Rosa Berbel (Estepa, Sevilla, 1997) es estudiante de Grado en Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada. Fue ganadora de la IV Edición del Certamen Ucopoética (2016), organizado por la Universidad de Córdoba. Ha aparecido en antologías como La pirotecnia peligrosa: 11 poetas sevillanos para el siglo XXI (Ediciones en Huida, 2015), Supernova (Bandaàparte, 2016), Algo se ha movido (Esdrújula Ediciones, 2018) o Granada no se calla (Esdrújula Ediciones, 2018). Las niñas siempre dicen la verdad, ganador por unanimidad de la XXI edición del Premio de Poesía Joven «Antonio Carvajal» es su primer libro publicado.
Zenda reproduce 5 de los poemas de este libro.
PRECUELA
En aquel tiempo extraño,
los amigos se habían mudado lejos,
los lugares antiguos de la infancia
se habían transformado para siempre
con la prisa salvaje de los años perdidos.
Dejábamos de usar los verbos en plural
por pereza de ser ya demasiados.
De nada nos sirvieron los recuerdos,
heredados y antiguos,
sonriendo de verdad o de mentira,
porque nada supimos de los otros.
En aquel tiempo extraño y fariseo,
tuvimos muchos hijos
a los que no quisimos poner nombre.
Aunque quizá todo esto
ahora no nos baste.
Pero en aquel momento,
tan niños y tan sabios,
esperábamos ya la plenitud
de agosto, y de las playas llenas,
las discusiones tristes,
los besos de puntillas,
de este futuro que era impermeable.
QUEMAR EL BOSQUE
Nos observo en la calle un día nublado,
como niños muy viejos jugando sin permiso
junto a máquinas sucias de conservas.
Estamos en el centro de la imagen,
nuestros rostros pequeños en el centro de todo,
con una luz encima.
Todo está muerto aquí, y sin embargo,
la basura expandía los límites del mundo,
como una geografía improvisada.
Inventamos un juego,
que consistía primero en pedir algo,
en estricto silencio.
Un deseo, tal vez,
una idea primera de la suerte.
¿No era esto madurar: elegir cosas
y esconder la elección a los demás?
Girábamos después sobre nosotros,
distraídos y torpes,
con todas nuestras ganas, una vuelta
tras otra,
el máximo posible de minutos.
Ganaba el que aguantara
por más tiempo,
esquivando el mareo o el cansancio.
Tú y yo siempre perdíamos.
Hemos vuelto a perder en esta escena.
Pero el hallazgo era nuestra suerte:
descubrir que los trazos del cuerpo y sus excusas
condicionan el resto del paisaje.
DESEO
Mira: tu deseo cuelga del trapecio
Adam Zagajewski
Niña que no reconoce su cuerpo
comienza a sentir cosas algo extrañas:
hormigueo, mal carácter, un intenso dolor
en los dos pechos.
Empieza a estar celosa y afilada,
por los cuerpos ligeros de otras niñas,
por su pelo sedoso, por la noventa c
que guardan en cajones.
Es demasiado pronto para hablar del amor
aunque ella sabe ya qué es lo que busca
y adónde irá a buscarlo:
un amor que se llame asimetría,
y que dure lo justo
para ser consumido sin reparos.
Niña que no reconoce su cuerpo
observa con vergüenza,
frota con agua fría
las diferentes manchas de su ropa.
Desde el trapecio el hambre tiene la forma
simple de unas bragas.
El futuro en los posos de colores
de las niñas que sangran
como niñas.
CRECER ES
Andar más, con más miedo,
por calles más vacías,
no creer en otros mundos
posibles o imposibles,
hacer daño a los otros sin palabras,
comprar cosas usadas por el placer
extraño de su tacto,
vender cosas,
romper cosas que nunca hemos tenido,
arrojarlas al fuego como quien cambia
la hora
de todos los relojes de la casa
para poder perder un poco el tiempo.
PRIMER AMOR
Era verano entonces y a nosotros
nos picaban las piernas del sudor
y la euforia.
Desde aquel día parece que los demás
tan tibios
se quieren siempre menos.
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Autor: Rosa Berbel. Título: Las niñas siempre dicen la verdad. Editorial: Hiperión.
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