Gloria imperial narra la lucha épica que frenó la amenaza de Constantinopla sobre Europa en el siglo XVI, con una batalla y para siempre.
A lo largo de los siglos se ha escrito mucho sobre esta batalla, desde considerar que la victoria de la Liga Santa fue un triunfo inútil, hasta considerarla una cruzada religiosa de los cristianos contra los infieles del Islam, cuando la auténtica realidad fue que se cercenó una gran parte del poder militar de los otomanos, que no solo perdieron 205 galeras, sino también perdieron, entre muertos y prisioneros, cerca cuarenta mil soldados. Además, los turcos perdieron toda una generación de grandes capitanes, marinos, lugartenientes, soldados curtidos en múltiples batallas y también jóvenes talentos marineros llamados a reemplazar a los veteranos. La Liga Santa consiguió que a partir de su victoria sus líneas marítimas fuesen algo más seguras, y que los moradores de las costas de España, Italia, sur de Portugal y las islas cristianas del Mediterráneo se sintiesen más seguros, ya que los piratas del Imperio Otomano atenuaron sus incursiones sobre las poblaciones de la costa. Por fin, los turcos sufrieron un duro golpe en su estima; dejaron de ser invencibles —hasta en las campañas contra los territorios de los Habsburgo— y empezaron a conocer la derrota.
Sin lugar a dudas, por parte de ambos contendientes el combate se planteó y se desarrolló como una batalla de aniquilación. El enfrentamiento situó a los españoles e italianos sin más opciones que las de vencer o perecer. La victoria se produjo a pesar de no contar con Francia como aliado, ya que el rey Francisco I acordó en 1536 volver la espalda a sus vecinos europeos y suscribió un pacto no ideológico con el sultán otomano Soliman.
El combate y la victoria en Lepanto fue uno de los primeros acontecimientos que se contó a través de la imprenta, y de esta manera las noticias de la victoria de la Liga Santa llegaron a muchos lugares.
A lo largo del libro, sus autores, Carlos Canales y Miguel del Rey, analizan la lucha por el comercio en el Mediterráneo, detallando cómo era la necesidad cristiana, pues en los cien años siguientes a la victoria iniciaron el despegue industrial y económico, cuestión que ofrece una gran ventaja frente al mundo otomano. La mente racional y materialista de los europeos, en un contexto más competitivo, colocó a sus naciones en una situación más aventajada, dándose la circunstancia de que el poderoso imperio turco necesitaba, cada vez más, del ingenio y productos de sus enemigos. El resultado de todo esto se manifestó a la perfección en Lepanto.
A lo largo de la narración se puede disfrutar de la minuciosa descripción de las flotas cristiana y otomana, las estrategias de combate diseñadas por ambos contendientes y el análisis de los militares que se encontraban al frente de ambas flotas. Asimismo, de qué manera don Juan de Austria y los almirantes cristianos plantearon la batalla y cómo se desarrollaron los combates, demostrando con claridad que a pesar de su juventud, ardor guerrero e ímpetu era un comandante equilibrado que no estaba al frente de la armada por ser el hermano bastardo del rey Felipe, y sí por su valía militar.
La victoria fue rotunda, y a pesar de que los turcos se recuperaron con una rapidez inusitada, nada volvió a ser igual en el bando otomano, y a partir de ese momento se produce el efecto dominó y los turcos ya no son tan temibles.
Europa celebró con grandes festejos la victoria, reconociendo que la fuerza de choque formada por nobles hidalgos y caballeros aventureros, junto con los tercios españoles, lucharon con intensidad y eficacia, aprovechando todos los elementos a su favor. La superioridad tecnológica y metalúrgica de los diversos tipos de cañones, junto a las técnicas de tiro de los artilleros, la potencia de fuego de la fusilería, la adaptación de las diversas naves a la estrategia de combate, dio ventaja a los barcos de la Liga Santa. Todo ello, aderezado con un arrojo y una valentía sin par, que resultó demoledora para los turcos. Fue tal el desastre para los otomanos que los cristianos apresaron el barco que llevaba la paga de la flota turca. Por primera vez los cristianos conseguían capturar el estandarte del profeta, y dieron fin al mito de la invencibilidad turca.
Los autores aportan, entre muchos otros, un documento singular como es la «Copia de las instrucciones que dio Felipe II a don Juan de Austria cuando le nombró Capitán General de la Mar», documento que explica los planteamientos que debe ejecutar don Juan de Austria. La lectura de este libro ayudará a comprender la gran importancia de este hito para Europa.
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Autores: Carlos Canales y Miguel del Rey. Título: Gloria imperial: La jornada de Lepanto. Editorial: Edaf. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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