Hace unos años Emma Cline publicó en Anagrama Las chicas, una magnífica novela sobre la irresistible fascinación que la maldad ejerce sobre el ser humano. En ella reconstruía de forma libre la experiencia de una de las chicas Manson, esas adolescentes hijas del sueño americano que decidieron convertirlo en pesadilla una noche de agosto, cuando irrumpieron de noche en la mansión que Polanski y su esposa Sharon Tate habían alquilado en California para, haciendo gala de una estremecedora crueldad, matar a la actriz embarazada de ocho meses y medio y a varios de sus invitados. En Las chicas Cline asumía el punto de vista de Evie, la muchacha insignificante que se quedó en el coche mientras sus compañeras se colaban en la casa y llevaban a cabo la masacre. Este personaje le permitió a Cline narrar los hechos desde el ángulo de la colaboradora necesaria en la matanza, remontándose al momento exacto en que Evie cayó en las redes de Manson, atraída por la belleza y el magnetismo que desprendían las acólitas de aquel gurú obsesionado con el triunfo, así como por la libertad utópica que parecía respirarse en el rancho abandonado donde vivían los integrantes de la secta.
En esta ocasión Cline vuelve a acercarse al tema del monstruo moderno, entendido como protagonista masculino de moral desviada y psicología manipuladora que ejerce el abuso de poder con toda impunidad. En “Las chicas” ese papel lo encarnaba Manson, un líder de oscuro carisma, capaz de someter a un colectivo femenino a sus deseos y utilizarlo para saldar, sin manchase las manos, una venganza personal contra el productor musical al que culpaba de su presunto fracaso como cantante. En Harvey, nouvelle editada también por Anagrama, Cline se centra en la exploración interna de un ogro contemporáneo, el todopoderoso Harvey Weinstein, uno de los pesos pesados de Hollywood que durante décadas abusó sexualmente de muchas jóvenes actrices y asistentes de trabajo a las que intimidaba y sometía sin ningún tipo de cortapisas. Cuando una de esas mujeres acosadas confesó en público que había sido violada por Weinstein se desencadenó un auténtico huracán de testimonios que acabaron con el silencio cómplice del mundo del cine que había amparado durante años al productor. El relato se lleva a cabo desde una perspectiva muy concreta, la del propio Weinstein, y se ciñe a un tramo temporal breve, las horas previas a su juicio, que pasa recluido en la mansión de uno de los pocos amigos que no le han dado la espalda tras desatarse el escándalo que cristalizó en el famoso “Me Too”.
Es interesante cómo la autora se acerca al mastodonte Weinstein, a su encierro de condenado en una jaula de platino donde es asistido tan solo por un mayordomo fantasmal. De los rodajes de superproducciones, de las fastuosas fiestas de los estrenos o las galas de los Oscars, Weinstein pasa a la soledad absoluta, que además llega acompañada de la decrepitud y la enfermedad del gigante que todo lo podía y lo tenía desde hacía casi treinta años, como si el hecho de haber sido extirpado del sistema hollywoodiense hubiera acelerado considerablemente su ocaso social, pero también físico. Cline elige desterrar de su relato referencias explícitas a las mujeres víctimas del magnate cinematográfico y que la narración no se prolongue después del juicio que acabó con él en la cárcel y pagando indemnizaciones millonarias a las jóvenes abusadas. Es decir, el libro no ofrece un fresco completo, una panorámica amplia ni un análisis tan profundo como el de su novela anterior, aunque en ambas piezas el conflicto lo genere ese poder masculino ejercido, más o menos voluntariamente sobre las chicas Manson, de forma abiertamente abusiva en el de las actrices y trabajadoras que rodeaban a Weinstein. Se centra en la reflexión del propio acusado sobre lo que le sucede, en sus elucubraciones sobre un futuro próximo que incluye planes, nuevos proyectos como el rodaje de una película basada en una novela de Don DeLillo, a partir del momento en que se convence de que el famoso escritor es el vecino que habita la mansión contigua. La novela detalla el ambiente de lujo opresivo que rodea a Weinstein mientras recibe sofisticados tratamientos médicos a domicilio, y aguarda esperanzado el final feliz de la historia. Siempre ha podido solucionar sus problemas extendiendo un cheque y no tiene motivos para pensar que esta vez será diferente. No se aparta de esa línea de pensamiento egocéntrico, centrado en su día a día o su porvenir, nunca en el pasado. La ausencia de reflexión y/o remordimientos que pudieran inspirarle las decenas de agraviadas deja claro el nulo papel que ocupan en su vida, lo banales que fueron para él los abusos cometidos. Como un niño egoísta que se recupera de una convalecencia Weinstein pasa las horas comiendo chocolatinas mentoladas, echando cabezadas y viendo series, imaginando éxitos venideros, comportándose con torpeza con la enfermera que lo atiende o su hija cuando lo visita a regañadientes. Las semejanzas y contrastes que pueden establecerse entre Manson y él son evidentes. Ambos se impusieron como dueños y señores de las mujeres con las que trataban. El instigador que orquestó el asesinato de Tate y sus amigos en Cielo Drive regía la voluntad de sus adeptas hasta tal punto que años después ellas aún asumían siniestramente felices el crimen que habían perpetrado en un pasado en el que requerían del beneplácito de un padre/amante/líder que diera sentido a sus vidas. En el siglo XXI, sin embargo, después de varias décadas de impunidad, Weinstein asiste, atónito, al contraataque de las actrices a las que agredió y al nacimiento de un revolucionario movimiento global de respuesta que condena su violencia patriarcal.
El mundo al que perteneció (o que le perteneció) se alía contra él y Weinstein se queda solo en las jornadas que preceden al juicio. Su ambición profesional y sus inseguridades personales determinaron, según el enfoque de Cline, una imposibilidad patológica para establecer vínculos saludables, no basados en el empleo del poder y la fuerza bruta, con quienes le rodeaban. Pero el lector, al menos esta lectora, no siente ninguna compasión hacia él y asiste en primera fila al espectáculo que lo convertirá en protagonista involuntario en apenas unas horas, con la complacencia de quien sabe anticipadamente lo que va a ocurrir. La última noche antes de su condena Weinstein, el ogro medio cojo ignora todavía que ha llegado a convertirse en un auténtico monstruo para los demás. Y ni siquiera parecer escuchar el rumor de las hordas furibundas que se acercan, cargadas con antorchas, para incendiar su castillo.
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Autora: Emma Cline. Título: Harvey. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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