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La zarigüeya de Schrödinger, de Susana Monsó

La zarigüeya de Schrödinger, de Susana Monsó

Cuando la zarigüeya se siente amenazada, se paraliza, con los ojos y la boca abiertos en una mueca petrificada, la temperatura corporal y respiración reducidas al mínimo, la lengua desplegando un tono azulado y sus glándulas anales oliendo a podrido. Pese a este disfraz de cadáver putrefacto, sigue pendiente de su entorno, lista para volver a la acción. Como el gato en la famosa paradoja de Schrödinger, la zarigüeya está viva y muerta al mismo tiempo.

En este libro exploraremos lo que la zarigüeya nos puede enseñar acerca del concepto de la muerte de otras especies. Asimismo, aprenderemos cómo los animales viven la mortalidad de la mano de hormigas que asisten a su propio entierro, chimpancés que limpian los dientes a cadáveres, perros que se meriendan a sus dueños, cuervos que evitan los sitios donde vieron un muerto, elefantes obsesionados con recolectar marfil y ballenas que cargan con sus fallecidos durante semanas.

Zenda reproduce un fragmento de La zarigüeya de Schrödinger, de Susana Monsó.

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INTRODUCCIÓN

En noviembre de 2009, la revista National Geographic publicó una foto que cautivaría a lectores y científicos por igual. En ella se veía a Dorothy, una chimpancé de cuarenta y tantos años, yaciendo en una carretilla que arrastraban dos humanos. Al fondo, un grupo de dieciséis chimpancés se apelotonaba tras una verja, todos y cada uno de ellos mirando fijamente a su compañera. La razón por la que esta foto fascinó a tantos fue que Dorothy estaba muerta, y el resto de sus congéneres, con los que había convivido sus últimos ocho años en el Centro de Rescate de Chimpancés Sanaga-Yong, en Camerún, parecía haberse congregado para despedirse de ella.

Monica Szczupider, la fotógrafa que inmortalizó el momento, lo describió así: «Los chimpancés no son silenciosos. Son criaturas gregarias, gritonas, ruidosas, normalmente con lapsos de atención relativamente cortos. Pero no podían apartar los ojos de Dorothy, y su silencio, más que cualquier otra cosa, lo decía todo». Pero ¿qué era lo que decía exactamente? ¿Es posible que los chimpancés estuvieran experimentando algo parecido a nuestro duelo por la muerte de un ser querido? ¿Podían entender lo que le había pasado a Dorothy? ¿Sabían tal vez que aquello les ocurriría a ellos mismos tarde o temprano?

La fotografía Los chimpancés en duelo (The grieving chimps), de Monica Szczupider.

Esta fotografía generó tanto interés que a raíz de ella muchos científicos decidieron publicar casos similares que habían ido observando a lo largo de los años y que tenían guardados en un cajón, y otros tantos comenzaron a prestar mucha más atención a los comportamientos en torno a la muerte de los animales que estaban estudiando. Nació con ello una nueva disciplina, la tanatología comparada, que busca estudiar cómo reaccionan los animales ante individuos que han muerto o están próximos a morirse, cuáles son los procesos fisiológicos que subyacen a estas reacciones y qué nos dicen estos comportamientos acerca de la mente de los animales. Aunque originalmente el enfoque se puso en los primates, en los últimos años ha habido una explosión de publicaciones y cada vez hay más y más artículos que versan sobre la tanatología de especies muy alejadas de monos y simios, como los elefantes, las ballenas, los caballos, los cuervos o incluso algunos insectos.

La tanatología comparada es una disciplina que se encuentra en la intersección entre la etología y la psicología comparada. La etología es la rama de la biología que se centra en el estudio del comportamiento de los animales y comparte con la tanatología comparada la predilección por los estudios de campo llevados a cabo en entornos más o menos naturales. La psicología comparada, a su vez, busca estudiar la mente de los animales de forma experimental, y para ello compara cómo distintas especies se enfrentan a problemas similares y qué mecanismos cognitivos usan para resolverlos. La tanatología comparada comparte con esta disciplina el interés en la psicología de los animales, y también bebe de muchos de sus estudios para aportar información al debate sobre cómo viven y entienden los animales la mortalidad.

No obstante, este libro no está escrito por una etóloga ni por una psicóloga, sino por una filósofa. Tal vez esto te sorprenda, si tu imagen del filósofo se corresponde con la de un tipo de avanzada edad que luce barba y fuma en pipa y se sienta en su sillón a reflexionar acerca del sentido de la vida. No negaré que esta descripción se ajuste a algunos filósofos, pero lo cierto es que la filosofía es una disciplina muy heterogénea y podemos encontrar filósofos que se dedican a estudiar temas tan dispares como el cambio climático, el terrorismo, los videojuegos, la medicina o el porno.

Esto se debe a que la filosofía tiene ciertas peculiaridades que la distinguen de otras disciplinas. Al contrario que las demás ramas de la ciencia y las humanidades, la filosofía carece de un objeto de estudio predeterminado. Puede haber filosofía de cualquier cosa porque la filosofía es un método, una manera de mirar el mundo y de reflexionar acerca de él, en vez del estudio de tal o cual fenómeno concreto. Esto les permite a los filósofos estar en un diálogo constante con las demás ramas de conocimiento, moverse con soltura de una disciplina a otra, no dar nada por sentado, cuestionar cualquier presupuesto y ofrecer puntos de vista novedosos y refrescantes que puedan servir de catalizador para cualquier debate.

