El proyecto de Naomi Klein (Montreal, 1970) pasa por la certeza de que las sociedades son porosas y están interconectadas. Frente a las tendencias actuales de supervivencia económica, frente al darwinismo social, Klein tiene plena fe en los conceptos básicos de comunidad. Ella misma describe su labor de investigación y denuncia como «reconocimiento de patrones», contra los que pide una revolución sin agresividad, un cambio de paradigma, centrado, siguiendo el consejo de John Berger, en la calma «para atemperar el caos que reina a mi alrededor, en mi propia mente y también en la de mis lectores», confiesa. Por lo que ella aboga es por la inteligencia sensible, y esta sólo puede venir si el caldo sobre el que trabaja contiene todos los ingredientes, si conocemos cómo funciona este planeta, que tiene una innegable tendencia al embrutecimiento, donde las palabras se están sustituyendo por gruñidos. En esta ocasión el detonante de su libro es una confusión de identidades, en la que se implica otra escritora, Naomi Wolf, que es una activista de posturas que pertenecen a lo que hoy conocemos como la derecha institucional. La descripción que hace de su doble intenta ser respetuosa, pero no es improbable que se interprete como una caricatura: en cualquier caso, es un asunto serio, pues ya no existe forma de separar lo serio de lo ridículo, que conviven como animales simbiontes.
Lo terrible del tema del doble, del Doppelgänger, es que las naciones y las culturas también pueden tenerlo, facilitando, al igual que la convivencia de lo serio y lo ridículo, la convivencia de lo democrático y lo autoritario, de lo secular y lo teocrático, de lo pluralista y lo fascista. Klein pretende la calma, Wolf la agitación. Por regla general, pensaríamos que una representa a la izquierda institucional y la otra a la derecha reaccionaria, y es cierto que se oponen en los dos lados de la balanza, pero lo que nos expone Klein en todo momento es que entre lo bueno y lo malo lo mejor no es lo regular. La mayoría estamos acostumbrados a los ritmos y los hábitos del lugar del que venimos, de ahí el desconcierto cuando comprobamos cómo nuestros seres queridos se comportan de manera desconocida, orientando sus pareceres por el principio de «si ellos creen esto, yo tengo que pensar lo contrario».
Klein entra de lleno en la forma en que construimos la realidad o, para ser más exactos, las dos realidades con las que convivimos: la tangible y la virtual. Nos habla de lo capciosa que es la generada en redes, la anónima, a la que poco le importa la convivencia, pues en lugar de conectarnos lo que consiguen es extraer algo de nosotros. Estudia qué miedos y rabias se explotan en la economía de la atención, para tratar de colocarse en la mente de otros, para entender cómo funcionan los resortes de cabezas cuya mayor representación es uno de los colegas de su doble, Steve Bannon. Aprovechando las situaciones que surgieron durante la crisis del COVID, analiza cómo se crean verdades alternativas y concede a la gente el derecho a creérselas, mientras expone algo que ya ha sido todo un clásico en la historia de las corrientes fascistas: el robo del lenguaje de la rebelión, sin la apropiación de las auténticas causas de justicia. En realidad, en su proyecto por conseguir calma, se preocupa por el envenenamiento consecuente a la polarización: ¿hay algún síndrome que explique este fenómeno que divide a una sociedad en dos facciones opuestas, cada una de ellas convencidas de que la otra ha sido sustituida por su Doppelgänger? «Nosotros pataleamos, ellos abrazan». «Es como si, en cuanto el mundo del espejo encuentra un problema con algo, eso mismo dejase automáticamente de importar fuera de él», dice.
Y al fondo está el asunto que más ha venido reivindicando Klein desde No logo hasta Esto lo cambia todo, pasando por La doctrina del shock, que es la estructura que sirve para salvaguardar los intereses de los poderosos. Aquí estudiando cuál puede ser el proceso que sigue una sociedad hasta convertirse en su doble fascista, un mundo tacaño cuando se trata de ayudar, que sucumbe a las tendencias conspirativas, en el que los haters siempre verán en ti un representante del grupo que desprecian, en el que «tú no eres tú; eres tu doble étnico, racial o religioso, y no puedes desprenderte de ese doble porque no lo creaste tú». De nuevo lúcida, Naomi Klein vuelve a construir un libro que no importa, un retrato que nos afecta, una obra que nos explica. Doppelgänger es un ensayo magistral acerca de las identidades sociales.
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Autor: Naomi Klein. Título: Doppelgänger. Traducción: Ana Pedrero e Ignacio Villaro. Editorial: Paidós. Venta: Todos tus libros.
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