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La Sirenita, de Hans Christian Andersen y Benjamin Lacombe

La Sirenita, de Hans Christian Andersen y Benjamin Lacombe

La Sirenita vive en las profundidades del mar con su familia. Un día, se dirige a la superficie y ve a un joven príncipe, del que se enamora. A partir de entonces, su única obsesión es convertirse en un ser humano para unirse a este joven, por lo que decide beber una poción mágica que le proporciona una bruja.

Zenda adelanta la introducción del ilustrador Benjamin Lacombe —y algunos de sus dibujos— para la nueva edición del clásico de Hans Christian Andersen publicada, con traducción al español de Alejandro Tobar, por el sello Edelvives.

***

MI SIRENITA

por Benjamin Lacombe

No soy capaz de concretar ni cuándo ni cómo descubrí La sirenita, hasta tal punto está arraigada en la cultura común. Siendo niño, recuerdo la atracción que sentía hacia esos personajes, hacia esa tragedia; el dolor de vivir que siente la sirena, como si unos cuchillos lacerasen la planta de sus recién estrenados pies, me conmocionó, me emocionó y me marcó. En cambio, sí recuerdo perfectamente la versión de 1989 de Disney, cargada de excesos, colores y extravagancias. Aunque el guion se aligeró, una dimensión ambigua nutría los dibujos animados, porque sus creadores deslizaron referencias al ambiente queer underground neoyorquino, en particular el compositor Howard Ashman, que lo frecuentaba: Sebastián, el cangrejo rosa amante de la ópera que asusta a las mujeres; el rey Tritón, con su impresionante musculatura y sus largos cabellos adornados con una diadema, que educa en solitario a sus hijas; y, sobre todo, Úrsula, la bruja de los mares enteramente inspirada en la transgresora drag-queen de culto Divine.

En el texto de Andersen, la ambigüedad está asimismo presente, pese a que de manera más sutil. Para poder ser amada por el príncipe y convertirse en humana, la sirenita debe mutilarse la cola, transformarse y renunciar a su voz; por tanto, a su identidad. Es en las cartas de amor dirigidas por Andersen al joven Edvard Collin (que se pueden leer al final del libro) donde se perfila la matriz metafórica de esta historia de amor contrariado, de cuerpo constreñido, de transformación y ambigüedad genérica…

La sirenita, la más joven de entre sus hermanas, desea descubrir su historia, ya que nunca conoció a su madre. El enigma del origen se le antoja poderoso, igual que su irresistible atracción por el «mundo de los humanos», en el que parece estar la respuesta: vacila entre los dos mundos —cuerpo en parte humano y también perteneciente a la especie acuática— y a los quince años podrá cruzar sin obstáculos la frontera acuosa. Ritual de paso en la adolescencia, época de transformaciones físicas y psíquicas, de turbulencias internas y tensiones familiares.

El príncipe, por su parte, no «reconocerá» nunca a la mujer en la joven muda que tiene ante sí y, de inmediato, la travestirá de hombre, vistiéndola de paje, como si jugara con su ambivalencia. Si fuera humana, podría haber sido amada por el príncipe, pero su origen, su estado —ni auténticamente mujer, ni auténticamente animal— le prohíben vivir el amor, de manera que debe regresar a su mundo original. Tener que cumplir las expectativas de los demás, de la sociedad, sin lograrlo, es un sentimiento que yo mismo experimento desde mi infancia, e incluso hoy. He querido destacar esta dicotomía y la ambivalencia del personaje creando un ser turbio, de un género indefinido. El peinado y la mirada de mi sirenita evocan a los de su creador, Hans Christian Andersen, quien afirmó que nunca se había sentido tan próximo a sus personajes como mientras escribía este cuento. El violeta de la cola de la sirena, código cromático de la transidentidad entre el rosa y el azul, sugiere esta fluidez. Estos colores a lo largo de todo el libro están reforzados por un Pantone rosa fluorescente que me permite afirmar gráficamente esta elección y representar el aspecto luminiscente de la flora y la fauna submarinas. También introduzco juegos con las formas, sexualizando algunas, modificando otras, para afianzar el equívoco o la incertidumbre.

Esta nueva traducción propone un final escrito por Andersen el 23 de enero de 1837, tachado y no publicado, donde la sirena, en el momento de su muerte, es despojada de su cuerpo y podrá revelar su naturaleza profunda y ser amada por ella. Andersen escribe a Collin el 9 de agosto de 1830: «Tenga presente que, con la persona a la que en verdad aprecio, mido sus palabras, sobre todo las que están tachadas, pues suelen ser las que van del corazón a la pluma». El autor, también tránsfuga social y en busca de una identidad, apunta en este final, en una época en la que la fluidez de los géneros no estaba conceptualizada, a una situación de una modernidad y una resonancia increíbles en la actualidad. La sirenita, con este inédito final, puede entonces entenderse como el grito del corazón de un hombre, un grito de amor que jamás pudo expresar abiertamente en vida. Para leer con empatía…

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Autor: Hans Christian Andersen. Ilustrador: Benjamin Lacombe. Traductor: Alejandro Tobar. Título: La Sirenita. Editorial: Edelvives. Venta: Todos tus libros, Amazon, FnacCasa del Libro.

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