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La violencia de una nube

La violencia de una nube

Toda poesía es mística. El acto de escribirla contiene ese arrebato que busca, cual sea el tipo de poema que se quiera hacer, la evasión; arrancar a las palabras el aroma de éter que permita una anestesia para el ardor que infligen cuando son elegidas y dispuestas en el papel. Desde bien antiguo y hasta el infinito, la poesía, es sabido, ha de trepidar con su emoción por los ojos y la garganta cuando es leída y recitada, pero ya en el silencio de su lectura, pensándola, consigue ese sutil éxtasis —o no, y uno entonces puede verse sobrepasado por esa verdad revelada— que no por reiterado una y mil veces pierde consistencia, sino que aviva las llamas de un fervor inmenso.

Su primer libro, San Lázaro, desconcertante por tétrico, fiero como un purasangre negro y desbocado, trajo opiniones polarizadas. Eso es bueno: el trayecto no fue en vano, dejó marcas allí donde pasó. Este segundo, igual o más complejo por su engañosa sencillez, me atrevo a decir, prefiere la fijación por nuestra humana solidez, por obcecarnos en la idea de que ‘siempre vamos cargando/ toda nuestra sangre/ arrastrando ríos sobre la tierra/ […] para llevar el agua al agua/ el torrente que arquea’, y esa ansiedad puede necesitar una vía de escape mediante la religiosidad, más pagana pero sin renunciar a sus símbolos.

"La poesía, los libros que la ejercen y representan, como los pájaros del poema juanramoniano: seguirán cantando cuando nosotros hayamos partido"

anuncio es el nuevo libro de poemas de Laura Rodríguez Díaz, y la estima que va adquiriendo su trabajo, demostrada por el premio que recibió en 2023 —el Ojo Crítico de Poesía— y el interés de nuevos lectores, facilita percibir el saludable estado de la poesía actual española, sin entrar en cuál debería considerarse joven o no, que todavía muchos se empeñan en poner en entredicho preguntando ¿pero queda gente que haga poesía? —sobrentendiendo que buscan poesía buena con la ayuda de misteriosas exigencias, elitistas o de persona lectora poco versada— o ¿pero no lee mucha gente poesía, verdad? Será por siempre el género menor más valorado, y por tanto el género mayor más desconocido para el público general. Pero eso nunca ha importado, ni interesado ni impedido, a la hora de continuar posibilitando lectores y escritores de la misma. Un debate constante y atemporal, como se ve. La poesía, los libros que la ejercen y representan, como los pájaros del poema juanramoniano: seguirán cantando cuando nosotros hayamos partido.

Hay más seguridad en los versos de anuncio que en las conjeturas que uno y cualquiera pudiera seguir haciendo a propósito de lo anterior. Como a través de la claridad de un cuadro renacentista, pues el título posee una fuerte reminiscencia a Fra Angelico, sin abandonar tampoco barroquismos —seña distintiva de muchos poetas andaluces—, anuncio se adentra en los vacíos repletos de conflictos, en una serie de reivindicaciones que se deforman —se estilizan— gracias a la forma sagrada de su alcance. En este libro hablan los ángeles. Rasgan sus plumas contra la bóveda celeste y esperan pacientes ante la calma desesperación de quien los mira. Las palabras vendrán despacio, explotando, ‘cubriendo todas las noches/ hasta darles fin’, multiplicándose como el ‘castigo infinito y bello’ que podría entenderse como la simple y dura existencia o el proceso de creación poética, íntimamente ligado: ‘este señalar las cosas/ con las manos cruzadas/ con la boca siempre llena/ esperando la luz/ es un gesto de repliegue/ que llega hasta vosotros/ para poder existir al fin/ el mundo es en el reflejo/ in speculum per imago/ así el ángel frente a la virgen/ así el vientre frente a la nube/ pero no lo olvidéis/ debajo de mis uñas/ hay una fina capa de tierra.’

"Al final del libro, el largo poema Las niñas de plata, coincide con esta problemática superficial. Complementa la lírica de anuncio, pero se diluye por la diferencia respecto a él"

La violencia sacude. Es perpetuada por una irresistible gana que nos sobrecoge. Intentar frenarla parece inútil; ‘el ángel siempre anuncia/ la suciedad pura del verbo’, afirma Rodríguez Díaz, porque el lenguaje y la familia le dan tal grado de perpetuación. Todo nuestro entorno es de una fragilidad evidente, pero el equilibrio con que lo mantenemos es el que parchea lo ya destrozado, bien apretados en nuestras manos esos tallos cortados que antes fueron lirios. Las imágenes, como puede deducirse, oscilan entre la literalidad y el enigma que recuerda a la simbología lorquiana, vestigio que también encontramos en los caballos, la visión femenina desde la tragedia —aquí bajado el tono, reformulado por la autora sevillana—, y en definitiva, una abundancia visual que contagia la fiebre, si bien el discurso se intuye agazapado, a veces en peligro por el exceso de imaginería.

Al final del libro, el largo poema Las niñas de plata, coincide con esta problemática superficial. Complementa la lírica de anuncio, pero se diluye por la diferencia respecto a él, o no acaba de convencer por parecerse sus maneras a las del primer libro, cambiadas por la voluntad de buscar una nueva ruta.

Todo gesto místico equivale a un momento de perfección. Si la exaltación y la técnica se hermanan, se vuelve evidente aun para los más escépticos. Erramos habitando el mundo, hasta que algún poema comienza y nos dirige hacia la coyuntura, como quiera que se decida llamarla: manifestación, revelación, lucha. Según la poeta, aquello que domina sus formas y concentra nuestra mirada hasta dejarla emblanquecida. Es lo que no termina. El deseo.

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Autora: Laura Rodríguez Díaz. Título: anuncio. Editorial: Ultramarinos. Venta: Todos tus libros.

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