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La soledad del aventurero ensimismado

La Península Ibérica desde el espacio

Se considera gran acierto de una novela que arranque con una frase que insinúe un alto potencial significativo. A este propósito siempre se cita la primera de La Regenta: «La heroica ciudad dormía la siesta». Su valor está no en que se trate de una expresión redonda sino en lo que encierra el paradójico sestear de una ciudad heroica, cuyo nombre, nada menos que Vetusta, todavía ignoramos. Otra frase concisa abre La sirena de Gibraltar: «La muerte es una sirena andaluza con la cola forrada de hormigón». Y continúa con una oración explicativa que refuerza su alcance enigmático: «Una sirena de ojos abiertos y pechos mecidos por la corriente, que seduce a peces y buzos». Tras su resolutivo inicio, el autor de ayer, Clarín, de acuerdo con el gusto por las descripciones de la época, se explayaba en anotaciones ambientales. En cambio, el joven autor de hoy, Leandro Pérez, hijo de este tiempo de intercambios informativos rápidos, no se pierde en digresiones y refiere, de inmediato, unos datos cargados de raras conjeturas. Así, el misterio de un hecho extraño potencia la seductora afirmación inicial. La incitación de algo que va más allá de unas simples apariencias está servida en bandeja.

El espectador de La sirena de Gibraltar (llamo así a su destinatario por su formidable fuerza visual) pronto sabe que se encuentra ante una obra de género, una novela criminal, negra o policiaca con apuntes de la novela de aventuras. A Juan Torca, exmilitar, mercenario, investigador privado, le han ofrecido una sustanciosa cantidad por cometer un doble asesinato y ha rechazado el encargo. Una mujer aparece en el río Manzanares, desnuda y con los pies anclados en hormigón. Alguien ha hecho el trabajo sucio pero teme que él se coma el marrón. Lo habla con su hijo, Rodrigo, policía dispuesto a entregarle a la justicia (este vínculo abre, por cierto, para próximas entregas anunciadas una línea anecdótica muy de nuestros días: la confrontación padres e hijos). Lo comenta con sus «compadres», los amigos de ayer, de negro e inconfesable pasado, el ahora próspero detective Luis Laguna, en cuya agencia hace trabajos ocasionales, y Jandro, hoy retirado y domesticado lugarteniente de una taberna de la periferia madrileña. El silencioso Torca desea una existencia tranquila, quiere asentar la nueva experiencia de una apacible vida aburguesada y tiene una medio novia, Nerea, joven recepcionista de un modesto hotel con quien podría solventar el desamparo de viudo.

Todo ello se encamina a alejar los fantasmas del pasado, solo que el asesinato de la sirena, Rebecca —Becca— Cruz se los trae al presente. Porque puede complicarle la vida y costarle la cárcel y porque otra sirena, una de las hermanas gemelas de Becca, Maddie y Lisa, campeonas de natación, puede correr el mismo destino de la difunta. Entonces Torca siente el impulso de convertirse en protector de la otra víctima. Bajo el crimen consumado se oculta una oscura y compleja trama que el autor alimenta con generoso combustible anecdótico para responder al requisito de suspense inexcusable en esta clase de narraciones. Leandro Pérez muestra una fértil imaginación, los sucesos se encadenan en un vértigo de trampas y violencias, y siembra alguna falsa sospecha que acrecienta la intriga.

De todo ello resulta una historia que, preso el lector de legítimos señuelos, posee un alto poder comunicativo resultado del trabajo literario y no del azar. Es la consecuencia de la disposición de unos calculados materiales que incluyen desde una minuciosa técnica narrativa hasta una sustancia humana específica. La técnica está pensada para producir un efecto de inmediatez, si se quiere de realismo. Lo produce el que la acción se limite a un tiempo bien acotado, lo suficientemente largo como para que puedan hilvanarse varios sucesos y lo bastante corto para que la historia se concentre. Siete días a partir del 1 de julio de 2013, pautados casi en sus respectivas horas, es el plazo para que se desarrolle un intenso argumento, según requiere la urgencia emocional de Torca. Los sucesos se presentan desde fuera, los expone un narrador que lo sabe todo pero a quien se añade otra perspectiva que limita el punto de vista único. El diario de una de las chicas, de Maddie, complementa el enfoque de objetivismo casi conductista, agrega subjetivismo y matiza la frialdad del discurso mayoritario. Está muy bien pensado este juego de puntos de vista: la visión del duro Torca desde fuera —es, ante todo, un hombre de acción, y el relato de su vida, en cierto modo, un historia de aventuras— se contrapesa con la intimidad desasosegada de la cavilosa Maddie. El estilo refuerza estos recursos de la técnica. Narración y diálogo forman un tándem, de frase corta en aquél y de decir escueto en este. Esta manera de prosa literaria, muy moderna, muy de los modos comunicativos de hoy, no es solo una concesión estilística a la actualidad, y ni siquiera una predilección expresiva del autor (aunque probablemente también lo sea), sino el registro conveniente a la mirada behaviorista del mundo que acabo de indicar. Leandro Pérez ve la realidad a distancia, con cierta impasibilidad, y sería incongruente que dispusiera un aparataje verbal inflamado de retórica.

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Sin dejar de ser novela criminal, La sirena de Gibraltar es novela de personaje. Encontramos a alguien delineado con suficientes matices psicológicos. No hallamos un personaje enterizo sino un sujeto problemático cuyas indecisiones se solapan con el carácter decidido de un hombre de acción. Torca galvaniza, además, otras figuras humanas de muy vario pelaje. De modo que la novela se va convirtiendo poco a poco, y a pesar de una aparente falta de pretensiones, en una representación de la naturaleza humana. Torca supone la lealtad a ciertos principios, la rectificación de errores pasados, un anhelo de justicia y bondad. Es el héroe indeciso y atribulado. No se muestra, por otra parte, con una configuración previa cerrada. Asistimos al proceso de desarrollo de su personalidad. Otros personajes aportan rasgos muy distintos. Y entre todos vemos la red de pasiones de nuestra especie. Al final la novela habla de la maldad, del rencor, de la venganza; habla de ilusiones y fracasos, o del fracaso de las ilusiones. Es un libro muy pesimista, aunque expone esta mirada sin tremendismos exagerados, sin angustias dostoievskianas. La historia está impregnada de melancolía y tristeza. No debe engañarnos el que venzan la ley y el orden, y paguen los malvados. En realidad, todo es pérdida. En particular en el ámbito más profundo del yo, el de los sentimientos. La sirena de Gibraltar más que novela de intriga y acción es historia de amor, de aspiraciones emocionales intuidas; de limpios anhelos del alma; de soledades, ante todo de soledades.

Juan Torca no es un primerizo en el mundo literario. Ya tuvo unas andanzas anteriores hace un par de años en Las Cuatro Torres, también una novela de intriga sobre el fondo conspirativo del fútbol y del Real Madrid. Importa señalarlo porque la nueva entrega del personaje revela un notable avance en su materialización literaria. En su opera prima, Leandro Pérez complicaba mucho el argumento creo que por un deseo del novato de mostrar su capacidad para urdir una historia compleja. Aunque tampoco sea simple la de La sirena de Gibraltar, aquí se atiene a una visión más sencilla del relato, la de contar con las menores digresiones e interferencias posibles una historia humana dura y emocionante. Y, sobre todo, Torca ha ganado en densidad en relación con su anterior salida. Ha dado un paso adelante en la línea de convertirse en un héroe literario a la vez vivo y arquetípico. Encarna aquí la paradójica figura del aventurero ensimismado, y asume el papel de mostrar contradicciones del alma humana. Que lo cumpla por medio del modelo narrativo identificable de la novela criminal importa poco, aunque no sea indiferente, pues aporta la base de una imantante intriga por la cual el libro se lee en una sentada y media. La sirena de Gibraltar apunta, sin embargo, más alto que al grato entretenimiento proporcionado por sucesos interesantes: persigue una parábola de tristes soledades e ilusiones anestesiadas.

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Autor: Leandro Pérez. Título: La sirena de Gibraltar. Editorial: Planeta. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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