Al terminar de leer este libro tuve la misma sensación reveladora que experimenté leyendo El harén en Occidente, de Fatema Mernisi. Si en el libro de la escritora marroquí encontré una mirada novedosa en torno a ese lugar desconocido para nosotros que son los harenes (Mernisi nos enseña, entre otras cosas, que el rey herido por la infidelidad en las Mil y una noches no necesita una esposa fiel sino un psicólogo, y gracias a esa luminosa intuición Sherezade salva la vida), en este que comento de la venezolana Michelle Roche (Caracas, 1979) es la imagen de la madre de Jesús la que se nos revela con una nueva cara, quizá una de las definitivas.
«A los diez años, yo no le tenía miedo a monstruos, fantasmas ni asesinos. Tenía terror de la Virgen María», nos dice al inicio de su libro, y produce un eficaz impacto que empuja a seguir leyendo. ¿Quién le ha enseñado a una niña de diez años a sentir terror por la madre protectora del cristianismo? En seguida hallamos la explicación en la siniestra pedagogía de las preceptoras de su colegio, que les aconsejaban a las alumnas que si «ven a la Virgen, no crean de buenas a primeras que es ésa la Madre de Dios. ¡Pídanle que les muestre las manos! Si no, mírenle los pies, porque a la Bestia le gusta disfrazarse de mujer, aunque no pueda esconder sus garras». Desde luego, esta imagen, también, da para una novela gótica de oscuros presagios, aunque es comprensible en un contexto donde además les recomendaban apartar la mirada de las escenas sucias de las películas de Disney, no pasarse el jabón directamente sobre el cuerpo y alejarse de los «lascivos perros de peluche». Cuántas cosas sabe una religiosa, por Dios.
Madre mía que estás en el mito es el testimonio de la necesidad de la autora por «entender cómo la maternidad virgen se convirtió en el discurso fundamental de lo femenino en Occidente», e inscribe su libro en el campo de los estudios culturales «porque pretende entender el contexto dentro del cual se construyó la narrativa mariana y, a partir de esta, se organizó la identidad del género». La investigación, realizada con vigor y bien documentada, se acerca a la imagen de la virgen María desde diversos aspectos que va desgranando en las tres partes del libro, el mito, el poder y lo femenino. A lo largo de más de cuatrocientas páginas, Roche determina que el «catolicismo dice a las mujeres que su apoteosis llega a través de la sujeción», y nada mejor que infundir miedo para controlar a las personas, como bien lo hemos aprendido en estos últimos años, porque el miedo paraliza.
La figura de la mujer, o el poder que representa, ha amenazado la hegemonía masculina en la configuración de las creencias religiosas de nuestra cultura; María, una diosa madre, ha sido condenada al desconocimiento y al ocultamiento de que ella «interpreta para la cultura patriarcal de Occidente la relación con la tierra y la fertilidad que estaba presente en el instinto vital de los primeros seres humanos». De alguna manera, el discurso mariano occidental, que no surgió en su totalidad de los Evangelios, «ni siquiera si tomamos en cuenta los apócrifos», ha sido una especie de domesticación de ese personaje al que se le supone cierto grado demoníaco. Pero la autora es categórica a la hora de darle un lugar —y una entidad— a la conocida como madre del Mesías: «María es real aunque sea mentira que concibió un hijo de Dios. Existe su mito. Existe la mirada que nuestros antepasados echaron sobre ella. Y existe el orden simbólico de convenciones, arquetipos y rituales en los cuales nuestra comprensión de su función ha servido para dotar de significado al mundo». Pues María es «la máxima aspiración de la humanidad. Encarna el poder. (…) Incluso cuando la Iglesia exaltaba su humildad y buscaba la concordia, ella era una forma de desprecio a lo femenino. Así, detrás de nuestra abogada ante Dios, se encuentra la madre terrible. Y su sufrimiento la hizo tan poderosa como Dios. Ello formuló el éxtasis en términos dolorosos y profundizó el imperativo de la abnegación que tanto daño ha hecho a las mujeres».
En el Juicio Final, Miguel Ángel coloca, al lado de un iracundo Jesús, a una tímida, atemorizada María a la que ya no se le permite interceder por nosotros; quizá sea esa la imagen que combate con destreza este muy recomendable libro, y en ella hurga para dar con el verdadero significado de su figura, con el símbolo que subyace allí. Lo hace una autora que declara con resolución: «No creo en la virginidad. No creo en la espiritualidad. No creo en la abnegación. No soy esclava. Soy sólo una mujer que escribe»; y que además se siente afortunada: «Pienso que tengo mucha suerte de vivir en este siglo porque me permite descubrir que existen otras alternativas para las mujeres». Y con ella, los lectores deberían sentirse también afortunados de poder acceder a nuevas relecturas de los mitos que conforman nuestra visión del mundo. Eso sí: cuando se les aparezca la virgen, pídanle que levante las manos, por si acaso.
Autor: Michelle Roche Rodríguez. Título: Madre mía que estás en el mito. Editorial: Sílex. Edición: Amazon y Fnac
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