La novela negra ya no necesita que nadie la defienda. Por un lado, la crítica oficial ya la respeta, amortiguado su antiguo desdén, y, por otro, en la actualidad una guardia pretoriana de lectores la protege a sangre y fuego en una tupida red de festivales por toda la geografía nacional, en todos los foros y tribunas y suplementos, sobre todo en las redes sociales.
En la novela Tú disparas y yo bailo, de Manuel Marlasca, abundan las virtudes que merece la pena comentar.
Siempre es un placer escuchar a alguien que conoce bien su oficio: a un carpintero hablando de maderas o a un biólogo de plantas, a un fontanero de grifos o de edificios a un arquitecto. Lo mismo ocurre ahora con esta novela donde Manuel Marlasca describe con precisión y brillantez los modos de investigar de la policía, cómo se organizan en equipo, los recursos de que disponen, los procedimientos administrativos y judiciales, el argot, los ambientes de la profesión.
Si alguien había pensado: “Marlasca, otro periodista más que se mete a novelista”, habrá cambiado de opinión al leer Tú disparas y yo bailo. Sus treinta años trabajando como investigador y reportero de sucesos en primera fila, a pie de calle, le han dotado de contactos, escenarios y experiencias con el oficio policial que aquí describe con maestría. Con este libro se ganará el aprecio de la policía, del mismo modo que Lorenzo Silva, con la serie de Chamorro y Bevilacqua, se ha ganado el aprecio de la Guardia Civil.
Además del profundo conocimiento de la dinámica policial, Tú bailas y yo disparo tiene otros aciertos: el humor y la ironía, a veces desmitificadora con la propia tradición del género; la contención en los momentos más intensos emocionalmente, como la comunicación a los padres de la muerte de una hija, pero sin renunciar a los chispazos de ternura; la utilización del diálogo como fuente de información, en lugar del discurso omnisciente; el dominio que su autor mantiene en todo momento sobre una historia larga (517 páginas), con muchos personajes y distintas líneas de investigación, sin que se le vaya nunca de las manos; la facilidad con que se lee, porque no es una novela que esté gritando a cada página: “Más acción, más acción, más acción”, pero es muy dinámica, los personajes se mueven con rapidez y los lectores debemos mantener un buen paso para seguirlos; la prosa eficaz, muy trabajada, con hallazgos que en ocasiones evocan un segundo significado, más allá de la pura narración policial: “No hay nada más igualitario que una autopsia”.
Poco a poco van desapareciendo de la novela negra los detectives privados solitarios —con o sin un ayudante que los complementa—, sustituidos por miembros de los cuerpos de seguridad. Pero Manuel Marlasca va un poco más lejos y crea un protagonista colectivo, el grupo X de la Policía Judicial de Madrid, un equipo de personajes muy bien individualizados, cada uno con su personalidad y especialistas en una función concreta.
El grupo X está formado, entre otros, por un policía, Jimmy Valle, que tiene un gato y se parece a los perros; por otro policía, Luis Mangas, que tiene un perro y se parece a los gatos; por Paula, una brillante informática; y, ocasionalmente, por Julia, ambiciosa y experta en espionaje.
A todos los personajes su creador les da su tiempo para desarrollarse, les dedica unas páginas para contar su vida más allá de su trabajo policial y hasta se los lleva de ruta senderista un fin de semana. A los lectores nos permite verlos y escuchar sus pensamientos también cuando están fuera de la comisaría para que los conozcamos mejor y nos resulten más completos. Y como consecuencia, también nos resulta fácil establecer con ellos vínculos emocionales.
En toda la novela se aprecia la simpatía y el afecto que Marlasca siente por este grupo de hombres y mujeres, cada uno con su edad, sus virtudes, sus defectos, sus luces y sombras, sus amores y desamores, su ocio y sus aficiones, pero todos ellos con una pasión común: desempeñar bien su oficio y encontrar al autor de unos asesinatos horrendos.
Y, al terminar la novela, también notamos que Manuel Marlasca cree de verdad en las dos o tres cosas que defiende: la importancia social de la labor de la policía, la necesidad de identificar y anular a los malos, el valor de la lealtad, el rechazo a toda forma de dominación.
A menudo se repite que en una novela negra es fundamental el principio. Yo creo que también es fundamental el desenlace, que en muchas ocasiones desluce los méritos anteriores. En esencia, esta novela intenta una doble reconstrucción. La reconstrucción física del cuerpo desmembrado de la víctima ya no se posible, pero sí lo es la de su entidad como ser humano. La última frase del libro es: “Piensa en ella y al fin logra ver su rostro, su sonrisa y sus ojos”.
No podía haber elegido Manuel Marlasca mejores palabras para cerrarla.
—————————————
Autor: Manuel Marlasca. Título: Tú disparas y yo bailo. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: