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La tarea de un traductor

La traducción de El fin del mundo, de Upton Sinclair (Hoja de Lata, 2014), primera de las once novelas de la saga del dandi antifascista Lanny Budd, constituyó para mí hace años el verdadero comienzo de una dudosa trayectoria como traductor y el primer contacto con la obra del escritor norteamericano. Aquel insólito y apabullante Bildungsroman narraba las aventuras de un muchacho de pasaporte estadounidense, nacido en Suiza y criado en la Riviera francesa (hijo bastardo de un fabricante de armas y una antigua modelo de alta costura), a la par que relataba de manera osadamente prolija los primeros desmanes del recién nacido y ya dislocado siglo XX. Aquel encargo sentó los cimientos de lo que entonces no era más que un vago paisaje de humo y espejos, pero que con el paso de los años se fue convirtiendo en una manera de vivir para quien esto suscribe, la traducción.

"Desde que comenzó mi estrecha relación con la obra de Sinclair, he llegado a verle, antes que como un artista vocacional, como un admirable y apasionado estajanovista de la literatura"

El creador de Lanny Budd carecía del lustre artístico y literario de coetáneos suyos como John Steinbeck, que al igual que él decidieron, algo a contracorriente, retratar y dar voz a los parias de la tierra. Es más, desde que comenzó mi estrecha relación con la obra de Sinclair, he llegado a verle, antes que como un artista vocacional, como un admirable y apasionado estajanovista de la literatura. Tras recorrer hasta la fecha de manera pausada y metódica las más de tres mil quinientas páginas de su prosa febril y por momentos galdosiana que suman los cinco primeros volúmenes de la serie, veo en el norteamericano a un amante de la vida y de la gente, un Balzac del siglo xx empecinado en escribir, no una comedia humana, sino la tragedia que aplastó desde sus inicios el siglo más aciago de la historia. Por otra parte, Sinclair nunca fue un novelista de salón sino un entregado militante, periodista e investigador de trinchera que jamás rehuyó la polémica y abogó por el socialismo como credo vital y político con auténtica pasión, hasta el punto de osar adentrarse en las cenagosas aguas de la política de su país, presentándose (sin éxito) como candidato a gobernador de California por el Partido Demócrata. Sirvan como ejemplo indiscutible de su faceta como precursor del periodismo gonzo y comprometido las siete semanas que en 1905 pasó infiltrado en varias plantas de procesamiento cárnico, recopilando información acerca de las terribles condiciones de los trabajadores inmigrantes antes de escribir su archiconocida novela La jungla, cuya publicación provocó tal revuelo que el Congreso de los Estados Unidos se vio obligado a renovar la legislación que regulaba el tratamiento de alimentos.

"Traducir exige horas diarias de soledad, recogimiento, silencio y extrema concentración"

Sea como fuere, acometer una traducción como la de Agente Presidencial, el quinto volumen de la serie que ahora se publica, no difiere mucho de iniciar una travesía cuyo destino solo se vislumbra entre la niebla después de haber navegado sin rumbo fijo cientos de millas. Son más de 800 páginas acompañando a Lanny Budd entre lo más granado de la sociedad europea, jerarcas nazis y paladines del socialismo incluidos, mientras busca desesperadamente a su esposa, detenida por la Gestapo en Berlín durante los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. Aun a sabiendas de dónde ha de llegar, el viajero desconoce los desvíos que habrá de tomar y nunca está del todo seguro del puerto exacto en el que podrá desembarcar hasta el mismo instante en que pone pie en tierra firme. En cualquier caso, de la tensión de ese periplo, de la incertidumbre y la emoción que lo acompañan, nace la energía necesaria para completarlo. Traducir exige horas diarias de soledad, recogimiento, silencio y extrema concentración, lo que para el traductor supone reducir al mínimo estímulos externos y distracciones rompiendo temporalmente todo vínculo con el mundo, aun a riesgo de acabar convertido en una especie de Bartleby dentro de su propio hogar. La tarea implica tanto esfuerzo físico como intelectual. Es una carrera de fondo a cuya meta uno llega exhausto y eufórico a partes iguales, sumido en una extraña mezcla de placer y agotamiento.

Si bien es de ley reconocer que toda traducción es en cierto modo una derrota, no menos justo es considerar hermosos vencidos a quienes deciden librar una y otra vez esa batalla perdida de antemano.

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Autor: Upton Sinclair. Título: Agente presidencial. Editorial: Hoja de Lata. Venta: Todostuslibros y Amazon

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