Tradujo a Shakespeare, Keats y Petrarca. Fue ensayista y crítico literario, pero en esta sección le recordamos por su obra lírica. A continuación puedes leer El adiós, de Yves Bonnefoy.
La rapidez de las nubes, de Yves Bonnefoy
La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo,
La rapidez espléndida de esas nubes,
La súbita garra de la lluvia en los cristales
Como si la nada rubricase el mundo.
En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
Sin calor, en el suelo embaldosado.
Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.
¡Oh amiga mía,
Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
¡La hoja de la espada del tiempo que merodea
Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!
Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Fontán.
La limpia imagen que nos deja Bonnefoy, nos reconcilia con la sencillez de Natura. Es cruel, pero tersa, desgarradora pero indolente, como si la brutalidad del acontecimiento; diáfano, idéntico al cristal donde aparece nuestro reflejo, dijera, con un grito ahogado, que esa representación, es el final, pero también la crónica despiadada de los días. Hay un Principio (con mayúscula), el devenir, que inexorable, es también lo último.