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La metáfora del payaso

La metáfora del payaso

Cuando Ángel González llegó a Madrid en tiempos de posguerra, pasaba los días encerrado en casa de Aleixandre, la mítica Velintonia, centro poético de la capital entonces. Meses más tarde emigró a Barcelona, y al preguntar a su maestro por un lugar donde seguir alimentando su pasión por la poesía, Aleixandre lo tuvo claro: pregunta por Carlos Barral. Eso hizo el asturiano, y Barral no dudó en invitar a una de sus tertulias a ese poeta del norte que recomendaba el mismísimo don Vicente. Al llegar a la tertulia en el piso de Barral, Ángel González encontró a tres personas con él: Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Asun Carandell. Pero, al dar comienzo la tertulia, el ovetense no pudo intervenir porque… conversaban en francés. Era el modo de burlar la vigilancia del régimen franquista cuando hablaban de política. Ángel escapó cuando pudo, y, días más tarde, Barral se acordó de aquel supuesto poeta asturiano que se había escabullido en la tertulia del jueves. Llamó a Aleixandre, muy cabreado: «¡Nos has metido a un espía en casa!». Ángel González recordaba esta anécdota entre risas ya en el siglo XXI, para posteriormente añadir: «La metáfora, en castellano o en francés, nos salvó de la muerte».

"Hace unos días, Pablo Iglesias se ofendía porque alguien le había llamado «payaso», actitud muy legítima si no hubiera demostrado su enfado confundiendo el concepto literal con el figurado"

Y es que la metáfora es un arte. Puede servir en un momento dado para darle énfasis al sentido literal, para mejorar su comprensión, potenciar su elegancia o, como en el caso de González, dotarlo de la opacidad necesaria para huir de la censura. Exige, claro, un mundo propio lo suficientemente rico como para identificar el verdadero plano de la comparación, para unir la balanza con la justicia, la esmeralda con el iris, el río con la vida, el mar con la muerte. Es clave para ello el vehículo metafórico, es decir, el color verde en la relación esmeralda-iris o el concepto de finitud entre el mar y la muerte. Hay un trabajo intelectual y cognitivo al establecer esa relación que no siempre se lleva a cabo. Un trabajo que los clásicos ya ponderaron: desde Aristóteles, que en su Poética afirmó que la metáfora es la mejor muestra del gran poder de la mente, hasta Freud, pasando por Dante, Góngora o Kafka.

"Todo grupo que sirva como referencia, da igual heterosexuales, negros, católicos, poetas, indepes o torneros fresadores, siente que ese puente con la metáfora se ha roto"

Sin embargo, en estos tiempos que corren la metáfora parece perdida. Hace unos días, Pablo Iglesias se ofendía porque alguien le había llamado «payaso», actitud muy legítima si no hubiera demostrado su enfado confundiendo el concepto literal con el figurado, es decir, centrando dicha ofensa en la honorabilidad de los clowns. Este es el principal problema: la superposición de elementos en la metáfora. La sociedad de hoy selecciona siempre un vehículo ofensivo al comparar. Cuando se dice que la lucha contra un virus es la guerra, tomamos como puente los tiros y a la sangre, en lugar del verdadero vehículo metafórico: el esfuerzo, la dificultad. Del mismo modo, al cáncer se le identifica con una lucha no porque haya vencedores y vencidos, sino por el valor que se necesita para afrontarlo. Si el elemento literal es comparado con un panadero por el mimo con el que amasan el pan, se ofende el gremio porque toma como núcleo de la comparación la precariedad del oficio. Si se compara con un payaso por su identificación con la risa, malo también porque supuestamente no es honorable ser objeto de mofa. Todo grupo que sirva como referencia, da igual heterosexuales, negros, católicos, poetas, indepes o torneros fresadores, siente que ese puente con la metáfora se ha roto. El sentido figurado muere. El vehículo ha saltado por los aires. El receptor bebe tanto de la literalidad, que el mensaje mide cada palabra hasta perder cualquier espontaneidad. La censura, de nuevo.

Quizá la caída de la metáfora sea también una metáfora de nuestra propia caída intelectual. Ya lo dijo Lacan: todo síntoma se presenta ante nosotros de manera metafórica. Pues eso.

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