Javier Calvo y Javier Ambrossi, «Los Javis», proponen a los espectadores un juego nuevo, una serie de televisión que se titula La Mesías, en la que deberán enfrentar los monstruos que anidan en sus infancias y adolescencias, expulsarlos por la boca, y después, perdonarse y prosperar.
Porque esto es, en el fondo, La Mesías, una serie de siete capítulos —podría ser una película muy larga, de ocho horas, pero mejor verla poco a poco, digiriendo— que habla de amor, del reencuentro de una familia, de una madre tóxica y fanática, egoísta sobre todo, y mala, con todas las letras, aunque también es una prometedora historia de superación.
La Mesías, que estrenará Movistar Plus+ el 11 de octubre, arranca con un vídeo viral de música cristiana donde seis chicas cantan a Dios para salvar al mundo, con mensajes que a Enric, un ayudante de cámara treintañero, le despiertan todos los demonios de una infancia infeliz y rota, marcada por el fanatismo religioso de su madre. Cuando le presta atención al vídeo comprueba que son sus propias hermanas, a las que hace tiempo dejó de ver.
«Los Javis» decidieron trabajar en la serie con equipos de diversas edades, según pasaba el tiempo de la historia, encabezados por una madre diferente; Ana Rujas, joven, arrolladora, el germen de la locura que se desarrollará después; Lola Dueñas, un torbellino desatado que no tiene fin, y Carmen Machi, la mujer empoderada que ya no tiene nada que perder.
Los hijos mayores en la edad adulta son Macarena García, (Irene/Resurección), hermana de Ambrossi y fetiche indispensable en todas sus producciones, y Roger Casamajor, (Enric/Isaías) un actor que llegó en un casting y se fue «siendo una persona y un actor completamente diferente», apunta Ambrossi, y ratifica Casamajor.
Con ellos, un padre católico, apostólico y romano, el pusilánime Pep (en las tres edades, Albert Pla), el joven Biel Rossell (magnífico Isaías adolescente enamorado del cine que saca a sus hermanas pequeñas del ostracismo cantando y bailando) y la debutante Irene Balmes. Mención aparte, apuntan los directores, el equipo de niñas y el Enric pequeño, Bruno Núñez, que son los autores de los dibujos que sobreimpresionan los primeros fotogramas de cada capítulo. Además en el reparto hay generosas colaboraciones de actrices como Nora Navas, Cecilia Roth, Gracia Olayo, Aixa Villagrán, Laia Marull o Rossy de Palma.
Ambientada en Cataluña, abarca desde los comienzos de los ochenta hasta hoy. Juntos, revueltos y luego destilados, los directores abordan temas como los abusos, el dolor, la separación, la música, el cine, la religión, la superación del trauma y de la culpa, el encierro, real y mental, y también de la fe como vía de escape para llenar el vacío, apunta Ambrossi.
Aunque el argumento tiene similitudes con la vida real de unas hermanas cantoras en redes por la fe de Cristo, «lo curioso —agrega Calvo— es que hay muchos casos que juntan religión, música, cine, arte…». Reconocen que rodar esta serie ha sido al final como «una terapia para todo el equipo, ha sido algo muy sanador que nos ha permitido a cada uno enfrentar nuestros demonios y encontrarte con tu dolor. Ha ido muy catártico», afirma Calvo.
Según explica Ana Rujas a Efe, las «Montses» tuvieron que «buscar en la oscuridad de ser humano» para poder interpretarla; «la mía —dice— es una mujer con mucha necesidad de ser vista, ser amada y escuchada, tiene un dolor muy profundo. Y «Los Javis» también querían que fuera muy divertida, que sus hijos se enamoran de ella».
Le sigue cronológicamente Lola Dueñas. «Yo se que ella es un monstruo —concede la actriz, impresionante en su papel de madre transmisora de las palabras que le dicta Dios—. Pero también sabía de dónde venía y me daba mucha pena de ella, muchísima. Ella va a peor, es como una bola de nieve, pero de mierda, que va rodando y rodando hacia abajo. Y tiene momentos graciosos, y de ternura. Ella no era mala, está loca. Y la campeona del egoísmo, eso sí, tiene mucho morro«, se ríe. «Tiene una fuerza descomunal, miente con muchísima rapidez».
Para Carmen Machi, la última Montse, «es una mujer que se proyecta en el dolor de unos niños que no han podido, ni sabido, sacarla de donde está, y que han intentado protegerla todo el tiempo, de ella misma y de su vulnerabilidad». Machi recuerda que, pase lo que pase en una serie, «la realidad siempre supera la ficción. La familia es un temazo, y desligarse de ella y cuándo y cómo puedes huir de la familia —porque además estás obligado a quedarte— más».
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