Al inicio de la segunda parte del Quijote, el bachiller Sansón Carrasco, convertido en un crítico literario de cualquier suplemento del siglo XVII, sentencia que el éxito de la primera parte de la obra cervantina se debe a que “es tan clara que no hay cosa que dificultar en ella”; pero, al momento, matiza su propio juicio con una sociología de la recepción a partir de la edad de sus lectores: “Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran”. ¿Cómo una obra “tan clara” puede decir tanto y tantas cosas a las diversas edades de los lectores? Sin ser consciente, esta misma pregunta fue tomando forma en mi mente a medida que me iba adentrando en la última novela de Clara Sánchez, Los pecados de Marisa Salas (Planeta, 2024).
—Veo que Carolina Cox ha sacado novela —digo señalando una pequeña colina de libros sepultada por las grandes montañas de Los sueños insondables.
—Está mal que yo lo diga —dice él—, pero francamente no hay color entre Los sueños insondables y otra novela repetitiva de Carolina.
Siento algo precioso en el corazón, una especie de amor hacia Simón. Él no puede sospechar que Carolina publicó su primera novela en el mismo año que yo y con el mismo editor, con la diferencia de que ella triunfó a lo grande y yo desaparecí, una moneda al aire que el universo volcó a su favor.
—No se puede estar siempre aupando a los mismos escritores —continúa Simón—. La literatura necesita sangre fresca y Los sueños insondables lo es.
Es esta frase la que me anima a echarle un vistazo a la primera página con la esperanza de que de verdad sea mejor que cualquier cosa escrita por Carolina (p. 16).
Y en este diálogo, en los escasos comentarios que lo contextualizan está resumida una de las líneas argumentativas del libro: ¿dónde se encuentra la clave del éxito? Y lo hace poniendo en el mismo plano temporal y en el mismo espacio tres posibilidades en el mundo editorial: el fracaso de una primera novela, publicada hace veinte años y de la que ya nadie se acuerda (Días de sol); el inicio de la decadencia de una carrera novelística de éxito (la nueva novela de Carolina Cox, que por repetitiva ni se indica su título); y la novedad exitosa de un nuevo autor que ha sorprendido a todos por su frescura (Los sueños insondables), y del que todo el mundo habla, porque la literatura (y la vida) necesita de novedades, de nuevas voces y nuevas perspectivas…
Pero justo en ese mismo instante en que hemos dejado la narración —como justo el momento en que don Quijote está por darle un golpe de espada al vizcaíno en la primera parte de su obra— todo se vuelve una ficción: ¿acaso realmente estamos ante tres momentos de posibilidades narrativas, que van desde el mayor de los fracasos al más grande de los éxitos, pasando por la decadencia de una fórmula narrativa por su repetición? Nunca nos esperaríamos la reacción de Marisa al leer las primeras líneas de la novela de Luis Isla: “Vuelvo a abrirla y leo de nuevo unas palabras que reconozco dentro de mí. ¿O será una señal lanzada por Carolina para recordarme una vez más que ella está dentro del escaparate y yo fuera? Me siento revuelta, con náuseas, como si hubiese corrido y sudado y luego me hubiera tomado un vaso de agua helada. Para tranquilizarme abro ahora la novela por la mitad y leo media página. No tengo más remedio que apoyarme en la mesa de novedades y noto un hilo de sangre que me resbala desde la nariz. Cae una gota que emborrona la palabra “mar”, por lo que no puedo devolver la novela a su sitio y me dirijo a la caja a pagar ante la sorprendida mirada de Simón” (pp. 16-17). ¿Qué ha sucedido? La fascinante y novedosa novela de Luis Isla, esos Los sueños insondables de los que todo el mundo se hace eco y que ha alcanzado a conjugar el éxito de ventas con los halagos de la crítica, es en realidad Días de sol, que en 1989 publicara Marisa Salas, y de la que nadie se acuerda y de la que ni ella misma conserva un ejemplar en su casa.
