Dos niños reciben el encargo de cuidar de un palomo blanco. Esa tarde, su padre lo mata y lo sirve para la cena familiar. La niña, sin embargo, se abstiene de comerse al palomo.
La violetilla, un cuento de Juan Ramón Jiménez
Nos trajeron de regalo un palomo blanco, ¿para que nos lo comiéramos? ¿Quién, después de verlo y acariciarlo, se lo comía? Se lo dimos a los dos niños del jardinero para que lo criaran.
—¿Qué haréis con él?
María, la mayorcita, La violetilla como le decíamos, grisucha y graciosa, con sus ojos verdes, su pelo pardo con aceite, y sus dientes amarillos, saltó al momento:
—¡Cuidarlo, zeñorito!
Pero el padre mató al palomo aquella misma tarde y se lo comió la familia, digo, él y el niño, Faneguillas, que tenía todo su mimo. La madre y la niña se contentaron con olerlo, agradables a la fuerza.
Al día siguiente, cuando entré, estaban los niños sentados en el umbral jugando a los alfileritos.
—¿Y el palomo? —les pregunté ansioso.
El niño se puso de pie, y sacando la barriga, se dio una palmada en ella:
—¡Aquí, gualdado!
Y La violetilla María, sonriendo triste, copiaba a su hermano:
—¡Aquí guardado, zeñorito!
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: