Una de las escritoras argentinas más vendidas ha publicado recientemente un artículo en el que describe cómo una idea que al comienzo parece una exageración radical, algo impensable, aplicando lo que propone la “Ventana de Overton”, puede instalarse como algo moral, e incluso llevarse a cabo. Así, afirma, es que estamos retrocediendo en cuanto a derechos femeninos, e incluso podría llegar a ocurrir, es el ejemplo que ofrece, que el voto femenino sea prohibido nuevamente. Me pareció inspirador y didáctico, tanto que se me ha ocurrido otro ejemplo:
La idea de que los hombres son inherentemente malvados y existen para oprimir a las mujeres sería considerada, en la mayoría de los círculos, como una exageración, una visión extremista que reduce la complejidad del mundo a una lucha binaria de opresores y oprimidos. ¡Impensable! Sin embargo, un buen día en las redes sociales empiezan a aparecen discursos que sugieren que la violencia, las guerras, la contaminación y hasta los problemas emocionales de las mujeres tienen un solo culpable: el hombre. Al principio, claro, son comentarios aislados, bromas aparentemente inofensivas, pero algunos poco a poco empiezan a tomarlo en serio, e incluso hay quien se anima a señalar que, si bien la idea puede parecer una locura, ¿no encierra en el fondo una elocuente verdad?
2. De lo radical a lo aceptable
La idea empieza a discutirse en algunos espacios de manera más “académica”. Se rescatan teorías tales como el “patriarcado histórico”, se presentan estudios sobre la mayor propensión de los hombres a la violencia y se viralizan anécdotas de mujeres que han sufrido abusos, estableciendo una narrativa en la que la maldad masculina no es una anomalía, sino una regla. Se argumenta que, aunque no todos los hombres sean malos, su estructura social y psicológica los hace incapaces de evitar oprimir a las mujeres. La idea de que todos los hombres son “potenciales agresores” comienza a instalarse, tenuemente, en el discurso social. Se pasa a la etapa de la aceptación.
3. De lo aceptable a lo sensato
El discurso, ya completamente aceptado, gana legitimidad en medios y debates de la tele. Filósofos y sociólogos empiezan a exponer pseudoteorías sobre cómo la masculinidad es inherentemente destructiva y cómo la historia de la humanidad es una prueba de ello. Se enfatiza que, si no se hace algo prontamente, los hombres seguirán perpetuando el sistema de opresión (quieren seguir mandando a costa del padecimiento de la mujer). Documentales en plataformas de streaming analizan el “problema del hombre”, escritoras y escritores famosas y famosos desarrollan artículos (sesgados: el cerebro femenino es distinto al masculino, y viceversa) acerca del tema de moda mientras que estudios psicológicos sugieren que los hombres tienen una tendencia innata a la dominación y el uso de la fuerza (esto me recuerda a Lombroso). ¿A alguien le cabe alguna duda?
4. De lo sensato a lo popular
La narrativa de que el hombre es el gran problema del mundo se convierte ya en tema de debate cotidiano, está en todas las charlas de café, en las peluquerías, en las esperas de padres a la salida de la escuela. Figuras públicas, celebridades (incluso los eruditos de A la tarde con Terelu) respaldan la idea de que los hombres deberían “reeducarse” para no ser un peligro para la sociedad. Aparecen libros, conferencias y charlas TED sobre cómo deshacerse del machismo interiorizado y liberarse de la opresión masculina.
5. De lo popular a lo político
Ya con la opinión pública totalmente a favor se aprueba en el Congreso agravar las penas de los hombres ante un mismo delito, justificándolo como medida de reparación histórica (adiós igualdad jurídica). Se legaliza detener a un hombre sin pruebas (adiós presunción de inocencia) ya que, como harto probado, es un bicho peligroso y algo debe hacerse para reprimir su monstruosa natura (delito de autor). Se da a la palabra de la mujer rango de “verdad absoluta” (yo te creo, hermana) y a la del hombre ninguno (todo lo que diga será usado en su contra). Y ya que venimos embalados podría limitarse el acceso de los varones a ciertos espacios hasta que se “desprogramen” de su tendencia opresiva (maestros de escuela, que sabemos son todos abusadores, y jefes, que son todos acosadores, etc). También sería acertado prohibir la participación política masculina hasta que se demuestre que pueden convivir en igualdad con las mujeres, e incluso no estaría mal la castración química voluntaria (o por decreto), para reducir la agresividad, ¡y para que escarmienten!
6. Conclusión
El ejemplo ilustra cómo, bajo el esquema de la Ventana de Overton, incluso ideas extremas pueden abrirse paso en el discurso público hasta volverse aceptables y, eventualmente, normativas. Es una muestra de cómo la manipulación de la opinión pública y la exacerbación de conflictos (con dinero, a través de los medios, con ejércitos de trolls, refiere la escritora en el artículo) pueden llevar al deterioro del debate racional. Y con la ayuda indispensable de la ignorancia humana, indispensable.
Luego, me pregunto por qué la autora insinúa que lo que se quiere imponer sutilmente es el retroceso de derechos femeninos y no considera la posibilidad de que se nos haya instalado con este mismo mecanismo exactamente lo opuesto: los varones merecen estar en desventaja. Lo dejo a vuestro criterio, y de yapa, ya que no lo piden a gritos, algunas lecturas recomendadas para el “sesgo intelectual”, que vienen al caso.
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La tabla rasa, de Steven Pinker
La gran diferencia: Qué son realmente los cerebros de hombres y mujeres, de Simon Baron Cohen
La evolución del deseo, de David Buss
Feminismo científico, de Roxana Kreimer, entre otros
La deshumanización del varón, de Daniel Jiménez
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