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Las costuras del tiempo

Las costuras del tiempo

Ricardo Labra, asturiano de Langreo y autor coetáneo de la generación que se dio a conocer en los años 80 (nació en 1958), es un escritor lateral, ajeno a corriente y estéticas pero con una obra consolidada en la que el estudio de la poesía española (y asturiana), con un apego especial hacia la de Ángel González, sobre el que publicó en 2019  el ensayo Ángel González en la poesía española contemporánea, juega un papel esencial  aunque lo nuclear de su trayectoria se encuentra en su poesía y en ese género fronterizo entre la poesía y la sentencia filosófica que es el aforismo. En ese territorio se internó con sabiduría y enorme capacidad intuitiva en los tres cuadernos que publicó en el volumen El poeta calvo, en 2016, y a él vuelve con una gavilla de aforismos, también distribuidos en tres cuadernos, que ahondan en los que pudimos leer en los de 2016: su título, Renglones torcidos. Creo que los escritores de largo aliento, cuya obra forma parte de un proceso de ahondamiento más que de dispersión, suelen dibujar en ella un mundo, adentrarse en él y, hasta cierto punto, sentar plaza, vivir en su interior durante un largo período de tiempo (a veces, para siempre). El mundo al que nos invita Ricardo Labra es el de la creación literaria y sus aledaños: su trastienda, las obsesiones y manías autorales, las contradicciones que nos acechan antes, durante y después de la gestación de la obra, las vanidades y fosforescencias del mundo literario. los agujeros y remiendos con que se desarrolla, a veces, la crítica, los oropeles de las presentaciones y la hoguera de vanidades que se reitera época tras época, generación tras generación. Todo ello, cruzado por reflexiones en torno a la literatura, a la poesía, a la filosofía, al arte en definitiva.

"Labra desarrolla su labor aforística en un tiempo no menos cargado de perplejidades e incertidumbres que los autores referenciados"

Esas preocupaciones están presentes, en el fondo, en toda su trayectoria poética y ensayística. Incluso sus trabajos sobre literaturas ajenas (además del dedicado a Ángel González al principio aludido, Labra ha abordado, con rigor y solvencia, la obra de Clarín, se ha adentrado en las claves de la escritura de una narradora olvidada como Dolores Medio o ha buceado en la poesía escrita en Asturias trabajando varias antologías) no es difícil sorprender esa mirada crítica hacia un mundo literario en el que parte de las fallas, virtudes y  carencias de la vida cotidiana del común de los mortales, se cuelan de una manera a veces más intensa en ese supuesto mundo de “elegidos” del que no pocos escritores se vanaglorian, a veces incluso hasta bordear el ridículo. Ricardo Labra confiesa referentes literarios (y, hasta cierto punto, filosóficos, de pensamiento) afincados en una época especialmente turbulenta de las sociedades occidentales: Canetti, Kafka, Robert Walser, inquilinos del turbulento mundo que se desarrolló en el tránsito del siglo XX al XXI (Walser y Kafka) y durante la gestación del nazismo (Canetti) en el que la literatura se enfrentaba a grandes dramas colectivos y, a la vez, a los desafíos existenciales de un universo que abandonaba los valores aristocráticos para abrazar los de una burguesía emergente que afirmaría los iniciales valores del capitalismo. De algún modo, tanto el contenido de su anterior libro de aforismos como el de Los renglones torcidos tienen presente lo que yo llamaría proteína de las obras de los autores citados: la disección de la realidad visible arañando en su trasfondo, incluso en lo más peregrino o superficial, en el detalle imprevisto; una suerte de “canto del caminar” (cojo la expresión de Claudio Rodríguez) que tiene reflejos del Walser de El paseo, del poeta que sale a caminar y se encuentra con la belleza del día y, a la vez, el absurdo de las convenciones sociales, el sinsentido de la cotidianidad; la trastienda de la rutina y de las obligaciones familiares, los temores y pesadillas de Kafka; Y aunque no parezca relevante, Labra desarrolla su labor aforística en un tiempo no menos cargado de perplejidades e incertidumbres que los autores referenciados: entre 2006, año en que comienza el primer cuaderno de El poeta calvo, y 2023, en que finaliza Los renglones torcidos, el mundo se ha visto asaltado por acontecimientos que han afectado al universo literario y libresco con tanto o más énfasis que los vividos en similar período al comienzo del siglo XX. Ricardo Labra, sin embargo, escribe sus aforismos lejos de la gravedad y el pesimismo, con un tono escéptico que barniza con ironía y sensibilidad, a veces con un tinte cáustico, casi burlesco, pero con un profundo conocimiento de los sueños, desafecciones, trampas emocionales y autoengaños que deambulan por la mente del escritor contemporáneo, así como de los secretos y derivas del oficio de escribir y del propio proceso de escritura, sea poesía sea narrativa. Y lo hace desmitificando el papel tanto del creador como el del crítico o el del editor, revelando cuánto hay de impostura y de frustración en cada una de esas tareas. “Una cosa es parecer escritor, incluso gozar fama de ello, y otra muy distinta serlo”, escribió en El poeta calvo. Y, mostrando una perspicacia y una hondura que a veces bebe del Juan de Mairena machadiano, que nos acerca el secreto del lenguaje cuando se convierte en literatura, en poesía. Leemos en Los renglones torcidos: “Sobre el oficio de escribir. Hilvanar las palabras en la piel del día, como señales inequívocas de las costuras del tiempo”. He ahí el misterio de todos los misterios del oficio.

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Autor: Ricardo Labra. Título: Los renglones torcidos. Editorial: Trea. Venta: Todostuslibros.

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