París, primavera de 1942. Charlotte Delbo y su marido, Georges Dudach, son detenidos. Los dos pertenecían al partido comunista. Charlotte tenía 29 años. A su marido lo fusilaron. A ella la enviaron a Auschwitz, junto a otras 230 francesas. Solo sobrevivieron cuarenta y nueve.
Leemos los dos primeros tomos de sus recuerdos del horror en tiempos de pandemia, confinamiento y miedo. Auschwitz fue una creación humana, deliberada, planificada, conocida… Pura crueldad. Entendemos mejor que nunca la falta de esperanza y, a la vez, recordamos ahora que el ser humano es también capaz de lo mejor.
Delbo, agotada, helada, sedienta, se esfuerza en no dejar de ser persona y recuerda todos los días, como un mantra, los comercios de su calle, los poemas de su infancia, los nombres de sus amigos. Recuerda, también, El misántropo de Molière, y sobrevive sostenida por sus compañeras, sosteniéndolas también a ellas. Porque sobrevivir es, casi siempre, una tarea colectiva.
Sus recuerdos del infierno están escritos entre la poesía y la memoria, llenos de verdad.
Es de día hasta el final del día.
El hambre. La fiebre. La sed.
Es de día hasta la tarde.
Los riñones son un bloque de dolor.
Es de día hasta la noche.
Las manos heladas, los pies helados.
(…)
Es de día durante toda una eternidad.
El horror es infinito y, aun así, el cuerpo aguanta porque no sabe morir. Y así, siendo cuerpo y compañerismo, cuerpo y equipo, un grupo de prisioneras que no son ya amigas, sino simbiosis, vuelven de ese mundo del que nadie podía volver y descubren que “la tierra era hermosa porque la habíamos recobrado. Hermosa y deshabitada”.
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Autora: Charlotte Delbo. Título: Ninguno de nosotros volverá. Traducción: Regina López Muñoz. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Amazon
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