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Las guerras, una mierda encantadora

Las guerras, una mierda encantadora

Con el amor y la muerte, la guerra es, seguramente, uno de los tres grandes motivos de la literatura universal desde sus mismos orígenes. Su tratamiento ha ofrecido múltiples enfoques, tanto temáticos como formales. La guerra ha sido épica, celebración, aventura, coartada identitaria, prueba de fanatismo, dialéctica del bien y el mal, troquel de horrores, negocio, propaganda… Hay literatura belicista y antibelicista. Y sus formas abarcan el relato minucioso del horror, el fresco idealizador, la deformación expresionista… Con tal cantidad de poemas, narraciones literarias y, desde el siglo pasado, cinematográficas acumuladas a lo largo de la historia podría pensarse que todo está ya dicho. Sin embargo, el genio creativo no duerme y siempre busca el punto de novedad e innovación que marque una diferencia con lo ya hecho. Este reto ha impulsado al original ensayista y narrador Federico Jeanmaire con el fin de dar su versión personal de tan trillado asunto, el cual enuncia sin equívoco posible y a modo de reclamo en el mismo título del libro: Wërra, que es una voz, según el propio autor explica, de origen protogermánico o itálico (wërra, werra o wirre) que les servía de grito a los alemanes primitivos para lanzarse al combate y de la que derivan el francés guerre, el inglés war y el español y portugués guerra.

A la guerra, monográficamente, va a dedicar Jeanmaire su trabajo homónimo. En la tradición de los relatos de hazañas bélicas, el narrador argentino centra la parte militar del libro en una acción singular, la Operación Chariot, desarrollada por el ejército británico en el puerto francés de Saint-Nazaire, en el estuario del Loire, contra unas instalaciones ocupadas por los nazis. Fue una operación temeraria, aunque obediente a cálculos razonados, más que un gran acto de guerra; una incursión guerrillera, un ataque relámpago acometido el 28 de marzo de 1942. También, dentro de una corriente habitual en el cine bélico más que en la narrativa literaria, el autor dedica pormenorizada descripción al operativo, a su preparación, desarrollo, resultado y consecuencias colaterales. Este tributo a lo convenido se solapa, sin embargo, con un peculiar enfoque que diferencia Wërra de sus inacabables antecedentes. El libro, sin dejar de ser una novela de guerra es una novela acerca de la guerra y sus alrededores. Planteada, además, desde la clamorosa subjetividad de un narrador que es el propio autor, el cual se convierte él mismo en el eje del relato, y quien, desde esa posición autorial omnipresente y omnipotente, se lanza a tumba abierta al ensayo y a la reflexión moral.

"La guerra es un invento humano, una singularidad nuestra, no de otras especies; ni de la animal ni de la vegetal"

Pronto asienta Federico Jeanmaire una afirmación polémica, “Las guerras son una mierda encantadora”. Ello porque, además de una porquería, esconden algo de fascinación. Hay gente sugestionada por la guerra, según los datos que aporta, alguno del entorno de su propia familia, su padre, que acogió con entusiasmo el dramático dislate de la dictadura argentina de enfrentarse a los ingleses en las Malvinas. Esa afirmación “controversial” (como dice con voz de su tierra) se sostiene en una evidencia reiterada en el texto, la guerra es un “invento” humano, una singularidad nuestra, no de otras especies; ni de la animal ni de la vegetal. Es algo que nos marca, como repite: “el odio y la guerra solo se dan entre los seres humanos, nunca entre el resto de los animales o las plantas”.

Esta percepción con categoría de leitmotiv se le torna al autor en preocupación obsesiva y para exorcizarla despliega un ejercicio mental en múltiples direcciones; un trabajo especulativo lleno tanto de afirmaciones rotundas como de conjeturas y directos interrogantes. Ese quehacer reflexivo y emocional lo mantiene tenazmente Jeanmaire durante un largo tiempo en que vive en Saint-Nazaire y observa el escenario de aquella ya distante trágica hazaña desde el ventanal de un bar que queda a tiro de piedra. En esa situación contemplativa se enraciman las observaciones señaladas. Por una parte, los motivos de la guerra: discusiones de “intereses, de dinero o de poder”, el odio y el instinto del mal, el oportunismo de fomentar el trabajo, el desorden mental de los instigadores… Por otra, hipótesis acerca de aspectos concretos de la guerra: ¿por qué alguien se ofrece como soldado voluntario?, ¿dónde están los límites del heroísmo, la cobardía y la valentía?, ¿todas las vidas valen lo mismo en la lucha?, la inmoralidad de utilizar escudos humanos en los combates, el compañerismo o el recurso milenario a las drogas como dopaje del soldado.

