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La nueva edición ampliada de las cartas de J. R. R. Tolkien

La nueva edición ampliada de las cartas de J. R. R. Tolkien

John Ronald Reuel Tolkien, el creador de la Tierra Media, dedicaba varias horas de cada día, siempre que podía, a escribir, y una parte del resultado, aparte de sus libros, conferencias, estudios literarios, etcétera, son miles de cartas enviadas a amigos, editores, lectores, familiares y otros destinatarios. A quien ese número le parezca mucho no tiene más que pensar en la cantidad de sus correos electrónicos, mensajes de WhatsApp, tuiteos, entradas en blogs, Facebook, Instagram o varios sitios modernos más, y se podrá comprobar que la colección completa del material escrito de mucha gente contemporánea puede llegar fácilmente a esa cantidad y más. Solo que en vez de estar todo recogido en el mismo sitio, en aquel entonces había que escribirlo en papel y enviarlo por correo.

En 1981, ocho años después de su muerte, el biógrafo de Tolkien (Humphrey Carpenter), con la ayuda del hijo del escritor, Christopher Tolkien, publicó una colección de unas 350 de estas cartas, eligiendo las que pensaban que podrían ser más útiles para que el público entendiera mejor la vida y obra del autor de El hobbit, El Silmarillion y El Señor de los Anillos. Inicialmente la recopilación iba a contener 500, pero por cuestiones de precio y espacio se recortaron 150, y es que a principios de los 80 era dudoso cuánta gente iba a gastarse un dinero apreciable en un tomo grueso o dos separados aún más caros, a pesar de que la obra de Tolkien tenía muchos adeptos aun entonces. Pues bien, ahora acaba de aparecer la obra en su extensión original, subtitulada «revised and expanded edition», con ese contenido que se quitó en su momento: 150 nuevas cartas y versiones extendidas o completas de otras 40.

A todo esto, no se debe confundir este libro con The Father Christmas Letters (Las cartas de Papá Noel). Este otro es una recopilación de las cartas que Tolkien escribía a sus hijos por Navidad, simulando ser Santa Claus, una tradición que duró trece años, desde 1920 a 1943. El libro del que hablamos aquí es uno de los manuales más usados y citados a la hora de escribir análisis, tesis y todo tipo de trabajos sobre la obra de Tolkien, ya que en muchos casos son el único lugar donde él mismo comenta varios puntos centrales de sus obras. Por esta razón, la numeración original de las cartas se mantiene, y las nuevas adiciones se marcan con una letra extra (143a, 143b, por ejemplo), de forma que no se produzca un caos en el aparato crítico de los estudios publicados hasta ahora.

La pregunta es: ¿hay algo verdaderamente valioso en esas 150 nuevas adiciones? Pues lamento decir que muy poco, la verdad. Un 40% de lo nuevo son cartas familiares, en especial a los hijos de Tolkien, llenas de detalles cotidianos como «te mando x dinero», «ayer estuve con C. S. Lewis», o «buena suerte» con lo que estuvieran haciendo. Es lógico que esta parte fuera de las primeras que se cortaron si hacía falta, pero ahora así se redondea un poco más la imagen de Tolkien como padre o marido (los problemas de salud que irán apareciendo en las últimas cartas apenan de verdad al lector). Otro 35% son cartas a los editores, la mayoría de ellas enviando correcciones o expresando el poco tiempo que tenía para todo (a pesar de lo cual invertía buena parte de él escribiendo esas mismas cartas). A través de ellas una cosa que se ve es cómo el retraso en la publicación de El Señor de los Anillos fue, en una parte apreciable, causada por el propio Tolkien, ya que debía ser él quien tenía que dar el visto bueno personal no solo a las galeradas del texto, sino a detalles que solo él conocía bien, como las runas, los mapas, los idiomas élficos que inventó o las ilustraciones que debían acompañar a la historia. Terminado en 1949, se tardó cinco años en publicarse solo el primer tercio, y es que a pesar de que a menudo la gente se refiere a él como «una trilogía», ya que apareció en tres volúmenes inicialmente y en muchas ediciones posteriores, se escribió originalmente como un libro único. Para entonces Tolkien tenía ya 62 años, y a uno le da por pensar qué podría haber hecho con esos cinco años extra si el libro se hubiera publicado antes y hubiera podido disponer de más tiempo y medios para completar su (sub)creación. Quien esté verdaderamente interesado hará bien en tener la edición completa, pero para «uso diario» yo voy a seguir manejando mi machacado volumen subrayado, anotado y abombado por abajo debido a un día de lluvia en Oxford. Porque a pesar de que lo nuevo no sea tan interesante como lo ya publicado, es un libro de un interés extraordinario para cualquier visitante a la Tierra Media.

El libro original, por cierto, no se tradujo en España hasta 1993, y resulta extremadamente extraño que con la fama y el frikerío que tiene Tolkien en España sea un volumen muy difícil de encontrar, que no se ve nunca en las estanterías de librerías y por el que se piden precios desorbitados en internet. De Tolkien se puede encontrar fácilmente en español casi todo que que ha escrito, excepto este libro, que es de los mejores que se puede tener aparte de sus propias obras de ficción, así que esperemos que pronto aparezca alguna edición nueva, porque seguro que mucha gente interesada se está quedando sin poder acceder a esta joya. En él podemos aprender, por ejemplo, que la distancia entre Hobbiton y Minas Tirith es la misma que la de Oxford a Venecia (lo cual coloca Mordor hacia Grecia o Turquía, ¿quizá Troya?). Compara a los habitantes de Gondor con antiguos egipcios empeñados en construir obras duraderas en piedra, y también asegura que son lampiños, así que Viggo, a afeitarse tocan, para desmayo de muchas (y muchos). También discute con un lector si se puede comparar a Frodo con Jesucristo y a Galadriel con la Virgen María, y que «no me gusta el francés, y prefiero el español al italiano». De entre todas las criaturas que inventó o adaptó, dice parecerse a un hobbit más que a ninguna. También expresa desdén y rechazo por las ideas nazis, a la vez que describe que los orcos (lejos de ser las monstruosas criaturas que aparecen en las películas) tenían el aspecto de mongoles de piel amarillenta y desagradables de ver para las gentes del Occidente al que atacaban. Tolkien quería hacer en sus obras una especie de «que habría ocurrido» si las Islas Británicas hubieran tenido su propia tradición mitológica al estilo de la escandinava o grecorromana, y por eso la parte de la Tierra Media que conocemos tiene el mar al oeste y una gran extensión ignota hacia el este, misteriosa y llena de enemigos a los que a veces hay que parar los pies, como las hordas de Gengis Kan en su tiempo, por ejemplo. Y entre varias curiosidades y anécdotas, también hay análisis de bastante peso intelectual sobre las raíces filosóficas, religiosas, lingüísticas e históricas del mundo de Arda.

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