Este libro se enmarca dentro de una rama de la filosofía relativamente joven conocida como filosofía de la mente animal. Aunque la filosofía de la mente se remonta, como poco, a la Antigua Grecia, a lo largo de la historia se ha enfocado de manera casi exclusiva en la mente humana. La filosofía de la mente animal reivindica el interés de estudiar la mente animal, no solo para comprendernos mejor a nosotros mismos, sino también como fin en sí mismo, pues considera que la psicología de las demás especies es interesante con independencia de lo que nos pueda enseñar acerca de la nuestra. A su vez, esta disciplina trabaja en diálogo con la ciencia, reflexionando acerca de las metodologías de estudio del comportamiento y la cognición de otras especies, identificando posibles sesgos y tratando de aportar mayor claridad conceptual.

La tanatología comparada, como disciplina con apenas una década de vida, está muy necesitada de un enfoque filosófico que ayude a identificar los presupuestos escondidos que puedan estar sesgando la investigación, así como a clarificar el significado de los conceptos clave. Este libro, en concreto, se centra en identificar y extirpar los sesgos antropocéntricos que subyacen a la investigación de cómo los animales se relacionan con la mortalidad. Asimismo, el concepto clave en el que me centro, y que vertebra el argumento general, es el concepto de la muerte. ¿Qué significa exactamente entender la muerte? ¿Es el concepto de la muerte algo binario, de todo o nada, o podemos concebirlo como un espectro, como algo que admite mayor o menor complejidad? ¿Tendría sentido hablar de distintos conceptos de la muerte que capturen la perspectiva de diferentes especies?

Gran parte del trabajo que llevo a cabo en este libro es, por tanto, de análisis conceptual. No obstante, no se trata meramente de un trabajo de clarificación del lenguaje, pues a través de este tipo de análisis se pueden extraer conclusiones acerca del mundo. Por ejemplo, para determinar si los experimentos que demuestran comportamientos altruistas en animales son una evidencia de que los animales tienen moral, tenemos que partir de una definición clara de qué significa tener moral. Lo mismo se aplica en este caso. A través de un análisis de qué significa tener un concepto de la muerte podemos mirar con otros ojos la evidencia de la que disponemos. Es más, este análisis nos va a permitir delinear muy claramente cuáles son los requisitos cognitivos para entender la muerte; cuál es la arquitectura psicológica de la que debe disponer un animal para poder tener consciencia de la mortalidad. Sabiendo esto, podemos mirar más allá de la tanatología comparada y considerar lo que otros campos, como la biología evolutiva, nos pueden decir acerca de cuán extendida podemos esperar que esté esta capacidad en la naturaleza.

¿Entienden la muerte los animales? En este libro utilizo las herramientas conceptuales y argumentativas que nos brinda la filosofía para analizar la evidencia empírica que el campo de la tanatología comparada ha venido acumulando a lo largo de la última década, y así dar respuesta a esta pregunta. Como veremos, desde su nacimiento esta disciplina se ha caracterizado por ciertos sesgos antropocéntricos que han llevado a los tanatólogos a intelectualizar de más el concepto de la muerte y a poner excesivo énfasis en el duelo como respuesta emocional ante el fallecimiento de otros. Localizar y erradicar estos sesgos nos va a permitir ver que el concepto de la muerte requiere de poca complejidad cognitiva y que hay múltiples maneras en que los animales pueden reaccionar emocionalmente ante la muerte y aprender acerca de ella. Si mis argumentos en este libro son correctos, el concepto de la muerte es mucho más fácil de adquirir de lo que se ha venido suponiendo y seguramente está muy extendido en el reino animal.

A lo mejor todo esto que acabas de leer te suena a chino, si estás poco acostumbrado a oír hablar de los conceptos o las emociones de los animales. Si este es tu caso, voy a rogarte un voto de confianza, ya que este libro está adaptado para un lector lego en la materia y no requiere que manejes ninguna noción acerca de la psicología animal. Por otra parte, quizás perteneces al grupo de personas que duda de que los animales tengan mente. En ese caso, estás de suerte, ya que aquí no solo hablaré de la relación de los animales con la muerte, sino que también abordaré tanto los argumentos filosóficos como mucha de la evidencia empírica que apoyan la noción de que el ser humano está muy lejos de ser el único animal con una vida mental. Por tanto, si eres un lector escéptico, deberías encontrar en este libro, como poco, material para la reflexión.

En las páginas que siguen, partiremos de la filosofía e iremos adentrándonos más y más en la tanatología comparada y en las demás ciencias empíricas afines. Mi intención ha sido hacer de este un libro para un público general, por lo que he tratado de mantener las distinciones técnicas al mínimo y, cuando eran absolutamente necesarias, me he esforzado por explicarlas con mimo y he añadido chistes —a veces quizá un poco malos— allá donde he podido para amenizar la lectura. Asimismo, las referencias bibliográficas se han relegado a notas al final para que no estorben en la lectura. Al lector al que le cueste un poco más la filosofía, le pido paciencia. Al que haya venido en busca de historias de animalitos, le prometo que llegarán. Y, sin más, querido lector, muchas gracias por escoger este libro. Espero de todo corazón que lo disfrutes.

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Susana Monsó es doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Educación a Distancia e investigadora post-doctoral en el Instituto de Investigación Messerli de Viena. Su trabajo se centra en las habilidades socio-cognitivas de los animales y sus implicaciones éticas. Ha publicado en revistas internacionales como ErkenntnisSyntheseMind & LanguageJournal of Ethics y Philosophical Psychology, entre otras. Actualmente dirige un proyecto de investigación sobre los animales y el concepto de la muerte, financiado por el Fondo Austriaco para la Ciencia (FWF).

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Autor: Susana Monsó. Título: La zarigüeya de Schrödinger. Editorial: Plaza y Valdés. Venta: Todostuslibros y Amazon

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