"La guerra, con esta carga de algo sentido y cercano, da pie a un rosario de digresiones que se convierte en el sistema compositivo del libro"

Esta gavilla de cuestiones se abordan mediante un trajín reflexivo incesante, pero no vence el relato del lado de la pura especulación, fría e intelectual, sino que se mete en un entramado vivencial. Evoca el autor la compulsión patriótico-belicista del padre y explica la guerra de las Malvinas; recuerda al abuelo que fabricaba tanto soldaditos como figuras de belén; rememora la trama de una emblemática serie del cine de género, la americana Combate de los años sesenta iniciada por el oscarizado Robert Altman y, en fin, habla desde un ahora mismo en que los franceses están llevando a cabo una operación punitiva contra Siria. Lo especulativo se corporeiza dentro de una materia vivencial y emocional. No es un ejercicio intelectual seco. Incluso tiene una simpática carga humorística cuando el autor trata de las mentiras que acompañan a la acción bélica y establece una relación con la idiosincrasia de su país. En Argentina, dice, está bien visto ganar un partido haciendo trampa, engañando al árbitro y a los rivales. “La trampa y el engaño, aunque duela […], es parte importante de nuestra cultura o hasta una necesaria estrategia de supervivencia”, sentencia.

La guerra, con esta carga de algo sentido y cercano, da pie a un rosario de digresiones que se convierte en el sistema compositivo del libro, en la base de un relato que va y viene de un asunto a otro, sin otro hilo que su motivo central. Preguntarse a estas alturas de la historia por las características exclusivas de la novela es un ejercicio inútil. Jeanmaire afronta el género con la máxima libertad y escribe un texto que es narración, interpretación, ensayo y confesión a la vez. Una muestra más de la hoy socorrida autoficción. Y dentro de ella actúa con una libertad máxima. En Saint- Nazaire se ha erigido un memorial con el nombre de los soldados británicos y franceses fallecidos en la operación Chariot. Jeanmaire pone esos nombres como encabezamiento de sendos capítulos. Y cada uno de ellos lo rellena con materia narrativa o especulativa. Se trata de un ideación de corte innovador en la que el ingenio constructivo sirve para un abordaje peculiar de la materia bélica. El planteamiento tiene una dimensión vanguardista que, curiosamente, se compagina con la presencia de un narrador omnisciente como el de la narrativa decimonónica que explica qué va a hacer e interfiere en la narración a veces avanzándola, otras glosándola. En cualquier caso, el autor exhibe una presencia continuada en el relato y deja a la vista las costuras de su vestido narrativo.

El procedimiento apunta en el mismo sentido indicado de proporcionarle a la especulación un marco literario afectivo y cordial. Lo cual no tiene un efecto de distanciamiento sino, al revés, de aproximar al lector de forma comunicativa a la narración y análisis de la guerra; de compartir con el destinatario el carácter cerradamente antibelicista del libro a partir de una meticulosa exploración de las sinrazones de la guerra y de sus terribles efectos. A asunto y perspectiva consabidos aporta Jeanmaire un tratamiento tan propio que se distancia de todo lo conocido. Jeanmaire galvaniza la guerra con un procedimiento artístico que se beneficia de los recursos literarios de la posmodernidad. Aunque no participa de su relativismo moral: su relato es nuevo e innovador en la forma, pero clásico en la repulsa de ese desventurado “invento” humano. El mérito de Jeanmaire consiste en permitirnos ver la guerra con otros ojos.

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Autor: Federico Jeanmaire. Título: Wërra. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros

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