Así que la realidad editorial se ha convertido en una ficción, pues el fracaso de hace veinte años ahora, con las mismas palabras, el mismo libro, se ha convertido en el gran éxito de ventas del momento. ¿Un engaño editorial a partir de estrategias de manipulación? ¿Un engaño del nuevo autor, ese jovencito Luis Luna, un escritor sin escrúpulos que no duda en robarle su texto a un autor para alzarse con el éxito actual? ¿O hay algo más, algo más fascinante, en esta apropiación literaria, que lo es también de posibilidades de vida?
Los pecados de Marisa Salas, como diría el bachiller Sansón Carrasco, aparentemente se presenta como una “novela clara”, en la que “no hay cosa que dificultar en ella”, pero, en realidad, son muchas las capas de lectura que nos ofrece Clara Sánchez. Son muchos los temas que se van entrelazando a medida que vamos leyendo, a medida que vamos conociendo mejor a Marisa y su entorno (a su venerado hijo y a su marido), y a Luis y el suyo propio, con su madre que le protege y un padre para el que es invisible, y con un sistema editorial que se convertirá en su segunda piel, una piel que termina por ser la suya, convirtiéndose en un sueño de papel. Y eso es lo natural si tenemos en cuenta que el propio Luis nos dice al inicio de la obra: “El problema de la vida es que hay gente que sabe perfectamente lo que tiene que hacer, lo que quiere, y otros no”.
Los pecados de Marisa Salas es un viaje por los entresijos editoriales del éxito, de cómo se pueden levantar y hundir carreras; de la forma de actuar de editores y de ayudantes, con una espléndida Teresa que mima cada detalle en la vida de su autor; en donde la apreciación inicial de Marisa Salas sobre que el éxito o el fracaso de un libro depende del destino “de una moneda al aire que el universo” vuelca a favor o no de un autor, es solo un espejismo juvenil, pues son otros los hilos que tejen las listas de éxito del mercado editorial. Pero también es un viaje por la propia construcción del “personaje” del autor, que termina viviendo en la literatura, haciendo de su vida una “vida de papel”, sin olvidar las memorables páginas dedicadas a la deriva personal y literaria de Carolina Cox y a los cimientos que va construyéndose Luis Isla, que termina por ser devorado por el propio personaje creado por él y por su madre. Y, sobre todo, es el viaje de la propia Marisa Salas que ha de tomar las riendas de su vida —más allá de aquella playa de su juventud que se ha vuelto un lugar mítico— y decidir dónde poner el foco del éxito: si en recuperar su novela o si en seguir con su vida, una vida de felicidad construida con su marido Mauricio, y su hijo y su nieto, que nada saben de su primera novela, de su relación con la literatura.
Los pecados de Marisa Salas es, sin duda, la más cervantina de las novelas de Clara Sánchez. Una novela donde, a partir de una autora que vive las dos caras del éxito y del fracaso editorial, se indaga sobre la naturaleza del éxito en la vida y en la literatura. Pero, sobre todo, es una novela donde la literatura se convierte en un motor de la vida: un motor que puede llevar a la construcción o a la destrucción, y todo depende de cómo queramos vivirla, cómo queramos, cada uno de nosotros, construir nuestro propio éxito al margen de los modelos impuestos por una sociedad de consumo, donde lo único que parece importar son las filas de compradores en las presentaciones de libros. Los pecados de Marisa Salas comienza con una pila de libros en una librería y acaba con una novela en un cajón. ¿Y en medio? La vida. La vida de Marisa Salas —con todos sus pecados, sus aciertos y errores—; pero también nuestra vida. ¿Una vida de fracasos o de éxitos? Eso cada lector de la obra de Clara Sánchez lo tendrá que decidir.
Pero de lo que no me cabe duda de que Los pecados de Marisa Salas es una novela “que los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran”.
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Autora: Clara Sánchez. Título: Los pecados de Marisa Salas. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros.
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