Casta More, la protagonista de mi novela, es una literata, una mujer para quien escribir es inevitable porque es un don, una forma de ser tanto como una forma de estar en el mundo (bendita sea nuestra lengua española, que nos permitir hacer esta distinción). Una pasión por las letras que alcanza a los demás personajes:
“Se supo Manuel rodeado de mujeres que buscaban el poder en las palabras. Iluminada…, quería superar el infortunio de su madre, el de morir haciendo pajas. Micaela recababa el apoyo de los poderosos con su interminable correspondencia, y Casta…, había construido con la lectura y la escritura un formidable castillo interior. Con ellas se defendía de una vida asediada…”.
La Casa de las Desamparadas es mi primer libro de ficción. Es al mismo tiempo un libro en el que he estado trabajando tantos años… casi me parece que toda una vida de investigación, que empezó en los ochenta cuando en una Feria de Sant Jordi, en Barcelona, descubrí una obra de Patricia Gabancho: La rateta encara escombra la escaleta. Escrita en catalán, sí, y que leí en un suspiro.
Venía a decir cuántas son las escritoras españolas que no conocemos, olvidadas, suprimidas de la historia literaria, que las feministas teníamos la obligación de recuperar. Daba algunos nombres, y empezando por ellos me adentré en los catálogos de la Biblioteca de Cataluña y comencé a rastrear buscando nombres y obras. Me quedé fascinada, tantos y tantos eran los que iba acumulando. Aliviada también, porque saber de ellas era como reconocer de dónde veníamos. ¿Cómo era posible que no supiera nada de ellas? ¿Qué había pasado para que yo, como el resto, sólo conociera a Emilia Pardo Bazán, cuyas obras leí con pasión en los eternos veranos de mi adolescencia en Madrid, cuando no había nada más que hacer que soportar la canícula, enfrascada en los escritores del XIX: Galdós, Blasco Ibáñez, Leopoldo Alas?
En mi primer artículo de investigación ya me hacía la pregunta “¿quién era la escritora del siglo XIX?”, lo que contestaba con una serie de datos destinados al público universitario y que amplié después en otros trabajos. Al cabo de los años quise trasladar a otro público esta información y comencé a escribir La Casa de las Desamparadas, donde doy cuenta de ese fenómeno cultural que fue el acceso de las mujeres a la escritura en el siglo XIX: las literatas.
Casta, la protagonista, cuenta:
“me pasaba la vida acercándome a la redacción para preguntar por El Pensil… cuando recogía mi revista volvía corriendo a casa. No la abría hasta que ya en el dormitorio, ponía el ejemplar sobre la mesa. Temblaba al romper el precinto, me acercaba la revista a la cara, aspirando su olor… Leía cuentos, novelas y poesías firmadas casi siempre por las mismas autoras. A través de estas publicaciones supe de ti, de Josefa Massanés, de la Avellaneda… Llegué a consideraros mis amigas”.
En La Casa de las Desamparadas convergen una mujer de la burguesía, una religiosa de casa muy noble y unas chicas recién salidas de la prostitución. Todas ellas afectadas por el patriarcado, que yo prefiero llamar el desamparo de las mujeres todas. El maltrato, la prostitución femenina, el feminicidio, son el trazo grueso del desamparo. En otro nivel, opera con más sutileza como una fuerza que actúa sobre la voluntad de una mujer sin que ella lo aprecie. Dice mi protagonista:
“Tendría que haber una tabla de la ley especial para las mujeres. Su tercer mandamiento, obedecer a los hombres. Por eso la voluntad de mi padre actuó siempre sobre la mía con una fuerza a la que yo no podía oponerme”.
Para denunciar no hace falta agraviar a los hombres, no hace falta ser sectario, sólo es necesario describir la realidad, lo que pasa, lo que ha pasado. Y si hablamos del pasado es preciso describirlo con precisión, situándose en la perspectiva del momento anterior, no en la del presente. Para conseguir esta perspectiva en mi novela he utilizado tres modos narrativos muy de la época: la narración en tercera persona que se iba imponiendo en las novelas, las cartas de la protagonista a una amiga, llamada Carolina Coronado, y un folletín. El conjunto va desvelando ese profundo desamparo en un alegato feminista sin estridencias, pero contundente.
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Autora: Cristina Enríquez de Salamanca. Título: La Casa de las Desamparadas. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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