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Las máscaras de la ficción

Imagen de portada: ilustración de Augusto Ferrer-Dalmau

Pongamos que en los 1920 la novela de misterio se encontró con un cruce de caminos. Por un lado estaban las tramas de aliento decimonónico que observaban el presente con recelo y por otro las que se entregaron a las intrigas internacionales y las fantasías tecnológicas del siglo recién iniciado. Las primeras seguían la tradición y las segundas la problematizaban; las primeras cuestionaban el rumbo de los tiempos y las segundas lo saludaban sin miedo. En las primeras el detective solía encarnar las virtudes de un mundo pretérito y en las segundas a veces era un simple diletante que se adentraba, entre el asombro y el terror, en un tiempo nuevo. Eric Ambler pertenece a la segunda categoría. Cada uno de sus libros parece un ejercicio de introducción en un género incipiente: la novela de espías. Y La máscara de Dimitrios puede considerarse, en ese sentido, una especie de apoteosis porque es, de entre todas sus obras, la que mejor ejemplifica cómo, cuándo y dónde se transforma la novela de misterio clásica en la novela de espionaje moderna. Es, por así decirlo, una bisagra que deja a un lado un modelo literario que había llegado a su máximo apogeo con investigaciones como las del Padre Brown en algunas novelas y relatos de G. K. Chesterton y con las Sherlock Holmes en algunas novelas y relatos de Arthur Conan Doyle; un modelo que se abrió de repente a contextos como el cine serial de Louis Feuillade o los cómics, con personajes como Tintín.

"Poco a poco, La máscara de Dimitrios se convierte casi en una novela onírica, cuando los detalles del presente inmediato se mezclan con acontecimientos históricos atroces"

La máscara de Dimitrios nos presenta a un escritor de novelas de misterio, Charles Latimer, famoso en casi toda Europa entre los lectores de ese género literario, que forman una especie de país o cultura aparte. Sus obras despliegan problemas cuya solución no siempre está a la altura de cualquiera, aunque con el tiempo sea fácil descubrir cuáles son sus costuras porque todas obedecen a una misma forma de pensar, un tanto audaz pero en definitiva bastante racional. Latimer es solo la persona capaz de anticiparse a sus lectores y sorprenderlos, capaz de plantear enigmas y solucionarlos de una manera tan incontestable como previsible si uno presta la suficiente atención a sus trucos como escritor. Cuando llega a Estambul, dispuesto a pasar allí una larga temporada, entra en contacto con el coronel Haki, un admirador de sus novelas que finalmente ha escrito él mismo una y necesita que su escritor-modelo la lea y la apruebe. Haki, además, le cuenta a Latimer la historia de un tal Dimitrios Makropoulos, cuyo cadáver acaba de aparecer flotando en las aguas del Bósforo, después de haber sido perseguido durante décadas, un personaje que podría servir de inspiración a Latimer. El problema es que Dimitrios no parece tener una personalidad tan sencilla —tal cual la describe Haki— como para encajar en los moldes de la novela de misterio, y Latimer, de pronto y sorprendentemente, comienza una investigación por su parte, que le lleva primero a Izmir (la antigua Esmirna) y a continuación a diferentes puntos de Europa, donde las costumbres, el idioma, el recelo y el clima anterior a la Segunda Guerra Mundial se confabulan contra él, confundiéndole cada vez más, en lugar de aclararle quién fue Dimitrios, y ponen su vida en riesgo de muerte en más de una ocasión.

Poco a poco, La máscara de Dimitrios se convierte casi en una novela onírica, cuando los detalles del presente inmediato se mezclan con acontecimientos históricos atroces que, quizás sin pretenderlo, están alertando sobre su posible repetición, como la limpieza étnica de los turcos contra los griegos en muchas partes de Turquía, que retrospectivamente evoca el genocidio armenio y que anuncia el inminente genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial. En sus páginas, la evocación del turbulento pasado y la sugerencia del amenazador futuro, mezclados con los rasgos realistas y en apariencia tranquilos del presente, dan forma a una especie de narración en ocasiones casi surrealista, cuando la secuencia de los hechos pierde coherencia, y aun así continua, algo que puede verse asimismo en las detective stories que escribió Raymond Chandler sobre el detective Phillip Marlowe, ambientadas mayormente en las noches californianas y con muchas partes que recuerdan en su sonambulismo a los clásicos del cine expresionista. Latimer, en la novela de Eric Ambler, no es la persona más inteligente del mundo y, enfrentado a circunstancias y hechos excepcionales, a menudo se muestra incapaz de entender lo que sucede a su alrededor, algo que afecta asimismo al lector.

