“A veces pienso que el progreso quita con una mano lo que da con otra. Hoy son los caballos, mañana seremos nosotros”. Esta reflexión demuestra que Domingo Pajarito de Soto, el periodista más ilustre de la literatura española, tiene mucho que enseñar a los periodistas del siglo XXI. En diciembre, se cumplirán cien años de su asesinato en 1917. Así lo contó Eduardo Mendoza en su novela La verdad sobre el caso Savolta, publicada el año que murió Franco cuando el escritor tenía sólo 26.
Pajarito vivió en un mundo convulso, mucho más que el nuestro. Fue víctima de una transformación tecnológica despiadada, mucho más que la nuestra. Y, además, fue protagonista y mártir del mayor proceso revolucionario vivido en España hasta entonces.
Su propia mujer, que “le quería de corazón”, llegó a reconocer que la convivencia con el periodista resultaba ardua: “Él era un hombre bueno, pero inconstante, nervioso e irresponsable, ciego para todo lo que no fuesen sus ideales reformistas.”
Sus propios compañeros en la militancia anarquista tenían sus dudas: “Era un imbécil que nos planteó más quebraderos de cabeza que otra cosa. Pero era un hombre de buena voluntad y trabajaba por la causa. No podemos dejar su muerte impune”.
No ejercía su profesión en uno de los grandes periódicos de Barcelona, sino en La Voz de la Justicia, “un panfleto de corto tiraje y aparición irregular’, según lo definía la policía, por lo que no es de extrañar que las autoridades describieran los artículos de Pajarito como “de marcado carácter infamante, vejatorio y subversivo”.
Por lo revelado por algunos conocidos, sabemos que vivía en un piso “sembrado de libros y de periódicos abandonados”. Es precisamente en la declaración policial donde se ofrece un perfil más detallado, y donde Mendoza toma los datos para presentarlo: “Del tal individuo se desconocía la filiación; se sabía que procedía de Galicia, que no tenía trabajo ni domicilio declarados, que vivía con una mujer de la que tenía un hijo, ignorándose si esa unión se había realizado de conformidad con la Iglesia Católica; que entre sus lecturas se contaban Bakunin, Marx, Zola, Giner de los Ríos, Ángel Pestaña, Juan García Oliver y Andrés Nin (…) y publicaciones antigubernamentales como La Revista Blanca, La Voz del Trabajo, El Condenado, etc.”
En su novela, Eduardo Mendoza aporta una rica documentación: atestados de la Policía, declaraciones judiciales y hasta artículos de prensa. Es precisamente en los textos periodísticos donde mejor podemos hacernos una idea de cómo era Pajarito de Soto. Nadie se vaya a pensar que estamos ante un periodista desapasionado y objetivo. Para nada. Un hombre de ideas claras, vehemente y apasionado como él no podía permitirse ese lujo. Lo que también es cierto es que nadie podrá acusarle de haber sido incoherente con su pensamiento.
En este texto, aparecido tres meses antes de su muerte, deja bien claro cuál es su propósito así como la diferencia con los que hoy llamaríamos periodistas convencionales: “El autor del presente artículo… se ha impuesto la tarea de desvelar en forma concisa y asequible a las mentes sencillas de los trabajadores, aún los más iletrados, aquellos hechos que, por haber sido presentados al conocimiento del público en forma oscura y difusa, tras el camouglage de la retórica y la profusión de cifras… “
“Sólo cuando las verdades resplandezcan –continúa el informador- y los más iletrados tengan acceso a ellas, habremos alcanzado en España el lugar que nos corresponde en el concierto de las naciones civilizadas, a cuyo progreso y ponderado nivel nos han elevado las garantías constitucionales, la libertad de prensa y el sufragio universal”.
En su afán de denuncia descubre un filón para sus investigaciones: “… la empresa Savolta, cuyas actividades se han desarrollado de forma colosal e increíble durante los últimos años al amparo y a costa de la sangrienta guerra que asola a Europa, como la mosca engorda y se nutre de la repugnante carroña.”
