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La vivencia de la feria del libro

La vivencia de la feria del libro

Hace unas semanas terminó la Feria del Libro de Madrid. Mis conclusiones, mis ideas, mis vivencias, respecto a esta edición de la Feria del Libro quizá estén todavía en fermentación. Pero he decidido ponerme a escribir un artículo, pues si dejo mucho tiempo a lo mejor no lo hago; viene otro tema y no escribo sobre éste, que para mí es muy íntimo, siempre querido, muy cercano, en esta ocasión, en el tiempo y en el cariño.

Aunque este texto se publicará más adelante no está de más que lo escriba ahora.

Este año ha llovido mucho en la Feria del Libro de Madrid. Siempre llueve, por lo menos algunos días, pero este año ha llovido muchos días. Y cuando llueve se vende muchísimo menos. Me hace gracia esta aleación de libros, feria y lluvia, tanto, que no hace mucho le decía a uno de mis editores, Alberto Santos, que durante las sequías, más que sacar los santos a la calle deberíamos sacar los libros, porque siempre que hacíamos ferias del libro nos llovía. De todos modos, siempre procuro pensar en positivo, pensar que la lluvia es muy buena para todos, para el campo y para todo, y que también es verdad ese dicho —yo soy un gran admirador del refranero español, sapientísimo— de que nunca llueve a gusto de todos. Desde luego, durante las ferias, no llueve a gusto de los editores, libreros y escritores.

Efectivamente, en esta Feria ha llovido mucho. Diré de pasada que yo, personalmente, he tenido mucha suerte, porque a mí apenas me llovió los cuatro días que firmé en la Feria. Firmé tres mañanas y no me llovió —la costumbre, no sé muy bien por qué, era llover por las tardes—, y la tarde que me tocaba cayó al principio un gran chaparrón, pero luego milagrosamente se calmó.

Me acuerdo que cuando estaba lloviendo le dije a Alberto Santos, mi editor, con más fe que ciencia:

—Va a dejar de llover.

Y en verdad dejó de llover.

La Feria del Libro es un gran fenómeno, de gente, de ventas, de libros, de números en general. A veces pienso, sinceramente, que no hay tantos lectores en España, o en Madrid, como personas se mueven en la Feria del Libro. Pero el caso es que hay mucha gente, y que compra muchos libros. Sé que hay gente, o la había, que sólo compra libros en la Feria del Libro, que se reserva para entonces. Yo aprendo mucho de todas las personas que pasan por mi caseta. Soy proactivo y hablo con ellas, les ofrezco mis libros, les hablo un poco de ellos. He aprendido mucho con Alberto Santos, que se puede decir que es especialista en ferias, y concretamente quizá en la Feria del Libro de Madrid, por su larga experiencia, y que hace eso con todos los libros que edita y vende.

Cuando empecé a firmar con él un día le dije:

—Alberto, tendrías que dar cursos aquí de cómo vender los libros.

Lo pensaba y lo pienso.

Una vez, hace años, él me dijo:

—A mí antes, cuando empecé, me daba mucha vergüenza dirigirme a la gente, pero me di cuenta de que no me quedaba más remedio que moverme y cambiar.

Ahora, al reflexionar sobre ello, me doy cuenta de que buena parte de su secreto está en insistir sobre los viandantes, los lectores, no darse por desanimado si no le hacen caso, pensar que si no se vende un libro se está sembrando por el futuro. Es cierto que él conoce muy bien lo que vende, porque lo ha editado y lo ha leído, pero creo que es todavía más importante su espíritu, su insistencia, su fuerza.

Ya digo que yo he aprendido mucho con él, al igual que otros autores de su editorial, Imágica. Se trata de ser proactivo, de moverse, de no limitarse a estar callado y ser una firma sentada, implícita, potencial, por decirlo de alguna manera. Supongo que cuando sea un escritor importante —si alguna vez llego a serlo, y tal vez no me guste tanto— dejaré más bien que sean los lectores los que me hablen, me pregunten… Aunque ya lo hacen, porque son muy curiosos e inteligentes y nos tienen mucho que enseñar a los autores. De hecho nos enseñan. En realidad yo creo que es un aprendizaje mutuo del que se benefician los propios libros.

Porque la Feria es muy especial. Es algo muy grande y muy especial. A veces, al ver el entusiasmo de la gente ante este evento —lo llamaré mejor “fenómeno”—, pienso que a sus visitantes les gusta más la propia Feria del Libro de Madrid que los libros en sí, pero otras veces pienso que no puede ser exactamente de esta manera, que los libros son unos objetos maravillosos, unos objetos que tienen muchísimo de humano y bastante, a mi parecer, de divino, de mágico. Es decir, los visitantes de la Feria aman la propia Feria, el paseo, el Retiro, los libros, sus escritores favoritos, aquéllos otros que van conociendo año tras año y que algunos, bastantes, se convertirán en seres queridos para ellos, entre el cariño, la gratitud y la complicidad.

Sí, la Feria es grande y especial. Tengo mucho más que decir, de esta edición y de muchas otras, porque antes venía siempre como lector, con familiares y amigos. Pero lo voy a dejar aquí. Sólo añadiré que seguramente nunca me he sentido más escritor, o más feliz escritor, como este año cuando terminé mi cuarto día de firma y salí de la caseta con un ejemplar de mi novela Carlos V: El viaje del emperador y el póster que la editorial preparó con mis novelas históricas y las de José Luis Olaizola, póster promocional que estuvo pegado en nuestra caseta estos días. Ese paseo que me llevó entre tantos libros hasta la puerta del Retiro, en esas circunstancias, fue un paseo lleno de recuerdos, de proyectos, de experiencias. En ocasiones salgo de la caseta, de mi firma, con uno de mis libros, como un símbolo de lo que he hecho, firmar y tratar con los lectores, durante unas horas. Esa vuelta a casa por el sendero que dibuja la Feria, me habla mucho del pasado, pero también del presente y del futuro. Es algo tan personal que sólo se puede verter en la escritura para expresarlo justamente, la escritura, muy humana, sí, pero con una gran capacidad para desbordar las limitaciones humanas, para trascenderlas.

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Rosana
Rosana
1 año hace

Hola! Es muy gratificante para mi, leer al Sr.Eduardo Rico. Sencillo y preciso. El respeto y reconocimiento hacia sus maestros emociona. Soy escritora y coincido mucho con la nota » Carta a Humberto Eco» el leer es la mejor práctica para escribir. Asi como necesitamos el agua para vivir el escritor sin la lectura no podria escribir. Disfruto mucho de sus cartas y sus textos. Además alivia conocer testimonios de otros escritores. Y conocer su trabajo. Hay mucha riqueza de vida en sus textos. Gracias