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La muerte que nos rodea

La muerte que nos rodea

La muerte asoma, a veces de un modo silencioso, a veces de otro más escandaloso, por los quince relatos que componen este libro. Su autor nos habla de ella, de su presencia en nuestra rutina, de un modo tan delicado como elegante.

En este making of Rafael Ruiz Pleguezuelos explica el origen de La mano muerta y otros relatos de azúcar y fuego (Villa de Indianos).

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La obra se abre con una cita de Horacio en su Arte poética que advierte de la dificultad de cualquier género de extensión reducida: «Trato de ser breve, y me vuelvo oscuro». Esta frase inicial del maestro latino actuó como un motto constante en la escritura de La mano muerta, planteándome el desafío de ofrecer la máxima claridad y mensaje en la brevedad, un reto que como escritor me apasiona. No es casualidad que mis géneros predilectos incluyan el aforismo, el teatro breve y el relato corto. La influencia de esta confesión de Horacio no queda ahí, pues otra de las cuestiones que he tenido muy presente en la escritura del libro es evitar el prejuicio de pensar en la oscuridad como una materia necesariamente negativa. Tradicionalmente asociamos la oscuridad con el mal, el peligro o la pérdida. Pero en el arte, esa penumbra puede ser muy fértil, una cantera de significados y sentimientos. Cuando comencé a escribir La mano muerta y otros relatos de azúcar y fuego, no sabía que me estaba adentrando en un espacio donde la oscuridad no solo oculta, sino que revela. Como en los grandes cuadros de Caravaggio.

Todos los relatos del libro tienen detrás la sombra de la muerte, como recuerdo o amenaza. Sin embargo, los textos no resultan tristes, sino luminosos, porque precisamente esa oscuridad de arranque empuja a los protagonistas a la vitalidad, a entender la vida en lo que vale. También resulta revelador el subtítulo del libro, relatos de azúcar y fuego. El azúcar evoca lo íntimo, lo doméstico, y el fuego transforma: destruye y renueva. En cada uno de los cuentos intenté mezclar esa dulzura de lo cotidiano con una chispa incandescente, para que las historias fueran agridulces, tensas y, al mismo tiempo, esperanzadoras.

"Uno de los relatos más inquietantes surgió como una denuncia del horror de la violencia doméstica desde una perspectiva mágica: la desaparición, entre kafkiana y surrealista, de una mujer en su propio cuarto de baño"

Me propuse un desafío importante: que cada relato fuera único en enfoque y temática, pero que todos compartieran una sustancia común, una especie de pulso interno que hiciera del libro una experiencia coherente. Nunca me han gustado los libros de relatos que parecen una limpieza general de tu escritorio, en los que el lector puede encontrar cualquier cosa.

El libro se conformó como un mosaico de ideas persistentes, que me preocupan mucho como creador, normalmente en torno a cómo la comunidad nos trata, cuál es nuestra función en la sociedad y qué podemos hacer por los demás. Así, encontramos a un hombre marcado por la culpa, obsesionado con el recuerdo de un hermano al que nunca ayudó lo suficiente. Hay algo espectral en esa historia, una especie de danza entre el rencor y el arrepentimiento. Otro relato, casi una novela corta, está inspirado en la vida de la anarquista española Federica Montseny y su camino de exilio, aunque sin renunciar a la ficción: su protagonista enfrenta el dilema de huir o quedarse a luchar por algo que quizás ya está perdido.

En otras historias, la atmósfera se vuelve más metafórica, bordeando el realismo mágico. Así ocurre en el relato de sabor ecologista sobre naranjas que crecen sin control, un reflejo distorsionado de la fragilidad del equilibrio natural. O en la narración en la que un hombre, atrapado en el duelo de un divorcio traumático, especula con las muertes producidas por las olas gigantes del Atlántico; el mar se convierte en un símbolo de lo que puede devorar sin remordimientos.

"La escritura se transformó, como el fuego, en un ejercicio de renovación, y al mismo tiempo, como el azúcar, en un intento de aferrarse a lo dulce, a lo humano"

Uno de los relatos más inquietantes —y quizá mi favorito— surgió como una denuncia del horror de la violencia doméstica desde una perspectiva mágica: la desaparición, entre kafkiana y surrealista, de una mujer en su propio cuarto de baño. ¿Qué sucede cuando el espacio más íntimo se convierte en un lugar de misterio? Esa pregunta fue el punto de partida para explorar cómo las fronteras entre lo cotidiano y lo inexplicable son a menudo más frágiles de lo que imaginamos.

El proceso de escribir estas historias fue casi siempre intuitivo, guiado por imágenes y sensaciones más que por argumentos definidos. Pero hubo un hilo conductor, ese que les mencionaba al principio: buscar la verdad del arte como materia constructiva, capaz de devolvernos a la luz con una mirada más compleja, más rica. La escritura se transformó, como el fuego, en un ejercicio de renovación, y al mismo tiempo, como el azúcar, en un intento de aferrarse a lo dulce, a lo humano.

Quizás por eso este libro sea un juego de contrastes. Como la vida misma: dulce y ardiente, leve y desgarradora, íntima y universal.

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Autor: Rafael Ruiz Pleguezuelos. Título: La mano muerta y otros relatos de azúcar y fuego. Editorial: Villa de Indianos. Venta: Todos tus libros.

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