Foto: Ouka Leele
La mentira es una flor viene a ocupar otra parcela más de esas hermosísimas, riquísimas, sorprendentes ruinas que conocemos como «la última poesía de Panero». Es un sistema redondo, totalmente coherente. Como tal, no puede no ser leído. No se puede negar al lector el placer de morir también en ellas.
Zenda reproduce la introducción al libro de Ángel L. Prieto de Paula y cinco de estos poemas inéditos de Leopoldo María Panero.
Los poemas que se presentan aquí, bajo el título La mentira es una flor, fueron concebidos por L. M. P. como un conjunto unitario, acabado y exento. Unitario, porque este es un libro entendido por su autor como tal libro, cuyas composiciones son a modo de cuentas de collar enhebradas por un hilo argumental. Acabado, porque los poemas que lo forman, obedientes a un mismo impulso psíquico según todos los indicios, constituyen una cincuentena con principio y fin, abordada y rematada con voluntad de totalidad. Y exento, porque no es precuela ni secuela de otros títulos, ni añadido o excrecencia, sino una obra en sí que se ofrece como tal; ello aunque mantenga la solidaridad de temas, tonos y retórica con el resto de la escritura del poeta, y pudiera en su día integrarse armónicamente en una reunión de sus poesías completas (en estado de obras hasta hoy, dada la lluvia de escritos póstumos a que estamos asistiendo).
En cuanto encargado de la edición —por invitación de los depositarios del texto, Antonio J. Huerga y Charo Fierro, de probada devoción paneriana y en cuya casa editorial aparece este libro como tantos otros del autor—, mi trabajo ha sido muy limitado. Contra lo que pueda suponer quien no se haya asomado a los mecanoscritos del poeta, el criterio de sus libros está claramente establecido. Al menos lo bastante para detectar sin grandes dificultades erratas y yerros, precisamente porque no siguen el patrón al que se sujeta en general. Modificar lo que dispuso el poeta no es proceder a favor de la necesaria depuración del texto, sino deturpar lo escrito y contravenir sus determinaciones.
Así las cosas, el autor ha observado unas pautas regulares: ausencia de signos de puntuación a fin de verso (salvo los de cierre expresivo: exclamación, interrogación) y parvedad en el interior; mayúsculas iniciales en cada verso; citas sin comillas cuando pudieran ser aconsejables (por ejemplo, si la cita queda poco acotada, porque desborda el cauce de un verso). He corregido las erratas evidentes, y he sido cauteloso cuando he tenido dudas razonables de que una formulación susceptible de revisión se debiera acaso a decisión consciente del autor: a veces lo más adecuado es no hacer nada. Vale.
V
Y era peor la vida
Era peor el azote del silencio
Fustigando la hiedra en donde yace
Un hombre maldiciendo el silencio
En el que va a morir toda palabra
Y solo brilla para el silencio
Mi único defensor, mi única esposa.
VII
Nunca supe lo que el cielo era
Lo dije en otra ocasión, cuando llovía
Sobre mi mano
Y la saliva esculpía mi autorretrato
Y había una mujer hecha de ceniza
Y la ceniza era una mujer.
XVI
Una serpiente se enrosca en mi cuello
Y susurra en vano palabras al viento
Que todo lo borra
Que borra mi mano y mi pie
Y mi cabeza
Para que el mundo sea solo señorío
Del viento
Y rey de la ruina.
XXXVI
No se terminará nunca la playa
Con este desierto que recorre
Mis dos piernas como un péndulo
Y un perro lame las costras de la vida
Y un cadáver abre la boca
Y le dice a Dios: no existiré
Estaré siempre atado a mi sombra y la muerte
Como María Magdalena
Besará mis pies.
XXXVIII
Para qué escribir cuando todo está escrito
Solo quedan manierismos como el Laocoonte de los Monos
La absenta del suplicio, el río enorme y pardo
La cerveza del sacrificio de los hombres que odian a Dios
He aquí que vendrá el diablo a vengarse del frío
De los hombres que dicen amar y que me señalan
Con el dedo, como si yo existiera, como si hubiera existido
alguna vez
Porque yo soy Dios y la vida es hambre de la nada
Hambre del ser que corroe los gusanos
Que nadan sobre mi piel
¡Oh tú flor terrible a la que llaman vida
Que codicia aún mi piel!
Y me llama gusano y la poesía es una mantis religiosa
Que nunca morirá, porque está sobre el papel
Sobre el papel de hiel
Que amamanta al hombre
Como una madre a un niño.
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Autor: Leopoldo María Panero. Título: La mentira es una flor. Editorial: Huerga y Fierro. Venta: Todostuslibros y Amazon
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