Cuando Raquel Lanseros, poeta, antóloga y traductora, se adentra en la indagación de su corpus poético, reunido en el volumen Esta momentánea eternidad, es ya una escritora de obra sólida, con una fuerte implicación en el debate estético del ahora. Su sensibilidad ante el espejo facilita algunas claves de lectura. Permite vislumbrar la unidad mayor del largo recorrido que arranca en 2005 y el trazado de relaciones mutuas que establecen las diferentes salidas. Escribe en el liminar: “Estos once años de poesía reunida son a la vez un relámpago, un instante fugaz, un destello momentáneo, y la diáfana eternidad en la que están incluidos el pasado, el presente y el futuro. La evidencia de nuestra propia finitud nos hace conscientes del valor del momento presente, único escenario en el que se desarrolla la vida humana”. De este modo, la primera pregunta que se plantea ante el sentido de su escritura es la temporalidad. La ecuación de lo transitorio no es un concepto indeterminado sino una respuesta definida por la necesidad de expresarse: la escritura permite afrontar el acontecer existencial creando un espacio de permanencia. A través de las imágenes verbales, el protagonista poemático trata de comprender el mundo, descifra las relaciones entre el ego y la realidad o avanza por las bifurcaciones de la memoria para recuperar ausencias y pérdidas cuya significación nunca se desprende de la propia identidad.
Como una invitación a la coherencia, Raquel Lanseros opta por no modificar la textura de sus composiciones iniciales. Es una estrategia que permite reconocer la senda recorrida desde la raíz. El contenido de Leyendas del promontorio emerge fiel a las pulsiones que alentaron su escritura. Las composiciones desvelan un tiempo de esperanza en el que la educación sentimental despliega una cartografía de viajes por hacer. Ítaca está ahí, a la espera de quien afronte la dura gesta de dar vida a Ulises. Más que una geografía, Ítaca es el molde diluido de una esperanza. Un lugar habitable más allá del amor gastado, del cansancio, del fracaso de quien no encontró sitio para dormir nostalgias o de los que sienten el odio como un peso muerto que lastra cualquier paso. Al cabo, cada existencia solo es una búsqueda tenaz, un perseguir la engañosa liviandad de una densa columna de humo que es solo fuego fatuo. Leyendas del promontorio tiene mucho de cruce de caminos, de pasos e intersecciones entre personajes que llegaron un día para marcar la estela de una sensación que el tiempo difumina.
Diario de un destello (2006) busca eficacia expresiva en la evocación. En sus poemas alienta una travesía por la luz y sus cambiantes matices al reflejar el continuo fluir de causas y efectos. El devenir propende a poner límites definidos al incierto paisaje de lo cotidiano en el que no siempre los sueños adquieren cumplimiento. Vivir es también una invitación a la tristeza, un esfuerzo baldío de quien persigue los destellos lejanos de una estrella.
Por su aporte emotivo, Los ojos de la niebla es andén preferente en este itinerario. El libro ve la luz en 2008 y en sus composiciones se enlazan el discurso intimista y la afirmación meditativa del ser. A través del recuerdo sale a descubierto el patrimonio afectivo del protagonista lírico. Son las sombras del tiempo que retornan hasta el ahora con el impulso firme de la voz confesional. Como escribiera Mario Benedetti: “El olvido está lleno de memoria” y el sujeto acomoda a su percepción las voces que llegan desde otro tiempo.
Porque convergen en sus versos un alto grado de conciencia social y el carácter de crónica de época, el poema Beatriz Orieta. Maestra nacional (1919-1945) es una de las composiciones más logradas de la autora.
A la hora de enfrentarse a la lectura de un libro, el título es siempre un chispazo. El atinado neologismo Croniria fusiona dos espacios semánticos, el tiempo y los sueños. Su aleación trasciende los linderos concretos de la realidad. Los versos se hacen propósito de vuelo a las órdenes del viento. Un empeño de la voluntad de exiliar lo gregario para convertir el asombro en rutina a través de la celebración del cuerpo, o a partir del lenguaje como búsqueda tenaz de la belleza. Quien se define dibuja trazos para que reverdezca la alegría de un patio sin rejas, donde no cabe el invierno. De ese estar bajo el sol del mediodía también participa el último poemario, Las pequeñas espinas son pequeñas (2013) donde la voz celebratoria adquiere una dimensión remozada; no se trata de la percepción conformista del mundo sin mácula sino de una forma de estar que invita a levantarse en cada amanecida con una razón de vida; a través de la luz de cada amanecida cristaliza una propuesta de ser a pesar de las pequeñas derrotas.
El conjunto incorpora un puñado de inéditos. Son textos no integrados en libros que permiten conocer los códigos más pujantes de Raquel Lanseros —la intimidad, el discurrir temporal, la voz solidaria del sueño colectivo— y los espacios argumentales proyectados.
Con rigor objetivo por el amplio marco que agrupa y por su cronología lineal, Esta momentánea eternidad de Raquel Lanseros configura el mapa de una voz singular, con capacidad para crear puntos de encuentro con coordenadas específicas y versos perdurables que detienen el tiempo y lo preservan.
Autora: Raquel Lanseros. Título: Esta momentánea eternidad. Poesía reunida (2005-2016). Editorial: Visor, Poesía, Madrid, 2016. Edic Venta: Amazon y Fnac
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