El periodista, en su buena fe, se deja engatusar por el ejecutivo extranjero que controla la compañía bajo sospecha. “El escurridizo y pérfido Lepprince” lo contrata (neutraliza) para realizar un informe” positivo y veraz” sobre cuanto acaece en la empresa, tanto los desmanes de los empleados como las posibles irregularidades de la gestión. Lo primero le sirve al empresario para detectar a los subversivos, y lo segundo para averiguar cuánto se sabe sobre sus chanchullos y poder enterrarlo en un cajón.
Pajarito se olvidó de sus propias palabras: “el rico no necesita al pobre. Siempre que quiera, lo sustituirá”. Y así lo hará Lepprince, cuando descubra que el periodista se ha guardado un as en la manga. Una noche más, el bueno de Pajarito se había excedido con la bebida, su último refugio. “Cantaba y orinaba” por las calles, describía un testigo. Y cuando se acercaba a su casa ya de madrugada, fue atropellado por un coche que lo dejó “seco como un bacalao… ni respiraba siquiera.” Y es que, como asegura rotundo uno de los personajes de la novela, “La vida es un tiovivo que da vueltas hasta marear y luego te apea en el mismo sitio en que te has subido”.
Pero ¿quién era ese misterioso Paul-André Lepprince que parecía manejar todos los hilos? Pajarito de Soto no logró desenmascararlo, pero tal vez encontremos algo sobre él en los periódicos del día siguiente a su muerte. “Las ciudades las hacen sus habitantes y las engrandecen los forasteros”, proclama La Vanguardia. “Era francés, pero vivió y murió como un catalán” aclara El Brusi. “Fue uno de los grandes creadores de la industria catalana, símbolo de una época, faro y brújula de los tiempos modernos”, se explaya Sábado Gráfico.
Hasta aquí, la que hoy definiríamos como prensa convencional. El alternativo La Voz de la Justicia, el periódico de Pajarito, no se anda con contemplaciones a la hora de titular: “El perro ha muerto, pero la rabia continúa”.
Autor: Eduardo Mendoza. Título: La verdad sobre el caso Savolta. Venta: Amazon y FNAC
44 sugerencias para periodistas amantes de la lectura y con espíritu autocrítico
Aguilar Camín, Héctor. La guerra del Galio.
Bayly, Jaime. Los últimos días de la Prensa.
Bioy Casares, Adolfo. La aventura de un fotógrafo en la Plata.
Böll, Heinrich. El honor perdido de Katharina Blum.
Capote, Truman. A sangre fría.
Carrión, Ignacio. Cruzar El Danubio.
Casas, Fabián. Titanes del coco.
Dexter, Pete. El chico del periódico.
Eco, Umberto. Número cero.
Ellroy, James. LA Confidencial.
Follett, Ken. Papel moneda.
Ford, Richard. El periodista deportivo.
Fuguet, Alberto. Tinta Roja.
Greene, Graham. El americano impasible.
Grisham. John. El informe Pelícano.
James, Henry. Los periódicos.
Kapuscinsky, Ryszard. Los cínicos no sirven para este oficio.
Kundera, Milan. La insoportable levedad del ser.
Larsson, Stieg. Saga Millennium.
LeCarré, John. El honorable colegial.
Leguineche, Manuel. La tribu.
Malcolm, Janet. El periodista y el asesino.
Martínez, Tomás Eloy. El vuelo de la reina.
Maupassant, Guy de. Bel ami.
Mendoza, Eduardo. La verdad sobre el caso Savolta.
Penn Warren, Robert. Todos los hombres del rey.
Pérez-Reverte, Arturo. Territorio comanche // El pintor de batallas.
Rachman, Tom. Los imperfeccionistas.
Rand, Ayn. El manantial.
Sanclemente, José. Ilusionarium.
Sorela, Pedro. El sol como disfraz.
Tabucchi, Antonio. Sostiene Pereira.
Talese, Gay. El reino y el poder.// Vida de un escritor.
Vargas Llosa, Mario. Conversación en la Catedral.// Las cuatro esquinas.
Verne, Julio. La jornada de un periodista americano en 2889.
Wallraff, Günter. El periodista indeseable.
Walsh, Rodolfo. Operación masacre.
Waugh, Evelyn. Noticia bomba.
Wodehouse, P. G. PSmith Periodista.
Wolfe, Tom. La hoguera de las vanidades.
Zepeda, Jorge. Malena o el fémur más bello del mundo.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: