Si el lector tiene en sus manos esa joya de novela de aventuras titulada Las cuatro plumas, resucitada por Zenda y Edhasa, para aquellos que seguimos apreciando el olor a libro nuevo, aunque publicado en 1902, lo primero que vendrá a la mente serán las versiones cinematográficas sobre una historia en los pedregosos desiertos del Sudán de finales del XIX. Además podría deducir que el autor, Alfred E. W. Mason, hizo un esfuerzo por inventar una novela de acción, oda a la amistad, el honor y el amor; nada mas lejos de la realidad.
Los personajes de la novela lucharon por sus vidas contra fanáticas tribus de los desiertos de Kordofan, debido a la injerencia de Inglaterra, que invadió en 1882 un Egipto en bancarrota para proteger sus intereses ante la sublevación nacionalista de Arabi Pacha. La derrota en Tel El Kebir de las tropas egipcias frente a los profesionales regimientos británicos trajo un regalo envenenado a la administración británica que se llamaba Sudán.
El Sudán, bajo la soberanía del jedive de Egipto, era a su vez vasallo del sultán de Constantinopla. Pero Egipto, como Sudán, eran autónomos de sus señores, y la conquista inglesa de Egipto, un paseo militar, tenía como resultado que el territorio sudanés caía en la esfera de influencia inglesa. Era un país donde la corrupta autoridad egipcia se reducía a las ciudades y la esclavitud era el ingreso de los mercaderes árabes. En ese contexto aparecería un santón, El Mahdi que, llamando a la Guerra Santa, consiguió entre 1880 y 1884 derrotar a cuantas tropas egipcias se enviaron para apresarle, algunas de las cuales, mandadas por oficiales británicos como Hicks Pacha, fueron masacradas en la batalla de El Obeid en 1883.
El Mahdi de un puñado de seguidores levantó un ejército de más de 80.000 hombres, los derviches, armados con los fusiles y cañones capturados a los egipcios, y en 1884 bloqueaban ya Jartum. Gladstone, primer ministro británico, optó por no implicarse en la revuelta y evacuar a los europeos sitiados en la capital, Jartum. Para ello envió a un solo hombre, el general Gordon, un militar que había ido ofreciendo sus servicios a distintos gobiernos y años atrás erradicó temporalmente la esclavitud en el Sudán. Pero Gordon, un personaje popular más similar a los obispos guerreros del medievo, decidió quedarse y resistir.
El gobierno de su majestad, presionado por la opinión pública, se embarcó en la invasión del Sudán. Las tropas británicas al mando de Lord Wolseley, avanzaron contrarreloj para liberar a los sitiados. Los ingleses, poco acostumbrados a la guerra en el desierto y sus largas distancias, se vieron atacados por los ejércitos derviches. En una serie de batallas (Ablu Klea, Tofrek…) los cuadros británicos, protegidos solo por la zareba o trincheras de matorrales, rechazaron con sus rifles Martini-Henry a las tropas de los califas del Mahdi y sus cargas suicidas. La opción alternativa para llegar a la ciudad era remontar el Nilo con cañoneras, que no podían acercarse a las orillas en poder los sudaneses. Fue en vano, y Jartum caía a finales de enero de 1885. La flotilla de socorro llegó con dos días de retraso.
Gordon pereció en las escaleras de su palacio y su cabeza fue puesta en una pica. Miles de habitantes de la ciudad fueron asesinados y en las cárceles de la nueva capital, Omdurman, se hacinaron prisioneros en condiciones deplorables, de donde escaparían nuestros héroes de Las cuatro plumas. Las tropas británicas, conocida la noticia, se retiraron. El Mahdi moriría meses después víctima de unas fiebres y le sucedió El Califa.
El estado mahdista, similar al islámico, fue un foco de tensión. Hubo un intento de invasión de Egipto, rechazado en la batalla de Ginnis a finales de 1885, y un choque indeciso contra el Imperio Abisinio en Gallabat, la última batalla medieval de nuestros tiempos, librada entre dos ejércitos, el sudanés y el etíope, que se acuchillaron con armas blancas.
Sudán cayó en el olvido, pero la política victoriana exigió borrar la afrenta de haber abandonado el país. En 1898 se organizó una nueva invasión al mando de “el Sirdar”, Lord Kitchener. Los ingleses habían aprendido y la fuerza expedicionaria contaba con batallones del reorganizado ejercito egipcio mandados por oficiales ingleses. Se creó un cuerpo de camelleros, los uniformes británicos eran de color caqui, más apropiados para el clima, y hasta se hizo venir un grupo de tramperos canadienses para ayudar a remontar las cataratas del Nilo. Los ejércitos del Califa seguían siendo temibles, pero con tácticas primitivas combatían a pecho descubierto con espadas y escudos o con ropas blancas con parches de colores como símbolo de pobreza, según la ley islámica imperante.
Las nuevas batallas en el desierto (Firket, Atbara…) acabaron con las huestes sudanesas, rechazadas por los ingleses. Los angloegipcios avanzaron remontando el Nilo y atravesando el desierto; es probablemente aquí donde se desarrollaron las acciones heroicas de nuestro protagonista, Harry Feversham.
El choque definitivo se dio en las llanuras de Kerreri el 2 de septiembre de 1898. En unas horas de batalla, más un fusilamiento, el ejército del Califa había desaparecido acribillado por fusiles, ametralladoras, artillería y la flotilla fluvial angloegipcia. Hubo cerca de 30.000 bajas derviches, mientras que los angloegipcios solo sufrieron unos cientos de muertos y heridos.
Las consecuencias inmediatas fueron la liberación de miles de prisioneros encerrados años en las cárceles de Omdurmán. En un acto de desagravio en las ruinas de Jartum a la figura de Gordon, Kitchener ordeno destruir el mausoleo del Mahdi y se quedó con su calavera como recuerdo, aunque cuando esta noticia llego a oídos de la reina Victoria se ordenó que se le enterrase anónimamente.
Los protagonistas de nuestra historia, salvo Harry y Ethne en la novela de Mason, tampoco tuvieron un final feliz. El Califa, perseguido por los soldados angloegipcios, murió en una escaramuza al año siguiente, y Kitchener fallecería ahogado durante la Primera Guerra Mundial al ser torpedeado su buque por un submarino alemán.
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Muy interesante este artículo, siempre me interesaron los temas de esta parte de la historia. Saludos desde Argentina