“Sea como sea, al final, de una forma u otra, la mujer siempre es colonizada”. La frase es de la escritora francomarroquí Leila Slimani, que traza así un paralelismo con el argumento de El país de los otros, la novela en la que lleva a su abuela al papel para contar cómo se adaptó al Marruecos de 1944 para salir adelante recién casada con un militar que conoció dos meses antes.
Para ella, además, esta novela tiene la importancia de ser una trilogía que va a dedicar a su abuela, su madre y ella misma, y que ha comenzado con la vida “de una mujer impresionante, alta, rubia, con ojos verdes, con una enorme personalidad, que murió hace cinco años y era imponente, con una gran cultura, que hablaba un árabe perfecto, beréber, alemán y español, y que jamás se dejaba doblegar”. Sin embargo, en la investigación sobre su abuela descubrió “que había sufrido mucho, que con 20 años se instaló en un país como Marruecos que apenas conocía de dos meses, una locura”, y que tuvo que luchar contra su propia colonización, la que, como mujer, no la dejaba salir adelante con sus propios deseos.
En ese momento, la protagonista no solo era extranjera, sino que “lo que la hace más extranjera es ser mujer. Si fuese un hombre sería diferente, pero ella era más extranjera por mujer que por francesa, y era colonizada por un hombre que le decía cómo se tenía que vestir y le daba órdenes, de modo que quería hacer un paralelismo entre el movimiento de liberación de Marruecos y el de las mujeres”. “En aquella época, los hombres pedían libertad, pero esa libertad no la daban a sus mujeres, hermanas o madres”, explica, y lamenta que los sentimientos que se entrevén en las páginas del libro “son los mismos que atraviesan al lector si lee el libro en Rusia, China o Estados Unidos”.
“Hoy en día no conocemos las huellas de nuestros ancestros, vivimos en ciudades con mucha historia, y la sabemos, pero no conocemos a nuestros abuelos”, lamenta Slimani, que une la vida de su abuela con el hecho de que le apetecía hacía tiempo ocuparse de la colonización, porque su vida “proviene en parte de ella, y me pone furiosa en Francia que me digan que no hay que hablar de esa etapa, porque se puede hablar de ello sin problema, sin crear polémica ni odio”. La ganadora del Goncourt en 2016 con Canción dulce se detiene en este punto a analizar el odio político que subyace en determinados mensajes, e incluso habla del auge de Vox en España, pero recuerda que ni es de ahora “ni es un movimiento español, sino mundial, porque está el Brasil de Bolsonaro, la América de Trump, que aún existe, e incluso en Francia Marine Le Pen se siente ahora reforzada”.
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