Poema, hasta ahora inédito, de Manuel Vilas.
Ese hombre que se levanta con dolor
en las vértebras del cuello,
como si hubiera permanecido
balanceándose
en una horca
toda la noche.
Ese hombre que delante del espejo
recuerda a sus muertos mientras contempla
el mineral crecimiento de la barba,
la carne devastada
como tierra
aún involuntariamente fértil,
donde solo crecen las ortigas.
Ese hombre que corre la cortina
y entra el sol feroz de España,
porque es finales de julio y reina el verano
que se ha convertido en veredicto,
condenación
y sudario de las estrellas.
Ese hombre que aúlla como luz sin agua.
Ese hombre que se sienta en la cocina
y ve la disolución del fantasma de su madre.
Ese hombre a quien ya no le hablan ni los muertos.
Ese hombre soy yo, un residuo
de quienes me amaron,
una piel enamorada.
MANUEL VILAS
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