Era un hombre mayor que, por teléfono, me había pedido que nos reuniésemos durante su siguiente permiso penitenciario. Quería hacer pública su historia, decía, y que se hiciera justicia. Estaba cumpliendo una condena a quince años de prisión por agresión sexual a su propia hija, y sostenía que todo había sido un complot urdido entre su exmujer y la chica durante un tormentoso divorcio. Se había hecho rico, era un self-made man, según sus propias palabras, que de golpe había caído al pozo de la cárcel y de un proceso judicial bastante chapucero. Claramente arrastraba una depresión, había intentado suicidarse y, nervioso detrás de su taza de té, insistía en pedirme que escribiese su historia en el periódico para el que yo trabajaba. Tenía derecho a lavar su imagen antes de morir, decía mientras añadía el azúcar. Sin embargo, yo no dejaba de pensar que ante mí estaba, tomándose un té once años después, un hombre que había violado a su hija, y así estaba naciendo ella para mí como personaje.
Hasta aquí, la realidad.
El libro de la hija arranca de esa historia, una de tantas, en la que, después de un juicio y una condena, ya se han relativizado los hechos. El centro del relato es una reflexión sobre la ética de la verdad y la mentira a partir de un personaje, Helena Sánchez, famosa periodista desilusionada con su trabajo y con su vida que, en su mediana edad, revisa sus relaciones familiares a partir del reto de escribir el reportaje sobre Fernando, un hombre condenado por haber violado a su hija. La novela habla del desencanto, la responsabilidad social y la ilusión libertaria, todo ello relacionado, en fin, con un determinado concepto de amor que marca las relaciones familiares y la vida.
En este tiempo de fake news y desmesurado acceso a las versiones individuales de cada cual sobre cualquier historia, me parece necesario detenernos en la responsabilidad individual: creer o no creer, aceptar o no los argumentos que convierten algo en verdadero o falso y que, por tanto, hacen que los hechos se relativicen frente a las implicaciones de transigir con aquello que nos cuentan. Por ello, he escrito El libro de la hija como una novela de puntos de vista en la que todos los personajes esconden un lado oscuro que los hace incómodos para la persona que lee y que impide la empatía. Los personajes de este libro quieren obligar a dudar, a confrontarse con una misma, a experimentar el uso interesado de ciertas formas de poder vinculadas a lo íntimo.
Esa es la fuerza que la ficción comparte con el periodismo: contar no solo lo que fue, sino lo que podría ser, y, sobre todo, explicar la cadena de causas y consecuencias que rodean los hechos y que casi siempre tienen más interés que los hechos en sí.
Ahí radica la dimensión política de esta novela, en la que los hechos criminales se entrelazan con algo que vivimos dolorosamente en España: el resurgimiento de la extrema derecha. Con esto he querido mostrar un vínculo entre nuestra permisividad frente al totalitarismo y la forma en que aceptamos colectivamente el borrado de las fronteras entre verdad y mentira. Por ello, Helena, la protagonista, confronta su vida personal y su historia familiar con su trabajo periodístico en una búsqueda de la coherencia que, de algún modo, podría definirnos como sociedad.
El libro de la hija es el resultado de la incomodidad que implica poder optar por ser libres, y en ese lugar incómodo pero iluminador pretende situar a las personas que lo lean.
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Autora: Inma López Silva. Título: El libro de la hija. Editorial: Lumen. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro
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