los últimos testigos, los últimos familiares directos ¿quién contará la historia, nuestra historia? ¿Quién la escribirá?

Recorrer los restos del muro del antiguo Cementerio del Este en los que las asociaciones de memoria, conciencia ética de este país, han colgado las imágenes de los 2934 fusilados en Madrid entre 1939 y 1944 y ver, justo enfrente, las paredes de hormigón vacías del monumento en su memoria en las que, durante unos meses, lucieron las placas con los nombres de todos ellos hasta que el nuevo equipo de gobierno de Almeida decidió quitarlas, y verlas ahora vacías, es una imagen que representa muy bien la forma en que nuestra sociedad está abordando su Historia. Ocultar y borrar. Callar y silenciar. Ojalá la lectura de este libro nos lleve a preguntarnos: ¿Por qué no podemos leer los nombres de todos los represaliados? ¿Por qué los borramos? ¿Por qué no nos hablan y no nos hablamos de lo que pasó? Y, de manera más general: ¿Qué ocurrió en este país para que personas que tenían sus vidas, proyectos y sueños acabaran arrastrados a una espiral de odio y barbarie que truncaría no sólo su futuro sino el de varias generaciones?

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Autora: María Castro Hernández. Título: Es tan fuerte la noticia. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Restos de la tapia del antiguo cementerio del Este en Madrid con las imágenes de los represaliados. Foto de la autora.

De izquierda a derecha: Laureano León, Fidela y Vicente Rueda. Imagen del archivo familiar.

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