¿Por qué el Spiderman de Tobey Maguire funcionó y el de Andrew Garfield no? ¿O por qué el público ama la trilogía de Batman de Christopher Nolan pero no tanto el Supermán de Zack Snyder? La respuesta, siempre, está en el guion, según Chris Mack, director de desarrollo talento creativo en Netflix.
«Definir un objetivo es siempre el primer paso. El deseo de conseguir algo es lo que engancha al público: puede ser algo que deseamos ser o algo que deseamos hacer, esto nos excita», ha señalado Mack. Ascender en la escala social, salvar el mundo, vengarse, salvar a los seres queridos o demostrar que alguien está equivocado son algunos de los propósitos más frecuentes en las historias de gran alcance. «Todas tienen algo en común: son difíciles de lograr», ha puntualizado. Más allá del arranque, ha mencionado tres ingredientes imprescindibles en cualquier personaje: un catalizador, motivación subyacente o historia de fondo, una brújula moral o código ético y una transformación a través de la superación de obstáculos y retos de los que el personaje sale crecido.
En el caso de Spiderman, el catalizador sería la mordedura de una araña radiactiva que confiere poderes a un adolescente Peter Parker, unido al sentimiento de culpa por la muerte de sus tíos; la pauta ética, que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y en cuanto a la transformación, es una historia de paso a la edad adulta. Según Mack, las películas protagonizadas por Tobey Maguire y por Tom Holland —más recientemente—- se adaptan a ese esquema. Sin embargo, el hombre araña de Andrew Garfield resultaba «demasiado frío y acomodado». Los guionistas «olvidaron que era un adolescente» y toda la diversión que eso conlleva.
En función de esos tres ingredientes, el ejecutivo de Netflix elabora una clasificación de personajes con arquetipos como «el campeón reacio», lanzado a una misión de un modo inesperado y que para ello debe mejorar sus habilidades, como el protagonista de Black Panther o el Luke Skywalker de Star Wars. Luego está el «profesional», que pone su moralidad a prueba en sus misiones, como James Bond o el protagonista de Tenet, aunque en este caso Mack considera que no está logrado, porque es un personaje «unidimensional» y se pierde de vista su motivación profunda. Elisabeth Moss como Defred en El cuento de la criada encajaría en la categoría de «activista», una mujer que se enfrenta al poder establecido, y en este caso la transformación se produce en el exterior, no en el personaje.
Y Supermán es el ejemplo más evidente del tipo «perfecto», el que hace siempre lo correcto. Y esa es precisamente su «debilidad», es tan bueno que es muy difícil escribir sobre él, y los guionistas se ven obligados a confiar en la historia de amor con Lois Lane. Para Mack, el mejor Supermán es el de Richard Donner de 1978, que pone el acento en cómo descubre sus poderes y se enamora, frente al «Hombre de Acero» de Zack Snyder, que considera más superficial. El rebelde (Han Solo o Jack Sparrow), el vigilante (John Wick), el desvalido (Arya Stark de Juego de tronos), o el adorable perdedor son otros de los modelos que ha mencionado Mack.
Aunque finalmente como «experto del entretenimiento», lo mejor que le puede pasar cuando lee un guion, afirma, es dejarse llevar por la historia. «Si el guion es bueno me olvido de que soy experto; si es malo, tomo notas».
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