Elcano se convirtió en una persona de prestigio después de haber llegado, primero a Sanlúcar de Barrameda y después a Sevilla, a bordo de la Victoria en septiembre de 1522, tras haber dado la primera vuelta al mundo. Pero… ¿qué fue de la vida de Juan Sebastián Elcano después de haber protagonizado aquella hazaña?
Los años siguientes a 1522 estuvieron preñados de acontecimientos históricos. Carlos I había regresado a España, convertido ya en titular del Sacro Imperio Romano Germánico. La política en la monarquía hispánica experimentaba un cambio sustancial. El rey-emperador despedía a los consejeros flamencos que le habían acompañado cuando en 1517 llegaba por primera vez a España y cuya actuación había dado lugar a no pocos problemas en Castilla. Pese a que era un monarca joven —había nacido en 1500— había madurado muy pronto. Ahora eran personalidades como Francisco de los Cobos, García de Loaysa o don Fadrique Álvarez de Toledo quienes estaban al lado del monarca, como secretarios, consejeros o atendiendo el confesionario, que era lugar de mucha influencia más allá de lo estrictamente espiritual. El arzobispo de Toledo, la mitra primada de España, quedaba en manos de Alonso de Fonseca y Ulloa. El canciller era Mercurio Gattinara, y de los asuntos de Indias y de los grandes viajes transoceánicos se encargaba don Juan Rodríguez de Fonseca.
Fueron años de grandes tensiones con Portugal por el dominio de las islas de las Especias, cuyo control ejercían los lusitanos desde que Vasco da Gama había abierto un camino para llegar a ellas bordeando el continente africano. Pero tras el viaje de Elcano y la ruta abierta por Magallanes, Carlos I disputó ese territorio a Portugal. Se buscó no romper las hostilidades, aunque hubo serios enfrentamientos. Juan III y Carlos I matrimoniaron con hermanas de su rival en el control de la Especiería. El monarca luso se casó con Catalina de Habsburgo, mientras que el rey de España lo hacía con Isabel de Avis. Este segundo matrimonio estuvo rodeado de una serie de circunstancias que hicieron que se celebrase a horas poco comunes y con un sigilo que llamaba la atención. Para Carlos I la impresionante dote —se elevaba a novecientas mil doblas de oro— que acompañaba a la novia fue un importante acicate, pero Isabel, que era una mujer extraordinaria, cautivó rápidamente a su marido.
Con los matrimonios de por medio, se buscó llegar a algún tipo de acuerdo que permitiera determinar a quién pertenecían las codiciadas islas donde se encontraban las especias, según lo establecido en el tratado que Castilla y Portugal habían firmado en Tordesillas, bastantes años antes, en 1494. Los cartógrafos, astrónomos, pilotos, navegantes de uno y otro país pusieron sobre la mesa sus conocimientos y defendieron sus posiciones en una serie de encuentros celebrados, primero en Vitoria y después en las conocidas como Juntas de Badajoz-Elvas, por celebrarse alternativamente en ambas ciudades, situadas cerca una de otra y junto a la frontera que separaba ambas coronas. En esos encuentros participó Juan Sebastián Elcano, formando parte de la delegación española, junto a Hernando Colón, Juan Vespuccio, Diego Ribeiro o Juan Caboto. Allí se expusieron mapas —los secretos de Estado mejor guardados de la época—, mediciones y se fijaron posiciones en unos debates a la luz de las ciencias geográficas de entonces.
Las reuniones fueron tensas. Era mucho lo que había en juego, porque el comercio de las especias era el negocio más importante de la época. Era tal su importancia que Carlos I decidió crear en La Coruña una Casa de la Especiería, una Casa de la Contratación como la que en Sevilla se encargaba de todo lo relacionado con las Indias, para controlar el comercio de las especias. Sería de la ciudad gallega de donde partirían y recalarían las flotas de las especias, porque Carlos I estaba convencido de que la razón estaba de su lado y aquellas islas formarían parte de la monarquía hispánica.
Era aquel un tiempo de fuertes luchas en la corte como centro de poder, conforme el autoritarismo de las monarquías ganaba terreno. En ella se celebraron combates, aparentemente de guante blanco, pero de una dureza extraordinaria, ya que se jugaba ejercer influencia sobre un monarca que ya era el más poderoso de la Tierra.
Fueron años de luchas con la Francia de Francisco I, que no se resignaba al papel hegemónico que habían configurado los cada vez más extensos dominios de la monarquía hispánica. El norte de Italia se convirtió en campo de batalla donde españoles y franceses lucharon por controlar las tierras conocidas entonces como el Milanesado y se libraron numerosas batallas: Sesia, Bicoca y sobre todo Pavía, donde el mismísimo monarca galo cayó prisionero en manos de los españoles y fue conducido a Madrid, donde permanecería cerca de un año. La villa del oso y el madroño estaba todavía lejos de convertirse en la capital de España y su Alcázar en la residencia de los Austrias y de la corte. Allí estuvo prisionero el rey de Francia.
El sueño de Elcano será convertirse en almirante. Ser el capitán general de una de las armadas reales. Más concretamente de una armada cuyo destino fuera la Especiería. Su sueño se hará realidad, pero no fue fácil. Conocer las circunstancias y la forma en que se materializó es, en el ambiente de la España de aquellos años que siguieron a la primera vuelta al mundo, lo que he contado en La travesía final, la novela que tiene como protagonista central a Juan Sebastián Elcano en los años que siguieron a su gesta.
He pretendido situar al lector en uno de esos momentos de nuestra historia en que, en poco tiempo, ocurrieron grandes acontecimientos que marcaron el rumbo de los tiempos posteriores. Alguno de ellos tuvo al gran marino de Guetaria, al servicio de Carlos I, como protagonista.
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Autor: José Calvo Poyato.Título: La Travesía final. Editorial: Harper Collins. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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