No es esta una recopilación de artículos monda y lironda, carente de enjundia. No ocurre así porque muestran la poética extraña de Bárbara Mingo, una de las autoras más sofisticadas de nuestro periodismo, capaz de sostener una apuesta en apariencia pequeña pero también revolucionaria, por lo que tiene de alejamiento de las propuestas más obvias, centradas en lo que el día a día nos ordena. Es esa inmortalidad de los temas tratados, tanto por su fondo como por su enfoque, lo que justifica el libro, que tendría menos sentido si los artículos abordaran, por ejemplo, la actualidad política.
Resulta especialmente útil para estos tiempos de atención destrozada. Puedes saltar de artículo en artículo, de párrafo en párrafo, y encontrar la belleza de la alta literatura sin la necesidad, tan difícil en nuestra época, de mantener la atención. Así ocurre porque construye escenas perfectas, que guardan un equilibrio absoluto de expresión e información. Y lo hace con suma soltura, sin que se perciba esfuerzo alguno. El lector, irremediablemente, se queda con las ganas de ver sus escenas en sucesión, dentro de una novela o, como poco, un libro de relatos.
Su gran mérito no es solo la originalidad de su mirada. Lo es también cómo consigue transportar su mirada hasta el lector con total éxito. Es decir, que su perspectiva sea integrada y comprendida por el lector. No es nada fácil y no suele ocurrir. Una cosa es pensar un mundo, otra escribirlo y otra que sea comprendido.
Conseguir tal logro sin salir de nuestro entorno, radicalmente político y acelerado, dominado por asuntos que realmente no nos importan, no es nada fácil. En la perspectiva de Mingo podemos encontrar rasgos de cierto misticismo decimonónico, no en vano su anterior obra era la crónica de un viaje a Lituania, en busca del legado de un pintor teósofo y simbolista, el mítico Mikalujus Konstantinas Cirliunis. Incluso la política es contemplada desde una perspectiva radicalmente nueva: así ocurre en el primer texto, donde narra la salida del féretro de Franco del Valle de los Caídos como si fuera una película experimental.
¿Quién dedica un artículo a una recopilación de sus sonidos favoritos? O a lo que ocurrió cuando era niña, que guardó unos chicles mordidos en el bolsillo y se olvidó de su existencia. Este último texto, titulado “Tres calas en el pudor infantil”, es una combinación perfecta de expresividad e información que debería mostrarse en los cursos de escritura. En su equilibrio entre la poesía y la prosa encuentra paralelismos en autores como Christian Bobin, George Perec o poetas injustamente olvidadas, como Blanca Andreu. Es el suyo un espíritu muy francés, deudor, sin duda, de la nouvelle vague.
La clave tal vez sea, entre otras, un enfoque propio del tiempo, que se desdobla, amplía y condensa con asombrosa facilidad: “El canto del autillo en mitad del silencio de la noche. Tú estás en duermevela entre las sábanas, él está muy atento entre las ramas de un árbol. En cualquier sitio donde lo oiga siento, en el centro mismo de la oscuridad, que la habitación donde estoy se transforma en la casa donde veraneaba, que en las paredes recién levantadas se cuelgan los cuadros conocidos y las cortinas estampadas…”.
Esta recopilación ayuda a vivir, porque muestra cómo se puede encontrar sentido en los rincones más inesperados, en aquellos lugares a donde ni siquiera miramos. Lugares universales, separados de lo material.
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Autora: Bárbara Mingo. Título: Lloro porque no tengo sentimientos. Editorial: La Navaja Suiza. Venta: Todos tus libros.
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