Llega el momento de poner las cosas en su sitio. El año nuevo queda demasiado lejos y sus habituales propósitos deben ser revisados. Tras la pausa estival nos asaltan la angustia de las tareas inacabadas y el vértigo ante la llegada del fin de año. El miedo a reencontrarnos con los mismos fracasos y a revivir la fugacidad del tiempo perdido nos obliga a tomar un nuevo impulso. Esta actualización de propósitos o vuelta a la carga es lo que los franceses llaman “la rentrée”.
El término se asocia principalmente a la vuelta al cole, pero también se aplica a cualquier actividad retomada tras un largo periodo de descanso, sobre todo si coincide con el verano. Como si, a pesar de quedar lejos la añorada infancia, siguiéramos el ritmo al que nos acostumbramos durante tantos años. Además del curso escolar, el político o el judicial también tienen su propia rentrée en septiembre. Y entre todas las rentrées oficiales destaca la “littéraire”, el evento editorial más importante del año.
Si bien en España se da un fenómeno parecido, en que numerosos libros esperan a septiembre para ser publicados, en Francia es algo desmesurado y es fácil quedar sepultado por la avalancha de títulos. En total son más de quinientos volúmenes, de los cuales unos doscientos son originarios del país galo. Frente a la imposibilidad de leer tanto material, no nos queda más remedio que dejarnos aconsejar. Por eso las grandes distribuidoras (como Fnac o Cultura) se afanan en elaborar listas con los ejemplares que, para ellas, son más importantes. Catálogos no exentos de polémica, que favorecen a quienes más invierten en publicidad. Por eso recomiendo ir a la librería más cercana y dejar que nuestro librero de confianza nos oriente en función de nuestros gustos. Porque cada librería cuenta con su propia selección, en la que, además de los títulos acordes con su sensibilidad, no faltan las novedades más comerciales o las firmas inevitables. Como es humanamente imposible que alguien pueda leer quinientos libros en unas semanas, el acierto de la intuición del librero entra en juego, guiado por corazonadas, prometedoras historias, autores que nunca decepcionan o editoriales cuyas apuestas son un valor seguro.
La selección de una librería estará mucho más trillada que la ofrecida por internet. Y es que, por mucho que una novela haya sido premiada o esté en todas las listas de recomendaciones, si el argumento no nos llama o no somos fieles seguidores de su autor, de poco nos sirve leerla. Nuestro librero, que conoce nuestras inquietudes o al menos nos las pregunta, sabrá con qué páginas disfrutaremos más. En mi caso, como las historias de emigrantes, de exilios que cambian vidas, me tocan la fibra sensible (por razones obvias), me he quedado con “A crier dans les ruines” (gritar en las ruinas), la primera novela de la francesa Alexandra Koszelyk. Narra la truncada historia de amor entre Léna e Iván en Prípiat (Ucrania). El accidente nuclear de Chernóbil les separó cuando eran adolescentes: ella se exilió junto con su familia en Francia, mientras él no fue capaz de abandonar su país. Veinte años después, Léna, aun convencida de que Iván está muerto, decide volver para reencontrarse con su pasado… Si ser publicado en la rentrée littéraire no tiene por qué ser sinónimo de éxito, pues los nuevos autores pueden ahogarse fácilmente entre la multitud, no es el caso de esta estupenda ópera prima, que recomiendo a quienes puedan leer en francés. ¿Quién no se identificaría con la llegada de Léna a Prípiat, cuando descubre que sus recuerdos de infancia se han convertido en unas ruinas irreconocibles? ¿Realmente se puede volver a donde fuimos felices?
Que el otoño nos motive a abrir la puerta de la librería más cercana, retroceder en el tiempo y regresar a ese lugar, a ese momento en que septiembre era el difícil mes que cerraba el afable verano, que nos obligaba a abandonar un eterno tiempo libre para afrontar los desafíos de un mundo por construir.
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