Un suicidio y un misterioso asesinato sirven de arranque a esta novela, ganadora del Premio Café Gijón 2017, en la que dos universitarios recién licenciados afrontan una misión que cambiará sus vidas para siempre: la de localizar unos antiguos libros de teatro medieval. Su autor lo cuenta para Zenda.
La escritura de esta novela fue fraguándose en un lento y laborioso proceso. Comencé el proyecto hace unos años, a partir de la publicación de mi primera novela, Los puentes rotos (2007), y fueron varias las redacciones que, con el tiempo, realicé hasta la versión definitiva. Escribir es una tarea que no siempre consiste en añadir folios a un manuscrito, sino a veces también en eliminarlos, en una labor de poda que bien podría llamarse de “desescritura”. Como ejemplo, diré que algunas páginas relacionadas con el pasado y el entorno familiar y sentimental de la protagonista fueron suprimidas a fin de darle mayor agilidad y concentración al relato.
La idea inicial de la novela surgió de unas preguntas que aún están sin responder en la literatura española: ¿existió un teatro medieval anterior a La Celestina? ¿Por qué después del Auto de los Reyes Magos (siglo XII) no se escribieron obras que continuaran esa tradición dramática? ¿Quizá existieron, pero por alguna razón acabaron desapareciendo? La posible respuesta afirmativa a esta última pregunta fue la que dio origen a la trama principal.
Pero a medida que la novela iba convirtiéndose en un organismo con vida propia, esa trama inicial se entrelazaría con otras tramas que cada vez adquirían mayor desarrollo. Una de ellas, la amorosa, surgió a medida que los personajes se relacionaban entre sí; la otra trama (las muertes de dos de los protagonistas —un suicidio y un asesinato—) sitúa la obra, en principio, dentro de las coordenadas del género policiaco. Pero frente a lo que es costumbre en el género, más que seguir la pista de la identidad del asesino, en realidad lo que se pretende es seguir las motivaciones que condujeron a ambas muertes.
Otra de las causas que ralentizaron el proceso de escritura fue la necesaria búsqueda de documentación. Aunque no se trata de una novela histórica, mi intención de conseguir cierto verismo histórico me llevó a ahondar, aunque fugazmente, en un episodio de la Guerra Civil, el del frente de Guadalajara, ya que Brihuega y Sigüenza son dos de los escenarios donde se sitúa la acción narrativa.
El desarrollo de una historia semejante requería poner en escena a unos personajes formados literariamente y relacionados con el mundo del teatro. Por eso sus protagonistas (y sus antagonistas) pertenecen al ámbito universitario. Sus tres personajes centrales provienen, además, de un grupo de teatro que había representado, entre otras, La Celestina, obra que actuará como una especie de maldición y que condicionará el destino de algunos de ellos. Unos personajes que, a medida que avanzaba la historia, parecían adquirir vida propia y reclamaban mayor protagonismo del que en principio se les había concedido en el guion. Esta es otra de las razones que me obligaron, más de una vez, a revisar y reestructurar algunas secuencias del relato.
La perspectiva narradora me resultó también, en ciertos momentos, algo problemática. El hecho de que la obra esté narrada desde un punto de vista femenino, el de la protagonista, constituyó un reto desde el principio porque me obligó, como autor, a realizar una ardua y constante tarea de vigilancia, de desdoblamiento o casi de suplantación de identidades. No es fácil para un hombre escribir desde el punto de vista de una mujer. Pero gracias a uno de los personajes (aunque resulte extraño decirlo así) encontré la solución a semejante problema.
En definitiva, La mujer de la escalera es una novela casi con conciencia propia, que creció más allá de los límites que le fueron impuestos en el guion.
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Autor: Pedro A. González Moreno. Título: La mujer de la escalera. Editorial: Siruela. Venta: Amazon, fnac y Casa del libro
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