"La novela de misterio decimonónica se convierte en la moderna novela de espías en cuanto sus personajes se ponen en movimiento"

De algún modo, La máscara de Dimitrios es una novela sobre un novelista que necesita reinventarse. Ya ha escrito lo suficiente como para que lo conozcan en toda Europa y lo admiren y copien, aunque en realidad no sepa bien de qué va la realidad en la que vive. Es todavía un miembro del Ancien Régime y desconoce hacia dónde se dirige Europa. Sabe cómo se narra el Viejo Continente, no tiene ni idea de cómo actualizar esa forma narrativa, en cuanto se da cuenta de que su método es obsoleto y ya no vale para el modelo de investigación que comienza a proponer al ir siguiendo las pistas que ha ido dejando Dimitrios Makropoulos por diferentes países. Hasta el momento en que nos encontramos con Latimer, cuando va a pasar una temporada a Estambul, es solo uno de esos europeos soñadores y privilegiados que pueden cruzar fronteras sin pasaporte, atravesando el continente en trenes y barcos con gente proveniente de todas partes, la mayoría con un pasado turbio pero lo bastante astuta como para pasar desapercibida. Si fuese un personaje de una novela de Edgar Wallace o John Buchan, sería muy inteligente e iría dando lecciones morales por donde pasase, sería incluso un héroe indestructible, capaz de luchar en inferioridad de condiciones y ganar, simplemente por ser británico y encarnar las virtudes del Imperio. Charles Latimer, en la novela de Eric Ambler, no se ajusta a esa visión y es, además de un despistado, alguien a quien casi todo le sobrepasa, alguien en constante peligro y alguien incapaz de entender por sí solo, sin guías o traductores, sin intermediarios.

La novela de misterio decimonónica se convierte en la moderna novela de espías en cuanto sus personajes se ponen en movimiento y en cuanto sus piernas tienen más protagonismo que sus mecanismos mentales. Son novelas que multiplican los paisajes, los países, los idiomas y el dibujo de la realidad circundante, que cambia a medida que se va de un lugar a otro. Ya nada es lo que parece. Y la literatura tampoco es como solía ser, debe buscarse a sí misma en unas circunstancias novedosas, con elementos novedosos y personajes que reaccionan pero cuyos pensamientos a veces nos son ajenos, porque quizás están tan confundidos como nosotros. Al final, descubrimos que La máscara de Dimitrios no es la máscara de un personaje, es mucho más, es la máscara de un género literario y la máscara de un continente al borde del desastre. No importa a quiénes mató o engañó Dimitrios, ni siquiera si Dimitrios es Dimitrios realmente o es otro; lo que importa es que uno tiene que ir en pos de la verdad porque la mente ya no es suficiente para llegar a ella. Por desgracia, acercarte a la verdad no quiere decir necesariamente que esta vaya a ser más comprensible; a lo sumo más cercana, nada más.

"En sus páginas se palpa un malestar creciente, cada vez más generalizado, el que preludia la Segunda Guerra Mundial"

Eric Ambler se mueve entre signos en esta novela y en alguna otra de su primera etapa como escritor. Le está dando la pauta a escritores posteriores, como Thomas Pynchon o David Foster Wallace, y al mismo tiempo él está tomando rasgos de la novela modernista de James Joyce y Virginia Woolf. Autores de novela de espías tan importantes como Graham Greene o John le Carré reconocían haber aprendido su oficio leyendo a Eric Ambler. En La máscara de Dimitrios, el coronel Haki, que cree desde el principio haber cerrado el círculo en el caso sobre Dimitrios Makropoulos, también lo ha aprendido todo o casi todo de Charles Latimer, aunque se equivoca, porque en realidad no ha comprendido nada. «Sus rutinarias investigaciones se parecían a las rutinarias tramas de las novelas». Al observar el cadáver de Dimitrios en la morgue, «le echa una mirada como si se tratara de una obra de artesanía de la que fuera su propio artífice y de la que estuviera a punto de desprenderse». Como el antiguo narrador omnisciente, Haki es un escritor a la antigua, parecido a Latimer hasta que este último reacciona y se pone en movimiento y sigue pistas a lugares donde su seguridad se verá en entredicho y donde su capacidad de comprensión se verá bastante disminuida.

Después de la Primera Guerra Mundial, París, Londres, Viena y Berlín dejaron de ser centros culturales y se convirtieron en fronteras. Con el final del conflicto bélico y la reestructuración del continente tras el Tratado de Versalles, se vino abajo un universo y dejó de creerse que un libro o una sinfonía pudiesen servir de muros de contención contra la barbarie, contra la sinrazón y la tiranía. Contra la guerra. Dejó de tenerse fe en la literatura y en el arte en general. Fue así como desaparecieron los escritores, los músicos, los filósofos y los arquitectos. Las ciudades colapsaron y se convirtieron en centros de operaciones de múltiples gobiernos y de intereses muy contrastados. A ellas llegaban viajeros venidos desde el último confín de Europa. Muchos solo estaban de paso, otros no sabían por cuánto estaban allí, como Latimer en cada una de las etapas de su periplo europeo en La máscara de Dimitrios. En sus páginas se palpa un malestar creciente, cada vez más generalizado, el que preludia la Segunda Guerra Mundial. A su paso por diferentes ciudades, pueblos y capitales, Charles Latimer es testigo de asesinatos, robos, engaños y turbios asuntos políticos e industriales. Ambler no elige ninguna zona como centro de inestabilidad: todos los países tienen controles militares y policiales, en todos se respira un aire de desconfianza y miedo. Tanto los hoteles como los trenes eran en la década de los treinta lugares propicios para el cosmopolitismo y para las conspiraciones. Esta novela no se conforma con las diferentes nacionalidades de sus personajes, lo que persigue es crear un clima de ambigüedad y sospecha, muy indicado para que los personajes se espíen entre sí y para que incluso nosotros, los lectores, observemos con suma atención cada uno de sus actos, por si de esa manera se pudiesen desvelar los auténticos motivos de todos ellos, no solo de Dimitrios.

"Dimitrios es un ladrón y un asesino, sí, y también es una víctima de un momento de especial turbulencia en Europa"

Si durante un conflicto bélico el mayor protagonismo suele recaer en el ejército convencional, en los soldados que luchan y mueren a diario en los campos de batalla, poco antes de que una guerra comience hay procesos de incubación que convierten a los espías en los auténticos protagonistas. Eric Ambler, en esta colosal novela, nos dice que un escritor es el espía perfecto y que una novela es el mejor mensaje encriptado. Los actos de un novelista no pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos pero sí pueden hacer que los veamos antes de que sucedan, sobre todo si prestamos atención a los detalles que despliega en las páginas de sus novelas, construidas —como La máscara de Dimitrios— con elementos muy heterogéneos, como cartas, informes policiales o autopsias, de donde van saliendo algunos de los mecanismos narrativos que propulsan el argumento de la novela. Por eso Charles Latimer no puede conformarse nunca, ni siquiera cuando se da cuenta de que su vida corre peligro, y ha de continuar, a la expectativa o buscando pruebas de que las apariencias esconden algo. Eric Ambler lo presenta con la indumentaria y las ideas de alguien perfectamente normal, tan normal que llama la atención por ello mismo. A medida que la trama avanza, no obstante, Latimer comienza a entender cosas sobre Dimitrios, cosas que transforman a los dos, fusionando sus rasgos. Dimitrios es un ladrón y un asesino, sí, y también es una víctima de un momento de especial turbulencia en Europa. Juzgar sus actos va resultando cada vez más difícil, pese a que los mismos sean cada vez más sanguinarios y lo hagan pasar aparentemente por un individuo frío, capaz de cualquier cosa.

Martin Scorsese nos obligó a reparar hace unas décadas en la profunda crisis de identidad que sufren las personas infiltradas en el bando enemigo, como Latimer a medida que va acercándose a Dimitrios y los rasgos de ambos se mezclan. En Infiltrados (The Departed, 2006), sus personajes principales arrastran la sombra de la traición en todo momento. Al final, nadie se fía de ellos porque del mismo modo que traicionan a un amigo podrían traicionar a otro. Eso crea a su alrededor un clima de inseguridad muy parecido al de novelas como esta de Eric Ambler, ambientada en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque lo que de verdad ejemplifique no sea un momento de especial turbulencia en la historia europea, sino más bien un momento de especial turbulencia en la historia de la literatura, porque la novela y el novelista necesitan reinventarse, renunciar a sus zonas de confort e introducirse en un territorio nuevo, donde la razón y la imaginación ya no parecen suficientes, porque la realidad y la fantasía se han vuelto indistinguibles.

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Autor: Eric Ambler. TítuloLa máscara de Dimitrios. Editorial: Zenda-Edhasa. VentaZenda-Edhasa. 

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Dinosaur Game
18 horas hace

This is a fascinating comparison! Scorsese’s “The Departed” perfectly captures the psychological toll of constant betrayal. It’s like being trapped in the Dinosaur Game, endlessly running from consequences you helped create. Just like Ambler’s novel, the characters are stuck in a cycle of distrust, unsure of who they are or who they can trust. The blurring lines between reality and fantasy leave them vulnerable and perpetually insecure.

Hilario
Hilario
14 horas hace
Responder a  Dinosaur Game

Absolutely!! Glad you liked the intersection or crossover. Thanks!!

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