En la década de los 60, Astrid Lindgren escribió una serie de novelas por capítulos en torno a la figura del niño Emil, un joven de cinco años guapo como un ángel y malo como un demonio. Se trataba de novelas de ambientación rural (Emil es hijo de una pareja de granjeros, vive con ellos, con su hermana pequeña, con un mozo y una criada en el pueblo de Lönneberga), que se construyen de forma episódica y modelados con las premisas de la pequeña aventura cómica, escenas de costumbres donde la paz del hogar salta por los aires con las travesuras del pequeño Emil.
“Malo como un demonio” es un modo popular de referirse a lo que en realidad es la esencia estética de la obra y de la personalidad de Emil: la travesura alegre, bienintencionada, un temperamento vivo, silvestre, convertido en motor de la risa y, por ende, de la humanidad; en centro dinámico de la celebración de los valores del individuo, de la familia y de la comunidad en la que ésta tiene sus raíces. La travesura se muestra como estado natural del niño y, a partir de éste, como eje de construcción de un mundo sano.
Para la creación de su obra, Lindgren echó mano de materiales biográficos (anécdotas tomadas directamente de la experiencia de su padre, de la forma de vida campesina de comienzos del siglo XX) y folclóricos (la voz narradora adopta la forma oral de los cuentos, apelando al lector; las historias se ensartan como cuentas independientes, como en las protonovelas que encadenan motivos populares, vivencias cómicas a medio camino entre la experiencia propia y la tradición).
“Donde quiera estuviera Emil, siempre ocurría algo”, es el principio dinámico, explicitado en la propia presentación del personaje, al que siguen, en el primer volumen de la serie, dos historias más (“Cuando Emil metió la cabeza en la sopera” y “Cuando Emil izó a la pequeña Ida en el mástil”). Los títulos de estos capítulos hablan por sí mismos: las historias se moverán en el tiempo indeterminado del pasado tradicional, blindado frente al acontecer histórico, y campará en sus dominios el espíritu de la risa, del disparate festivo en el que los elementos materiales (el dinero, los alimentos, la ropa, la fiesta…) ocupan el primer lugar.
La capacidad de Lindgren para eludir la arqueología costumbrista y elevarla mediante el humorismo (una forma de alegría popular derivada de estas series materiales y de la figura cómica del “demonio infantil”, el niño travieso y testarudo) permite imágenes que mueven a carcajada, como la del anciano que se ríe del niño atrapado en la sopera en la sala de espera de la consulta del médico, el pequeño que engulle cinco bollos dorados para poder recuperar, en natural proceso, la moneda de cinco céntimos que se tragó, la niña convertida en bandera de Dinamarca o el muchacho amodorrado tras engullir varios kilos de salchichas. Es la risa de la corporalidad, de la ingenuidad viva, la risa que nace de travesura como estado noble de la infancia.
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Autor: Astrid Lindgren. Título: Las travesuras de Emil. Editorial: Kókinos. Venta: Todostuslibros.
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