Hay una conocida frase que sirve para dar profundidad a un personaje en cualquier género literario: «La grandeza de alguien se mide por la talla de sus enemigos». El peso de una narrativa usualmente es soportado por héroe y malvado a partes más o menos proporcionales, ya que las villanías deben ser equilibradas con los buenos actos. Una mente para el mal debe tener enfrente a su igual en el equipo contrario o el combate no será justo y, por tanto, no habrá conflicto.
Y entonces llega Angela Slatter (Australia, 1967) con La quinta bruja, publicada por Editorial Duermevela, y se atreve a darles voz de una forma brillante. No un susurro. Las hace gritar, hartas de la injusticia, y vociferan a los cuatro vientos los sueños y las vidas que tenían antes de su trágico final.
Lo hace en un marco ya visitado por otras plumas: el Londres victoriano de 1888, concretamente en el oscuro barrio de Whitechapel, donde los tacones resuenan en sus callejuelas y bocas pintadas en exceso ofrecen servicios desde las sombras. Y donde un asesino, Jack, apodado el Destripador, causa el pánico. La autora hace uso de un héroe/heroína para describir los sucesos desde unos ojos que no son los habituales, en un trasfondo de brujería y médiums. No se trata del diabólico juego de mentes magistrales entre asesino y detective. Estamos hablando de conocer a las víctimas por su nombre real, dándoles un pasado que normalmente ni es mencionado. Dejan de ser sólo vísceras y sangre y pasan a reclamar un foco de atención que de forma habitual les es negado. Pero no se detiene ahí. La autora describe a las otras víctimas silenciosas de la narración: el niño que no se levanta de la cama desde la muerte del padre; la madre odiosa pero con un pasado mortificante y terrible. La propia protagonista está presa por una sociedad que la ahoga con sus restricciones y normas, y debe encontrar salidas no muy ortodoxas para sobrevivir.
Sí, claro que es la historia de Jack el Destripador. O una de ellas, porque es sólo una hipótesis fantasiosa. Incluso el original en inglés recibía el nombre de The Ripper, dándole a él todo el protagonismo. Pero en esta versión incluso en el título se ha tenido a bien poner el foco en sus presas. No se puede negar que el mismo nombre de la novela o su sinopsis dan pistas claras sobre una explicación fantástica de los asesinatos, aunque, a decir verdad, quien busque una elaborada trama de brujería, artes oscuras o un complicado sistema de poderes mágicos se va a quedar tan solo con algunos escuetos párrafos en toda la obra.
Porque estas páginas no buscan tan solo la identidad del cruento asesino y dar luz a los secretos más abyectos de sus andaduras. Sobre todo, reflejan la voz de las no escuchadas: prostitutas, inmigrantes, pobres, apartadas, ciudadanas de segunda. Mujeres.
Aunque la versión original estaba dentro de una antología de cuentos de terror (Horrorology), debe admitirse que mucho horror no contiene: la casquería habitual de este tipo de crímenes y poco más. Pero también es cierto que ha encontrado su lugar navegando por separado gracias a otorgar esa voz a sus personajes, tan necesaria en la época victoriana como lamentablemente en nuestros días.
A veces vale la pena escuchar esos murmullos de los que están en segundo plano, porque dicen mucho más que las grandilocuentes frases de los protagonistas que, a gritos, exigen indignados que se les haga caso. Porque no todo siempre va sobre el bueno y el malo.
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Autora: Angela Slatter. Título: La quinta bruja. Traductora: Rebeca Cardeñoso. Editorial: Duermevela. Venta: Todostuslibros.
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