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Las huellas del tigre

Abro mi libro de historia y busco «cómo se conquistó el Oeste». No encuentro gran cosa. Eso sí: como el mecanismo de un Colt Peacemaker, mi mente se dispara con imágenes de John Wayne o Gregory Peck. Pienso en forajidos que cabalgan hacia el ocaso. En el sheriff y el cazarrecompensas. En comanches belicosos, grandes manadas de bisontes, el sombrero calado y la partida de póquer. ¿En qué no pienso? En que los incipientes Estados Unidos estuvieron plagados de tigres. Sí, ha oído bien: tigres salvajes que se internaron en las colinas americanas en busca del oro prometido. Nunca regresaron. Hay quien dice que se les vio en las explotaciones mineras, con los dedos teñidos de azul y los pulmones devastados; otros aseguran que se convirtieron en esos hombres y mujeres que, a cambio de un par de monedas y bajo un sol de justicia, instalaron tramo tras tramo de ferrocarril para domeñar la tierra de las oportunidades.

"Dos hermanas huérfanas, hijas de inmigrantes chinos, buscan su lugar en un entorno hostil y despiadado. Auténticas supervivientes"

En Cuánto oro esconden estas colinas, C Pam Zhang (1990) sigue con éxito el rastro difuso de esos tigres; la inclasificable autora —nacida en Pekín, emigrada con cuatro años a EEUU junto a su familia y vivida en trece ciudades de cuatro países— extrae de las profundidades una historia directa, desgarradora y desbordante, que toca tantos temas —y tan bien— que pocos dirían que se trata de su primera novela. Situémonos: fiebre del oro norteamericana. Dos hermanas huérfanas, hijas de inmigrantes chinos, buscan su lugar en un entorno hostil y despiadado. Auténticas supervivientes, que enfrentan el hambre, la incertidumbre y la desconfianza de quienes se cruzan en su camino. Que se ven obligadas a cavar —literal y metafóricamente— y, hecho el hoyo, decidir qué hacer con la voluminosa mochila que todos heredamos de nuestros progenitores.

De hecho, la identidad —individual y como sociedad— es el hilo que enhebra este neo-wéstern atípico; Zhang huye de los clichés del género para dibujar una época y lugar esencialmente sucios, faltos de glamur y en los que cualquier atisbo de épica se debe a un naturalismo abrumador. ¿Qué convierte una parcela de tierra en nuestro hogar? ¿Por qué el hombre es hombre? ¿Qué significa ser valiente, bella o inteligente? ¿Hasta dónde llegan los lazos familiares? Y, sobre todo: ¿en qué medida definen todos estos aspectos quiénes somos?

"¿Quién iba a decir que debajo del prototípico y sobreexplotado Viejo Oeste aguardaba un mar de tesoros? ¿Que quedaban historias nuevas por contar?"

Armadas de una mitología propia a base de tigres fantasma y cráneos de búfalo, de hierba dorada sobre colinas que sangran y lenguas extranjeras que no se pronuncian, las hermanas caminan por la segunda mitad del XIX para asistir al nacimiento —en todo su voraz y vertiginoso esplendor— de la moderna sociedad estadounidense. Por las páginas de la novela desfilan buscadores de oro, mineros, bandidos, sicarios, madamas, maestros de escuela, niñas ricas y niñas pobres, y la crítica al «hombre hecho a sí mismo» se hace evidente, porque nadie juega con las mismas cartas de partida. En la vieja locomotora del progreso no había plaza para las mujeres y los nativos, por supuesto; tampoco para los inmigrantes —chinos, entre otros— que obraron el milagro del ferrocarril. Zhang se pone en la piel de los silenciados por la historia, y no es un decir: junto a Lucy y Sam, en la memoria de sus padres Ma y Ba, sentimos lo que es pertenecer a un territorio y ser visto como un extraño por quienes apenas llegaron unas décadas antes. Y respiramos como lo harían las mujeres indómitas que habitan sus letras, capaces de desafiar al desierto, a la civilización, a los hombres —y a su propia sangre, si es preciso. También brilla el estilo de esta obra finalista del Premio Booker y del Center for Fiction First Novel Prize en 2020: la concisión que caracteriza a los grandes narradores norteamericanos hace sitio a pasajes poéticos y reflexivos, en los que la autora no teme adentrarse a lomos de estructuras formales menos comunes.

¿Quién iba a decir que debajo del prototípico y sobreexplotado Viejo Oeste aguardaba un mar de tesoros? ¿Que quedaban historias nuevas por contar —tanto o más apasionantes que las antiguas? El caso es que el wéstern no solo no ha desaparecido nunca del imaginario colectivo, sino que cada vez son más los autores —de todas las latitudes— que tiran de sus raíces, las revuelven y arrancan pepitas de oro en formato literario. Puede que esa sea la grandeza de este género: su capacidad para reinventarse y dar cabida a todo tipo de relatos. Y que me aspen si la buena de C Pam Zhang no ha entrado en el saloon haciendo sonar las espuelas.

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Autora: C Pam Zhang. Traductor: Benito Gómez Ibáñez. Título: Cuánto oro esconden estas colinas. Editorial: Gatopardo Ediciones. Venta: Todostuslibros y Amazon

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