Metes a Cervantes y a Boccaccio en una coctelera y te sale una novela en la que, durante el estado de alarma de 2020, dos hombres que se acaban de conocer a través de una aplicación de ligoteo se saltan todas las restricciones para viajar rumbo a Sevilla, donde algunos rumores afirman que continúa abierta una sauna que, lógicamente, opera en la clandestinidad.
En este making of Julen Azcona cuenta cómo gestó La última sauna del mundo (Dos Bigotes)
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Escribir mi primera novela fue como escribir la última. Me vacié, decoré con un lazo el revoltijo resultante y lo llamé Lodo. Pensé que ya estaba. Que fuese lo que fuese lo que yo podía contar, explorar, investigar, tocar, esculpir, escupir y arañar, todo eso ya lo había hecho. Que no era un escritor. Que a partir de ahora todo lo que yo podría escribir era otra vez Lodo.
Uno de los relatos se llamaba Dos camas individuales. En él, dos hombres de veinte y cuarenta años hablan sobre un colchón. El germen es una nota del móvil que escribí hace siete años, en mi etapa universitaria en Barcelona, tratando de transcribir de memoria una conversación que acababa de tener y que entonces me parecía trascendental, pero que con el tiempo he ido olvidando.
El reto era encontrar el hilo que uniese ese relato con los otros, siguiendo el consejo que dio Pedro Almodóvar en una mesa redonda para The Hollywood Reporter en 2016. El cineasta decía que su película de 2002 Hable con ella es fruto de un bloqueo creativo. Al sentirse perdido con varios proyectos, decidió fusionarlos y llegó al que es uno de sus mejores guiones. Ese mismo método es palpable en otras de sus películas: La mala educación, Los abrazos rotos, Julieta, Dolor y gloria, Madres paralelas. Todas ellas son historias dentro de otras historias, tienen el aspecto de una manzana cortada por la mitad, el corazón abierto, las pepitas esparcidas por el suelo.
Fusionar historias que escribí hace años no era suficiente. Necesitaba un marco que consiguiese expandirlas y que me trajese de vuelta a 2023. Pero no podía hablar de 2023 sin obviar la pandemia. Quería hablar de 2020, sin que la COVID fuese el centro de la historia. Situé el relato marco en el segundo estado de alarma (otoño de 2020): dos hombres viajan juntos en camión por una autopista vacía (llevaba tiempo queriendo hacer una novela de carretera, homenajear a mi Kerouac del alma), saltándose la ley para encontrar un lugar donde poder tocar a desconocidos cuando tocar a desconocidos estaba prohibido.
En el camino, dos personajes que charlan en un camión se cuentan historias en las que dos personajes charlan en una cama. Como una muñeca rusa o un Decamerón marica, La última sauna del mundo encierra en su interior Dos camas individuales y otros relatos. Pero yo no quería escribir un libro de relatos. Quería escribir una novela. En el horizonte estaba la sauna que los protagonistas anhelan y, también, o eso esperaba, una revelación que lo uniese todo. Me dejé llevar por el viaje en carretera. Me sorprendí con las mentiras y las decepciones que dos hombres que no existen sienten en un momento que sí existió.
Ese es el origen y desarrollo de La última sauna del mundo. Mitad relato, mitad novela. Mitad Lodo, mitad otra cosa. A partir de ahora, lo que venga recibirá la herencia genética de mis dos primeras novelas. La siguiente tendrá retazos de las tres anteriores, y así sucesivamente, hasta que no queden más que fracciones diminutas, hilvanadas de forma compleja y aleatoria, y ya ni sus antepasados la reconozcan, ni siquiera su propio autor cuando se mire en el espejo.
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Autor: Julen Azcona. Título: La última sauna del mundo. Editorial: Dos Bigotes. Venta: Todos tus libros.
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