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La señora Wharton en Italia

La señora Wharton en Italia

A menudo he comparado la naturaleza de una mujer con una gran casa repleta de habitaciones: está el hall, por el que uno pasa; el salón, donde se reciben las visitas; la sala de estar, donde se reúnen los miembros de la familia; pero además de estas, más allá, existen muchas habitaciones que nunca llegan a abrirse. Nadie sabe cómo se accede a ellas ni adónde llevan, y en la más recóndita de todas, la más sagrada, el alma se sienta en soledad  y espera en vano el sonido de unos pasos que nunca llegan…

Este magnífico texto proviene del cuento “The fullness of life”, “La plenitud de la vida”, de Edith Wharton. Acierta María del Carmen Rodríguez Gil, autora de esta edición de Paisajes italianos, al incluirlo en la introducción, porque refleja la desazón vital de Wharton, quien, pese a su riqueza, no encontró la felicidad sino en el curso de sus viajes.

Su vida errante comenzó en 1866, a la edad de cuatro años, cuando toda la familia recorrió Europa Occidental y no estuvieron de vuelta en su domicilio neoyorquino hasta 1872. De aquel primer periplo europeo, la niña Wharton volvió con una pasión incurable por la carretera y una absoluta necesidad de inventar historias. Muy pronto su padre comenzó a regalarle libros de viajes, entre los que destacan los dedicados a Italia por el gran crítico de arte John Ruskin, uno de los viajeros más refinados de su época.

Víctima de la necesidad de que las chicas de buena familia contrajeran matrimonio, Edith se casó en 1885, a los veintitrés años, con Edward Robbins Wharton, doce años mayor que ella. La diferencia de edad la suplirían ciertas afinidades y aficiones comunes. Pero lo cierto es que la pareja se fue progresivamente distanciando, debido a las públicas infidelidades de él, hasta divorciarse en 1913. Mediaron veintisiete largos e infelices años de matrimonio en los cuales ella se refugió en su afición por viajar.

"Paisajes italianos se encuentra entre el relato de viajes y la crítica de arte, y responde a la voluntad de la Scribner's Magazine de democratizar la literatura vendiendo obras de calidad al precio de una revista"

A finales del siglo XIX Estados Unidos vive el apogeo de la prensa. Periódicos y revistas —entre las que destacan Harper’s y Scribner’s Magazine— se convierten en la principal fuente de la cultura popular. Quienes no viajan consumen literatura de viajes, un medio de transporte infalible a través de la imaginación, que permite al lector sentir la emoción de trasladarse a lo desconocido.

Paisajes italianos se publica en forma de libro en 1905, pero casi todos los artículos que conforman la obra habían sido ya publicados por Scribner’s Magazine, con ilustraciones del viajero Ernest Clifford Peixotto, que reproduce la presente edición. Wharton los enviaba con gran entusiasmo desde distintos lugares de Italia. Ese mismo año se había hecho famosa gracias al gran éxito de su novela La casa de la alegría.

La autora, al decir de Rodríguez Gil, experimenta un gusto por el descubrimiento y observación atenta de la belleza escondida. En sus memorias escribirá: «El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos». Por ello deplora la simplificación de las guías de viajes de la época, para las cuales el arte italiano parecía concluir en el Renacimiento, y la ciudad de Roma limitarse al Vaticano o a los vestigios de la antigüedad. Ella, en cambio, ama la pintura del Settecento, o la arquitectura barroca de la Ciudad Eterna, a cargo de Bernini y Borromini.

De acuerdo con lo anterior, Paisajes italianos se encuentra entre el relato de viajes y la crítica de arte, y responde a la voluntad de la Scribner’s Magazine de democratizar la literatura vendiendo obras de calidad al precio de una revista. A lo largo de sus páginas, la autora recorrerá, entre otros lugares, los Alpes italianos, la Toscana, las ciudades de Brescia, Milán y Parma…

Wharton se afana por encontrar el encanto oculto al margen de lo consabido. Viajar se convirtió en el motor de su existencia, en especial durante la madurez, erigiéndose en vía de escape a la tristeza que le provocaba la languidez de la vida y, al cabo, fue la auténtica fuente de su felicidad. Además de Paisajes italianos, publicó Viaje por Francia en cuatro ruedas (1908) o En Marruecos (1920). Al final de su vida dejaría inacabado un libro sobre sus viajes por España.

"A Edith Wharton le impusieron unas convenciones sociales que deploraba pero aceptaba. Los viajes y la literatura formaban, en cambio, el fondo del cuadro"

Entre los artículos que componen la presente edición destaca Un santuario toscano. En él Wharton baja del tren en Certaldo, para ir en busca del santuario de San Vivaldo, que no se encuentra en las guías y donde, según ha sabido la autora, hay unas figuras de la Pasión de Cristo en terracota. Para acceder al lugar debe tomar un carruaje que la conduce por bosques y caminos de montaña, a través de parajes recónditos y deshabitados. En el tránsito, siente «la emoción de los exploradores que avistan un nuevo continente».

Al llegar descubre a una comunidad de franciscanos que viven feliz y anónimamente cultivando los campos. Observa las terracotas en soledad; concluye que el autor no puede ser un escultor renacentista llamado Giovanni Gonnelli, sino un artista anterior. Su entusiasmo es total: ha alcanzado una meta interior.

Hacia el final del libro la autora hace una reflexión esencial e íntimamente relacionada con su vida. Afirma que el primer término de los cuadros del Renacimiento venía impuesto al pintor: una sagrada familia, un profeta, una santa. En los fondos, en cambio, era donde el pintor era libre para expresar su personalidad, ya fuera a través del paisaje o de las figuras secundarias.

Del mismo modo, la vida de Edith Wharton le venía impuesta por unas convenciones sociales que deploraba pero aceptaba: un matrimonio infeliz y un modus vivendi burgués ocupaban el primer término de su experiencia vital. Los viajes y la literatura formaban, en cambio, el fondo del cuadro. Volviendo a la cita inicial del cuento “La plenitud de la vida”, los viajes eran esa habitación recóndita donde residía su alma de mujer.

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Autor: Edith Wharton. Título: Paisajes italianos. Editorial: Guillermo Escolar Editor.  Traducción: María del Carmen Rodríguez Gil, Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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