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La vida no vale nada

No soy el primero en decirlo, pero quizá sí uno de los que más insisten en ello: a los que quieran saber con certeza cuestiones relacionadas con nuestra Historia más reciente no les va a quedar más remedio que echar mano de la ficción. En las novelas están permitidos la elucubración, la hipótesis, el darle la vuelta a la tortilla según el gusto de cada cual, sin más compromiso que hacerlo con elegancia y rigurosa verosimilitud.

Esa singularidad es lo que ha permitido que algunos hechos, como todo lo tocante a nuestra Guerra Civil, aún no estén finiquitados del todo y haya escritores que, con no poca valentía, deseen marcar su territorio a partir de unas determinadas experiencias, casi siempre librescas. En todo caso, casi un siglo después de nuestro enfrentamiento bélico, seguimos haciendo conjeturas, dándole vueltas a un hecho que, para la imaginación del escritor, no parece tener fin.

"Tristante, siguiendo los mandatos de la vieja y siempre renovada novela realista española, que va desde La colmena hasta El Jarama, acota sabiamente el tiempo y el espacio escénicos"

Jerónimo Tristante (Murcia, 1969), el autor de la serie de novelas policiacas protagonizadas por el televisivo Víctor Ros, ya cuenta en su dilatado currículum con un par de obras en las que la Guerra Civil, y sobre todo sus alrededores, cobraban un evidente protagonismo. En primer lugar, El rojo en el azul (2005), que se remonta a sus comienzos en el mundo de la literatura; y, por otra parte, El valle de las sombras (2011), relato ambientado durante la etapa de la construcción del controvertido, hasta ayer mismo, Valle de los Caídos, en donde aparece por primera vez Juan Antonio Tornell, el flamante protagonista de 36.

Tristante, siguiendo los mandatos de la vieja y siempre renovada novela realista española, que va desde La colmena hasta El Jarama, acota sabiamente el tiempo y el espacio escénicos. La acción tiene lugar exclusivamente en el Madrid asediado y claustrofóbico del año 1936, durante los meses de noviembre y diciembre, con un frío que pela, que pone a prueba a los contendientes y que sume en la tristeza a todos los ciudadanos, que no son aún conscientes de lo que les espera.

"Tristante también pone sobre el tapete un asunto que, desde los tiempos de la ya casi olvidada Elena Fortún, no parecía interesar a nadie: el papel que desempeñaron los niños durante esta etapa bélica"

En el Madrid de los últimos meses de 1936 —el Madrid del “No pasarán”— la vida no vale nada, “caminas por una calle lleno de vida y unos segundos después eres un trozo de carne amorfo que se desparrama sobre el adoquinado”. Pero, de igual modo, también tiene su parte morbosa, incluso divertida. Al menos para algunos. Así sucede con ese ambientazo del que goza el histórico Bar Chicote. Un local que semeja un auténtico mercado persa, en el que se venden y se compran voluntades, al que acuden las rubias más despampanantes y los hombres menos escrupulosos; donde se administra, a precio de oro, desde morfina hasta la información reservada y secreta de la que se nutren ambos bandos.

Y, al otro lado del cristal, a unos metros tan sólo, en las calles madrileñas, interminables colas de hambrientos con sus cartillas de racionamiento entre las manos, las checas, los continuos “paseos”, las denuncias falsas —aquí se deja constancia del papel, ay, de los porteros y porteras de los edificios, con sus falsas denuncias o sus interesados encubrimientos—, en un entorno de precariedad y resistencia. Tristante también pone sobre el tapete un asunto que, desde los tiempos de la ya casi olvidada Elena Fortún, no parecía interesar a nadie. O a casi nadie. Me vengo a referir al papel que desempeñaron los niños durante esta etapa bélica, cuando las bicicletas ni siquiera eran para el verano. Los críos y la guerra. Esos niños que viven el conflicto como una aventura; que juegan ingenuamente con fragmentos de metralla, con proyectiles que han quedado sin explotar. Mientras camina por las calles de Madrid, Tornell observa con perplejidad los simulados batallones de fusilamiento que se monta un grupo de criajos que dominan a la perfección la terminología bélica, tratando así de imitar lo que tantas veces han visto hacer a los adultos.

"Como en La colmena, el verdadero protagonista, al margen del avispado Tornell, es la ciudad de Madrid"

Tornell es un personaje que da la talla en una novela en la que hay un planteamiento sólido y un análisis descriptivo en el que no falta detalle alguno, con toda una vigorosa investigación previa que no entorpece la lectura. Tornell y Agustín, su chófer, que cobra protagonismo a lo largo de estas páginas al convertirse en una especie de “gracioso” al más puro estilo de la comedia del Barroco español. Sin que falten ciertos personajes femeninos, de gran vigor, como Candela o Eva, capaces de abrirse camino en un mundo de hombres enfurecidos ante los acontecimientos. Tornell conserva algo del Julio Alsina de la novela 1969, quizá la obra más emblemática de Tristante: un pasado a cuestas con el que ha de lidiar, con una mujer adúltera a la que, sin embargo, sigue recordando, y una fama que se desprende de su buena estrella más que de su propia pericia.

No es, aunque pueda parecérselo al lector, un relato sobre el papel que jugó durante la Guerra Civil un joven veinteañero, ambicioso y oportunista, llamado Santiago Carrillo. Pero, desde la distancia, aquí tiene su oportunidad antes de que sea juzgado por la Historia en los años venideros. Como en La colmena, el verdadero protagonista, al margen del avispado Tornell, es la ciudad de Madrid. Un Madrid llevado al límite en donde los defensores de esta plaza, divididos por sus diferentes ideologías, no terminan de ponerse de acuerdo mientras el ejército enemigo avanza. Hay quien sugiere ganar, primero, la guerra y, después, hacer la revolución. Largo Caballero no ve con buenos ojos la intromisión, el control y la desvergüenza que muestran los rusos, los “enemigos de dentro”. Mientras tanto, en el otro lado, tipos como Queipo de Llano parecen haber descubierto la llamada “guerra psicológica”, la presión nerviosa del continuo martilleo, con menos bombas y más propaganda para desanimar y poner contra las cuerdas a los soldados y a la población republicana. Así no se puede ganar una guerra, se insiste, una y otra vez, en estas páginas. En la parte roja deciden los políticos, mientras que en sector de los sublevados mandan los militares. Esa es la gran diferencia.

Jerónimo Tristante ha escrito una novela apasionante. Un libro en donde cuida todos los datos que maneja, sin que falte la osada intervención del escritor, que pone en boca de algunos de sus personajes. Un relato de una impresionante frescura que se consigue a través de chispeantes diálogos. Después de todo, lo histórico y lo policiaco nunca han sido malos compañeros de viaje.

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Autor: Jerónimo Tristante. Título: 36. Editorial: Algaida. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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