Hace poco me contaba mi madre que mi abuela nació en el campo, entre vacas. Su madre se había puesto de parto en verano, época en la que era habitual encontrarse en la montaña haciendo la hierba. Parió a su hija, mi abuela, allí mismo. La dejó sobre un montón de hierba recién cortada y continuó segando con su guadaña a pleno sol. Me decía mi madre que no era ninguna hazaña extraordinaria, al contrario, era lo que hacían todas las mujeres de nuestro valle, en Cantabria, y supongo que en la mayoría de los pueblos de nuestro país. Así que cuando leí la novela Te di mi palabra, de Concepción Revuelta, que recrea la historia de una ama de cría de la Vega de Pas, sentí una conexión inmediata con el relato. Había algo que nos unía irremediablemente a la autora, a la protagonista, a mi abuela, a mí. Todas éramos cántabras, de esa tierra dura y terca de montañas y galernas, que consigue trasmitir a sus habitantes su propia identidad. Así somos nosotras también, difíciles de apartar de nuestro camino cuando nos proponemos algo: ella se había propuesto conocerme, y yo, por mi parte, ya me había propuesto conocerla a ella. Pero todavía no lo sabíamos.
En marzo del año pasado me habían hecho una entrevista en El Diario Montañés, en la que hablaba de cómo era mi trabajo como editora en un gran grupo editorial. Conchi había leído la entrevista y la había recortado con intención de pedirle mi contacto al periodista. Pero al mismo tiempo que aquello sucedía yo había recibido su novela a través de varias libreras, que me comentaban que se había publicado a nivel local y estaba teniendo gran éxito de ventas y una experiencia de lectura muy positiva entre sus clientes. Así que compré un ejemplar que tardé en leer un día. No solo por deformación profesional, también porque la historia me removía.
Ambientada en los convulsos años finales de la Segunda República, la novela narraba la historia de Vega, una joven valiente y decidida que tuvo que abandonar la tierra que la había visto crecer, la Vega de Pas, para trabajar en Madrid como ama de cría de una acaudalada familia aristocrática, algo que habían tenido que hacer muchas mujeres cántabras durante el primer tercio del siglo XIX. Mujeres valientes, fuertes y extraordinariamente trabajadoras que tuvieron que sacrificar su propia maternidad para amamantar a los hijos de las familias aristocráticas más importantes del país. Su fama era tal que involuntariamente el gentilicio de «pasiega» pasó a ser sinónimo de nodriza. Decía Alfonso Cuarón, refiriéndose a su alabada película, Roma, que hay períodos en la historia que asustan a las sociedades y momentos en la vida que nos transforman como individuos. Y algo de eso hay también en esta novela, recoger una etapa histórica que nos emociona y que, aunque en lugares muy lejanos, repite la misma ecuación: mujeres rurales de clase social baja en constante estado de supervivencia.
Quedé con Conchi, tras leer su novela, en un hotel de Santander. Poco después me confesó que tenía miedo de que la hubiese citado para pedirle que me firmara un ejemplar, y no para contratar su novela en Plaza & Janés. De eso hará aproximadamente un año. Desde entonces, hemos trabajado juntas la novela en un largo proceso de corrección, elección de la portada y diseño de la estrategia de lanzamiento con el apoyo de todo el equipo de Penguin Random House. En todo momento hemos tenido presentes a todas esas mujeres que fueron desposeídas, arrancadas de sus propias vidas para servir —y vivir— en las de otros, y las hemos sentido tras nosotras, como un ejército que nos respalda.
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Autora: Concepción Revuelta. Título: Te di mi palabra. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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