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La presidenta Sheinbaum y el problema de la cultura

La presidenta Sheinbaum y el problema de la cultura

Mucha gente en México deseó toda su vida tener al frente del Gobierno de la nación a una persona que tuviera una visión congruente con lo que el país necesitaba para administrar su riqueza nacional, una persona que pudiera entender el mundo de los científicos, los artistas y los protagonistas de la cultura, para poder avanzar y sobre todo atender los alcances de la ciencia, las artes y la cultura. Esa persona parece haber llegado con la elección de Claudia Sheinbaum, licenciada en física y doctora en ingeniería ambiental, curtida en la política desde su juventud como parte del movimiento estudiantil universitario y más tarde como Jefa del Gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, la tarea que tiene frente a sí en el campo de la cultura deberá sobreponerse al abandono en el que cayó en manos de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien en aras de otorgar unos apoyos a las comunidades que más lo necesitaban —lo que se dio en llamar el pueblo pobre—, se los dejó de dar no solo a los creadores y artistas, sino a todo tipo de proyectos, descontando la puesta en marcha del megalómano Chapultepec. Naturaleza y Cultura, el único que contó para la administración, dirigido por el artista plástico Gabriel Orozco en medio de una situación en la que, como apuntó en su día la activista cultural María Minera, se estaban desmantelando, sin razonamiento alguno de por medio, instituciones y proyectos que mal que bien funcionaban, con teatros agonizantes, museos con goteras o sin bombillas, oficinas con presupuestos raquíticos con los que no se pudo aspirar a llevar a cabo nada medianamente decente; extintos apoyos al trabajo artístico que estimulaban la labor que de todos modos se hace, pero que se podía hacer con más holgura, y un desempleo generalizado en el medio cultural por la desaparición de cientos de puestos de trabajo en el sector, lo que dejó los ánimos de la comunidad cultural mexicana por debajo de los suelos. Así que hoy el reto es múltiple y titánico. Algunos consideran que la administración de Sheinbaum no podrá superar esa desolación porque no hay dinero, y que todo pasa por lograr un equilibrio verdadero para que lo que no se dio a los artistas ahora se les otorgue y que se siga apoyando a las comunidades indígenas y a los más marginados; es decir, que el presupuesto que se destine a la cultura sea, mínimo, como lo indica la Unesco: del 1% del Producto Interno Bruto. Otros piensan que la jefa del ejecutivo tendrá una misión imposible, porque debe reconstruir todo lo destruido, y a ello añaden que la nueva secretaria de Cultura, Claudia Curiel de Icaza, no tiene la capacidad de hacerlo, ya que cuando estuvo al frente de la Secretaría de Cultura de Ciudad de México, fue únicamente para desarrollar una sección de espectáculos y conciertos masivos en el Zócalo, sin una verdadera política cultural. También se señala que la política cultural en México ha sido totalmente autócrata, delimitada únicamente a los grupos cercanos al poder, y que cualquier persona que hacía una mínima crítica al gobierno estaba excluida, algo que, lamentan, difícilmente cambiará porque el Gobierno de Sheinbaum sigue teniendo la misma estructura. Los hay también que miran con tristeza la destrucción del patrimonio arqueológico de México registrado a raíz de la construcción del Tren Maya, que alteró y realizó malas intervenciones sobre monumentos arqueológicos e históricos, lo que provocó una denuncia que no ha sido contestada a pesar de haber sido ratificada. Finalmente, están los pesimistas, quienes parten de la premisa de que la presidenta de México trabajará con un presupuesto muy acotado, pues existe un déficit presupuestal acumulado de miles de millones de euros, más el peso de la deuda pública, que roza el 48% del Producto Interno Bruto. Así que el margen de maniobra es más bien escaso. ¿Cómo lo resolverá la presidenta Sheinbaum? Para empezar, si no cuenta con la comunidad cultural en su conjunto, será imposible. Porque estoy seguro de que hay muchas propuestas, valor, firmeza y determinación para sacar a flote el sector cultural mexicano. En sus manos está apoyarlo. Ya veremos.

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