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La que está en las nubes

La que está en las nubes

Este poemario bilingüe, pues al texto español acompaña su traducción al griego, obra de Anastasia Lambrou, se adorna en la portada con una pintura de Carmen Molina Cantabella, titulada en el cielo y que se apoya en la definición que la autora da de sí misma: Nefelibata, la que está en las nubes.

El texto poético, nacido de la experiencia de la pérdida de la madre, no es, pese a lo que pudiera parecer a simple vista, un canto elegíaco, sino más bien una oda al renacer a la vida. Hay quien dice que la poesía solo puede surgir de los grandes dolores. Sin embargo, la poesía es una pausa necesaria y salvífica en medio del dolor. La poesía surge, más bien, del silencio que precede a la eclosión de la palabra reflexiva y rítmica, cargada de imágenes, que remiten al verdadero sentido del vivir que solo se alcanza en la muerte.

En ese dolor por una gran pérdida, Rosario Guarino con su fina y cadenciosa palabra, lenta y a ratos solemne, pero menuda, sosegada y diáfana, nos acerca a la memoria. Por estos poemas discurren cuatro generaciones de mujeres desde la abuela a la bisnieta, junto con las hermanas y por supuesto la madre, más la presencia amorosa de varones; padre y compañero del alma. Salen a ocupar su lugar en el cortejo la lengua de la tierra de origen, también objetos cotidianos que nos traen la memoria de risas y encuentros. Aquellos rincones de la infancia que todos tenemos y que nos dan una seña de identidad más certera que el nombre, el apellido o el número del carné.

Este poemario, cuajado de referencias a la cultura clásica, en la que se demuestra que la autora no es solo una docente, sino una vocacional de su materia, no están únicamente las citas buscadas y escogidas de poetas latinos o del gran Shakespeare, sino que se deslizan rasgos homéricos como esa Aurora de dedos rosados, que leíamos en clase de griego, peleando con aquellos enriquecedores versos.

Lamento que mi griego, sin embargo, esté algo apolillado, pues cayó exhausto, empujado violentamente por otras gramáticas, sintaxis y vocabularios. Demasiado árabe, hebreo y arameo para retener todas las conjugaciones del latín y del griego. Pero me produjo hasta una oleada de ternura el reconocer el artículo delante del nombre propio. Un modo mantenido desde el griego clásico hasta hoy, que conforta del rechazo de la norma hacia el uso familiar y local en castellano. Por todo esto tendrán que ser otros los que valoren los aciertos de la traducción, aunque se puede sospechar que será acertada ya que existe un vínculo de amistad y mutuo conocimiento entre la autora y su traductora. Ello asegura que no haya traición.

Un hermoso libro para leer poco a poco y a borbotones. Un libro que consuela y esperanza, a pesar de las dificultades del dolor y el lamento. Un canto al renacer, a la vida, a la memoria que nos sostiene en la pérdida. Al amor en mil modos experimentado que, ya es sabido, es más fuerte que la muerte.

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Cinco poemas de La última primavera, de Rosario Guarino Ortega

La tierra ha completado

la vuelta al sol

desde aquel instante preciso

en que se extinguió la luz de tus ojos

y la última bocanada de aire

se llevó tu aliento.

Ahora eres rumor de mar

dentro de mí.

Marejada que me agita

en medio de un oleaje bravo

de tormenta amenazante

u ola que acaricia la orilla

y deja en ella su encaje de espuma.

Agua mansa que me acuna

y me consuela.

Como una madre.

 

Cuando yo ya no esté

quiero que mi recuerdo

solo sea

motivo de alegría,

que no pienses

que no me tienes ya.

A tu lado

por siempre yo estaré,

desde ese vértigo

que nace de lo eterno,

imposible de abarcar

como la Nada.

 

Nefelibata soy, yo lo confieso,

Por si acaso pudiera

servirme de disculpa este defecto

que es mi mejor virtud al mismo tiempo

puesto que, si algo puede definirme,

la paradoja es, que en sus extremos

como alfa y omega

contiene lo posible y lo imposible

y en los contrarios halla la armonía

el ying y el yang occidental,

lo efímero y lo eterno vueltos uno,

la causa y el efecto

la oscuridad y el día…

Nefelibata soy, ¿qué voy a hacerle?

 

Y heme aquí

otra vez

zarandeada,

condolida,

maltrecha,

y sin aliento apenas

pero

con la sensación,

irrenunciable,

de que mis sueños

permanecen intactos,

incólumes

bajo la coraza

de una determinación ciega:

La de intentarlo

siempre

aun cuando siempre no exista

o, quizá, precisamente por eso.

 

Las palabras no alcanzan.

Esta noche, ese sueño

hermana en tus cenizas

vida eterna

con amores perpetuos.

Ahora, tal vez, conozcas el secreto.

Para los que aquí estamos

Continúa el enigma, irresoluble

pendent colloquia interrupta…

Quo usque?

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Autor: Rosario Guarino Ortega. Título: La última primavera. Editorial: MurciaLibro. Venta: Todostuslibros

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